lunes, 26 de enero de 2009

Juramento Hipocrático

En la Feria de la Tierra, haciendo de edecán [sic] para el stand del Centro de Ciencias de la Atmósfera. Aforo total (a ojo de buen cubero): 2,500 personas; visitantes al stand (contadas de uno a uno): 52. Addendum: me llegó el chisme de que, sólo el viernes, llegaron cerca de siete mil asistentes; yo advertí: a ojo de buen cubero.

I.
Con un ingeniero bonachón, de conversación ágil y amable, que en algún momento trabajó en la división de marina de Yamaha en México:
- He de confesar que yo estudié literatura: no sé mucho de ciencias.
- ¿Y no te arrepientes de la decisión?

II.
Con un cubano que estudió en el Instituto de Geografía (v.g. a dos edificios de mi base de operaciones) y que se acercó al stand nomás porque su hijo vio la maqueta de Lego (sí: Lego, con ingenieritos plásticos de tres centímetros, con casco y lentes protectores) que los gallardos ingenieros de este centro construyeron para ejemplificar métodos de transformación de energía:
- He de confesar que yo estudié literatura.
- Me queda clarísima la conexión...

III.
Con una bióloga que andaba meticheando por toda la Feria, cámara en mano, y su marido que no dejaba de preguntarme cómo funcionaba la estación meteorológica que teníamos en exhibición (y que, por supuesto, deduje cómo funcionaba, lo que no quiere decir que supiera de verdad cómo ni para qué):
- He de confesar que yo estudié literatura: trabajo en la Sección Editorial del Centro y no tengo mucha idea de lo que estoy hablando. Pero soy buen histrión.
- ¡Qué bueno que estén contratando gente como tú! Fíjate que a mí ya me cansaron los biólogos: hablan como si nada más ellos tuvieran la razón. Por eso mejor me dedico a la foto. Felicidades por abrirte a otras cosas. Mi nombre es Carmen Loyola, y trabajo en Biología.

IV.
Juro por Homero poeta y por Georges Darien y por Gustave Flaubert y por Italo Calvino y Oliverio Girondo y Vicente Huidobro y Clarice Lispector y todos los autores y autoras de mi panteón, poniéndolos por testigos, que cumpliré, según mi capacidad y criterio, este juramento y declaración escrita:
Trataré al que me haya enseñado este arte como a mi padre, y compartiré mi vida con él, y lo haré partícipe, si me lo pide, de todo cuanto le fuere necesario, y consideraré a sus herederos como mis hermanos y les enseñaré este arte si desean aprenderlo y puedo enseñarlo.
Haré partícipes de las lecturas y lecciones orales y de todo otro medio de aprendizaje no sólo a mis alumnos [si algún día los tengo], sino también a los discípulos de quien me haya enseñado y a los ligados por la norma literaria.
Me serviré, según mi capacidad y criterio, del régimen que tienda al beneficio de los lectores, pero me abstendré de cuanto diga "Best-Seller" en la tapa.
Así pues, si observo este juramento sin quebrantarlo, séame dado gozar de mi vida y de mi arte y ser honrado para siempre entre los hombres; mas si lo quebranto y cometo perjurio, faltas de ortografía, redacción o lesa literatura, sucédame lo contrario.

And so it was

.




.

jueves, 22 de enero de 2009

For the most dearest departed

She, who is still one of the most important women in my life, just lost someone she loves. It is my time to pay and be there with her, as she was for me. On Saturday, the family will hold a funeral mass, which we all will attend; I hate such to be the reason to meet her once again.
And even though I know her feeling about it, for sure I will be horribly unable to say a word, as it has always been.
For that I am sorry. And sad.


Si tan sólo...

Como me lo temía, he sido reclutado como edecán [sic] en la Feria de la Tierra, representando al H. Centro de Ciencias de la Atmósfera. Y ahí vamos otra vez, a fingir que tengo capacidades de socialización y que puedo explicarle a alguien sobre lo que se hace en este venerable centro de investigación, muy a pesar de que ni siquiera conozco todos los grupos de trabajo (no digamos a los líderes y mucho menos a sus esclavos) y 97 de 100 partes me son perfectamente incomprensibles.
Me presumieron que hay un par de juguetes muy lindos, así que seguramente voy a estar jugando en el túnel de viento y con el generador de ciclones a micro-escala. Algo más me dijeron de los otros juguetes, pero ya no estaba prestando atención.
El asunto no es con qué voy a jugar, sino con qué no. Me llegó el chisme de que mis vecinos son de la Escuela Nacional de Artes Plásticas; cuando escuchamos la procedencia, los cuatro que estábamos en la oficina nos miramos con franco anonadamiento: ¿qué corchos hacen en una exposición de geografía? No entendí la explicación (alcancé a escuchar algo de una Victoria de Samotracia): tampoco estaba prestando atención.
Si el Instituto de Geología le abrió un espacio a la ENAP, me permito presumir que pudieron ser verdaderos visionarios y seguramente no lo fueron:





*Todas las fotos de Flickr
¿Por qué no tengo amigos como James Turrell?

jueves, 15 de enero de 2009

To sing a nightingale

Hoy es uno de esos muchos días en que lamento terriblemente no poder leer una partitura como si fuera una novela, o quizá debiera decir un poema, dependiendo de la composición.
La primera vez que escuché mencionar el nombre de Olivier Messiaen fue en una clase de Poesía y Poética Latinoamericana; mi maestro, Juan Alcántara Pohls -una de esas bibliotecas de datos curiosos exquisitísimos-, hacía una brevísima revisión de grandes compositores del S. XX: Varèse, Ligeti, Schönberg, Webern, Antheil (qué vida tan extraordinaria), Cowell... Nota al margen: si alguna vez, por un motivo que los rebasa, se han preguntado por qué corchos escucho música que frisa en el ruido, se lo debemos en mayor parte a Juan; cúlpenlo a él y a esa clase en específico.
Parecería difícil encontrar el punto donde la música de un puñado de locos -de cualquier lugar menos latinoamérica- toca a Girondo, Neruda, Vallejo, Huidobro, Cardenal, Eielson y afines; pero cuando uno se toma la molestia de revisar el momento histórico y entender esa pulsión revolucionaria e inventiva, cobra sentido. No mucho, hay que advertir, porque entre que son dos disciplinas distintas y todos hacían algo radicalmente diferente de los demás, de pronto no toda esa música suena a toda esa poesía.
El caso es que Messiaen de pronto desapareció de mi memoria, salvo por su método de composición: pájaros. Ornitólogo, necio, apasionado, devoto y virtuoso hasta las uñas, organista de la Iglesia de la Trinidad durante sesenta años, construyó su propio sistema de notación musical a partir del canto de todos los pájaros que escuchó en sus muchísimos viajes. Y además, son una chulada de composiciones, de las que conmueven hasta a los que tienen atole en las venas; cosa nada gratuita: "una composición musical debe ser medida siguiendo tres criterios distintos: para ser exitosa, debe ser interesante, hermosa de escuchar, y debe tocar al oyente".
Hay muchísimas otras cosas que hacen de Messiaen uno de esos autores que, te guste la música de compositor o no, todos debieran escuchar con atención. Entre lo anecdótico y, por tanto, menos significativo a esas razones -aunque tremendamente ilustrativo, en particular en lo referente a su influencia-, hay que contar a tres de sus alumnos: Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen y Iannis Xenakis. A'i nomás.
Pero como yo no sé leer partituras y mi ignorancia me limita a palabra escrita, alguien se tomó la molestia de subsanar mi carencia. Estaría buenísimo que sacaran el widget de esta cosa: ah, ese gusto por la posesión...
¿Quién quiere saber cómo se dice su nombre en ruiseñor?

martes, 13 de enero de 2009

La muerte del journal

I.
En la preparatoria, por metiche (uno de mis motivos favoritos; contraproducente en ocasiones), representé a la delegación de Israel ante el Disarm and International Security Council, en las sesiones del Baur International Model United Nations, hasta donde sé el modelo más importante en América Latina: la secretaria personal de Kofi Annan formaba parte del presidium año con año y daba un breve mensaje de parte del ex-Secretario. Y lo mismo vi a representantes diplomáticos africanos que sudamericanos, uno que otro metiche de la OMS y otras dependencias de Naciones Unidas.
Durante cuatro días jugamos a que éramos representantes de países miembros, discutimos enardecidamente, tuvimos gana de ofendernos, pero siempre observamos el protocolo. Durante cuatro días fui un ciudadano israelí, con conocimiento de la ley mosaica, con el kipá en la cabeza y el tehilim... No, ése no lo llevaba. Pero yo era israelí, y por consiguiente judío, y defendía a ultranza las acciones del gobierno de Ariel Sharon, citaba al dedillo la historia contemporánea de Israel, llevaba la cuenta de los istishhadines palestinos, me indignaba de sólo escuchar que la Jihad iba en avanzada.
Ah: delirios y locuras de juventud.

II.
Debido a uno de mis científicos locos, tuve que consultar el catálogo de la revista The Lancet, sin duda un modelo de lo que debe ser un journal en el S. XXI.
Hagamos de cuenta que no sabemos ni nos importa que fuera fundada en 1823, que tiene un factor de impacto de 28.6 (pfff...) según la estadística de ISI Journal Citation Reports, que tiene una infraestructura bruta y suficiente para publicar tres especializaciones independientes al journal original, que prácticamente todos los avances significativos del S. XX en materia médica se han publicado ahí:
a) Podcast
b) Video-journal
c) De acceso abierto; v.g. completamente gratis.
d) La medicina es sólo un campo del conocimiento, y no importa desde dónde se aborde.

III. (original en inglés, previo registro)
Mientras el mundo mira los terribles eventos que suceden en Gaza, otras tantas zonas de conflicto alrededor del mundo permanecen ignoradas. A partir de que la ofensiva israelí por aire y tierra contra el régimen de Hamas en Gaza capturara la atención política y mediática internacionales, cientos de personas -400 en un solo día- han muerto en la República Democrática del Congo y muchos más carecen de la atención médica que tan desesperadamente requieren.

[...]

Justo como la ONU fue fundada en el espíritu de humanidad compartida, también lo fue la medicina. El Juramento de Hipócrates, y sus populares equivalentes modernos, ponen en su propio corazón el cuidado de los seres humanos y tratar cada vida como igual. Por supuesto que no son sólo los pocos valientes profesionales de la salud en la línea de fuego quienes tienen la responsabilidad de satisfacer las necesidades de salud de los civiles heridos en un conflicto. Médecins Sans Frontières –médicos sin fronteras– no debiera ser sólo el nombre dado a una organización médica humanitaria. Si el Juramento de Hipócrates significa algo, todos los doctores, cualquiera que sea su situación, especialidad o grado, debieran vivir bajo este nombre al exigir a sus gobiernos nacionales y a la comunidad internacional –quizá por medio de sus organizaciones médicas nacionales– que aseguren que los civiles heridos o afectados por un conflicto reciban la atención médica que requieren, sin importar dónde esté esta gente en el mundo. Tal acción no es una supuestamente humanitaria: es de lo que debiera tratarse formar parte de la profesión médica.
Por si quisieran leer la traducción completa:
Lancet
Lancet.pdf
Hosted by eSnips


IV.
Veo un vicio gravísimo en la comunidad científica, que además de molesto, es francamente preocupante. Por supuesto, esta visión que alcanzo se limita a la comunidad que se acerca a la revista, la que quiere publicar los resultados de sus investigaciones financiadas para que los sigan financiando ad infinitum, y algo de lo que me veo obligado a leer una vez cada cuanto.
La ciencia tiene una forma discursiva "propia" que tiende a la asepsia, carente de afectación, objetiva, analítica, sobria; en términos generales -y como corrector de estilo que presta sus servicios a estos señores puedo decirlo con absoluta seguridad-, no importa la forma (y sigo peleando con esto): la estructura de lo dicho debe ser simple, a fin de que lo enunciado sea a) comprensible, b) repetible y c) aplicable. Esa forma discursiva sueña con la objetividad y abstracción absolutas. Me basta como ejemplo un lineamiento esencial que deben observar los autores: la redacción en forma impersonal; si leo "nuestro equipo de trabajo logró remediar suelos contaminados por medio de una zeolita", mi obligación es traducirlo a "se remediaron...". Por fin, no existes, autor: Barthes lo sabía y lo gritó.
Pero la aridez científica no hace de los investigadores el modelo ideal de escritor que anuncia Barthes: la ciencia, al menos como la leo (o la tengo que leer), no es el futuro de la escritura que avistaba. Precisamente es lo contrario: en lugar de que el texto sea permeable y poroso, un entrecruzamiento de citas y diccionarios que permitan múltiples lecturas, escrituras y reescrituras, el texto científico es más unívoco que las novelas del realismo ruso. El lenguaje, recargado de jerga ultraespecializada, pero sin tono de ningún tipo -claro está-, se vuelve inaprehensible y hasta los propios pares se ven en la necesidad de consultarse ante la falta de claridad de un término. Muerto el perro, se acabó la rabia; o en una paráfrasis literaria, muerto el escritor, jodida la escritura, y el lenguaje, y la comunicación.
Los científicos escriben para ellos, para los pares, para los árbitros que certifican que el conocimiento ahí expuesto tenga validez; y está bien: un escrito no es para todos, y en ocasiones se queda sin lectores. Sin embargo, especulo que no es cosa de conocimiento especializado y comprensión.
Las comunidades (actualmente; todas) tienden a estrecharse de tal manera que se vuelven incapaces de observar otras realidades, no se toman la molestia de considerar que hay otra aproximación, consideran erróneo o absurdo que el mundo no forme parte de su campo, deploran al otro. En consecuencia, y ni siquiera se dan cuenta, se vuelven incapaces de comunicar una idea sencilla como "le vaciamos medio litro de vinagre y lo agitamos"; todo su valiosísimo conocimiento, que podría servir para una infinidad de cosas sorprendentes, se queda enterrado: sí, te publicaron el artículo y alguien te va a citar, pero la aplastante mayoría jamás sabrá qué valor tiene.

V.
El tremendo valor de The Lancet reside precisamente en eso: en lugar de tomar una postura unívoca y rígida que acepte exclusivamente a un selecto grupo, se convierte en un metatexto por donde cruzan conocimientos de muchos campos. No adopta una identidad ante un órgano determinado, sino que difunde un conocimiento que carece de identidad, que se resuelve en quien se acerca a él: mis conocimientos médicos son paupérrimos, y sin embargo le estoy tomando gusto al journal.
Si algún día vemos una sociedad utópica e incluyente, las revistas especializadas deberán desaparecer como las conocemos, hacer un acto de humildad y aceptar que deben ir más lejos, tocar simultáneamente más registros, asumir una intención de apertura al punto que las contradice.

lunes, 12 de enero de 2009

Tercera ley de Newton

Esta mañana acuñé una nueva cicatriz. No están ustedes para saberlo (y, en el fondo, sé que no debiera contarles esto, y quizá algún día me diga: "estúpido, debiste callarte ese ímpetu narrativo tuyo"), pero no todas las cicatrices de mi cuerpo se deben a un accidente: en algunas hay voluntad, y en todas hay memoria, salvo una en la rodilla que no sé cómo corchos pasó.
Mientras disfrutaba el sueño de los justos (o algo parecido, porque me revolqué por la cama la mitad de la noche), tengo la impresión de haber girado sobre mí mismo, tengo la sensación de la almohada en la cara. Pero seguía en la duermevela; lo que me despertó fue el salto feroz que dio la gata: dormida entre mis rodillas (debí tirarlos de la cama desde el primer día...), se asustó cuando me sintió girar y me pateó las corvas. Y un segundo después hizo a bien caerme en el hombro derecho, garras abiertas.
Alcancé a mentarle la madre antes de que se bajara de la cama -y en la oscuridad adivinaba unos ojos que respondían con una mentada de la misma intensidad, pero en sentido contrario- y se fuera a dormir a la silla de la "sala" (no tengo sala, así que la referencia es estrictamente espacial).
En la regadera sentí un ligero ardor en el hombro. Ha habido peores.
Cuando me fui, le rasqué la cabeza, le jalé una oreja y le di un beso en el cuello. Mira si te he de querer.

jueves, 8 de enero de 2009

Muñecas, incendios y un piano

Durante la gira de 2005, los Dresden Dolls abrieron el concierto de Nine Inch Nails en el Palacio de los Deportes; conseguí un boleto ese mismo día, casi por un milagro, de un tío bastante raro (¿quién corchos se pone medias onda Pippi Longstocking a rayas rojas y negras en los brazos?), y muy de último momento. Entré temblando y temblando tomé mi asiento.
No conocía a los Dresden Dolls, pero fue la primera vez que vi un piano rockear más duro que una banda completa: si hubiera faltado la batería, igual hubiera vibrado el Palacio. Vamos, que Amanda Palmer ES los Dresden Dolls y Brian Viglione sirve más como músico de gira y sesión que de integrante.
En ese momento no sabía nada de música digital, pero cuando entendí los principios más básicos (algo como un año después...), me vi casi obligado a buscarlos. Ahora, con chorros de horas dedicadas exclusivamente a la colección y ordenamiento de 650 horas de música (qué cinismo el mío), me cruzo con el disco solista de Amanda Palmer: lo descargué hace ¿tres semanas? y sólo el día de hoy lo escucho.
Veredicto: no ha terminado la primera vuelta (porque va a dar varias) y ya está en las Rolotas de allá arriba. Sépanlo bien: eso es un despliegue de creatividad, rangos vocales, emotividad de difícil catalogación y dinamismo, así que píquenle a la flechita que apunta a la derecha.



miércoles, 7 de enero de 2009

To the dearest departed

She, who for years has been one of the most important women in my life, who has loved me to an extent I cannot requite, who has been the factual demonstration that love is deserved and happens in spite of your will, who has supported me in ways I have not even had notice of, departed today for Barcelona.
My best will goes with her, and from the bottom of my heart, I expect her to be happy, something I couldn't do back in the time.
Somehow, I should feel a deep loss, but the only sadness is that of never really talking to her, and probably not having such a chance again.We are different people.


sábado, 3 de enero de 2009

Deshacer camino

Me rendí.
En términos generales, es cosa que me tengo prohibida: mi constitución moral me obliga a no dejar nada inconcluso, a seguir hasta las últimas (y más estúpidas o absurdas, en ciertos casos) consecuencias. Pero si alguna entre las pocas virtudes que tengo he de rescatar y ponderar como capital es la prudencia, aunque no todos los días sea un dechado de tal.
El 31 tenía intención de ir a un bar a tomarme una cerveza tan sólo para no sentirme miserablemente solo. Según yo, a eso de la una de la mañana ya iba a estar de vuelta en la casa, hecho bolita, con los gatos encima; pero tuve la buena fortuna de encontrarme a una amiga de hace varios años y brincar de ahí a una fiesta, y luego a otra, y luego otra. A las diez de la mañana me rendí, pachón de cerveza y aturdido de electrónica de la que no me gusta.
Y habré llegado a la casa a las once de la mañana, pero mi determinación de cruzar Insurgentes no se iba a diluir por una nimiedad como haber pasado la noche de fiesta y no haber comido en dos días. Empecé a caminar a las seis de la tarde, dirección sur: en la tradición china, Khwan es Yin, el norte, la tierra, la sumisión; Khien es Yang, el sur, el cielo, la fuerza. Ergo, era la única ruta a seguir. Casualidad o no, Feng-Shui o no, I Ching o no, el norte de Insurgentes es una zona oscura, sórdida, desagradable a momentos, atemorizante en otros tantos (y de verdad que preferí hacer como que no era turista); y tan sólo uno se acerca al centro de la ciudad, todo cambia significativamente.
Caminé cinco horas y media; y a pesar de la tentación de irme a mi casa (estaba a cinco cuadras), no me rendí sino hasta llegar a Periférico, recorridos unos (no me hagan mucho caso, que no sé calcular distancia a ojo de pájaro) 22 kilómetros.
Si fuera yo un buen émulo de mis artistos de otros tiempos, diría que crucé la topografía de mis sentimientos y mis relaciones personales, en un periplo épico posmoderno que disloca la noción de realidad y construcción de la memoria, cuestiona al individuo en el microcosmo identitario y cercena la pulsión emotiva al desplazarla a los dominios del riesgo físico. La verdad de las cosas, y dicho en palabras reales, Insurgentes ciertamente es el paisaje de muchos momentos de mi vida, y me era imposible no relacionar alguna calle o barrio con gente que estuvo en algún momento conmigo. Y si hubiera seguido caminando, hubiera tendido más puentes todavía.
Me rendí mucho antes de llegar a Periférico, quizá a la entrada de Ciudad Universitaria, cuando decidí que sólo podía caminar una hora más. En ese trayecto me sentí un tanto abrumado, por saber que no iba a terminar lo que me había impuesto y que el bendito Metrobús ya había cerrado; en algún momento, y sin que entienda todavía por qué, estuve a punto de llorar, colmado de una extraña sensación de cansancio e impotencia, conmovido por el cielo claro y el filo de luna que se veía.
Cuando pude ver Periférico, sentí el pecho abierto: no importa claudicar esta vez, me importa un corcho que todo ese esfuerzo no se traduzca en "llegué", pues en primavera lo voy a volver a intentar. Mi decisión más prudente era rendirme, aun cuando me rehúso siempre a hacerlo y puno la rendición: es lo único que en verdad le reprocho a mi padre; y tengo perfectamente claro que, por dignidad, era lo más correcto que él podía hacer.
Pongámonos muy elevados, muy metafóricos, hasta llegar al lugar común: si fuera el autor de la novela de mi vida, tendría que hacer a mi personaje más humano y darle oportunidad de rendirse ante las circunstancias. Quizá sea momento de que se rinda y deje a mucha gente: acéptalo, no lo vas a lograr.
Pero antes de escribir una sola frase de esa novela (que seguramente sería aburrida como Pío Baroja), me quedo con el único buen deseo que recibí este año nuevo, y sin lugar a dudas ni sorpresas de una de las mujeres más hermosas e importantes para mí; del otro lado, tengo la impresión de que es indispensable empezar a renunciar para que se cumpla:
Vi a la Felicidad, me dijo que va a vivir contigo. Le pedí que se llevara también a la Salud y al Amor. Trátalos bien, son amigos de la Fortuna, y van de mi parte... Feliz Año Nuevo.
En vista de todos los nuevos roomates que ya me asignaron, voy a tener que rentar un departamento más grande. Al margen de eso, ¿cómo corchos no adorarla?