miércoles, 26 de enero de 2011

Un banco de arena

La última vez que pisé una playa fue en el verano de 2004, justo después de varios malos momentos. Lo que ha seguido se resume en trabajo y poco tiempo libre; también poca voluntad.
El sábado, por intempestiva iniciativa del primo de mi cuñado, aparecimos en la Bahía de Kino con tres cervezas bajo la mano. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí ostiones frescos, o pata de mula, o jaibas en su concha; pero sí recuerdo la última vez que pisé una playa, y acompañado de quien. Y ese recuerdo navegaba el instante, mi relación con una playa que no conocía.
El agua era incómodamente fría, no cargábamos toallas con nosotros (sólo tres cervezas), no era clima para nadar en el mar: el sol era plácido, pero había familias en chamarra. No era ocasión de nadar —al menos para aflojar por fin el cuerpo después de tanto tiempo de tensión y trabajo y entregas y dolor—; a pesar de alguna necedad de lanzarme, sólo pude meter las piernas hasta las rodillas y mirar mis pies hundidos en la arena.
Si me paro en cierto lugar, este viaje fue mala idea; si doy un paso, es lo más prudente y correcto en mucho tiempo.

jueves, 13 de enero de 2011

El vhiernes (casi)

Tan mal, en tantos sentidos, de tantas formas, que no sabría por dónde empezar. Sólo voy a invocar las reglas de la furia: seguro a la primera deducen las razones que amparan la presencia de esta joya en este intolerante blog.

miércoles, 12 de enero de 2011

En las vísceras

Tuve el impulso (muy a destiempo: hay que entregar un catálogo el viernes, y otro más por la tarde, y una tira de materias la semana entrante, y hacer como que estudio [ajá...] para el próximo examen de la UNAM) de revisar un cuento. No están ustedes para saberlo, pero lo poco que he escrito en mucho tiempo ha sido por encargo de Eme-Equis, vía Antimio Cruz.
Me gusta "Ámbar gris" por el ritmo que logró y la cantidad de sensaciones que lo cruzan. Independientemente de ese impulso paternal de exhaltar a mis hijos, sucede que soy corrector de estilo, y ya pasó mucho de que escribí el cuento, y ahora lo miro con la navaja en una mano:
No llevan prisa. Saben que todos van a estar sentados en la sala, contando las mismas historias, fumando y tomando cerveza. Saben que, pasadas un par de horas, se van a empezar a aburrirse, Octavio se va a acordar de Susana y le va a marcarllamará a las tres de la mañana, Miguel se va a adueñartomará control sobrede la música y todos se van a quejar, todos le darán su dinero a Horacio va a juntar dinero para más cerveza y botana y se va a quedar conpodrán dar el cambio por perdido, a las cinco van a cenar a ver dónde y luego él tendrá que llevar a varios a sus casas. Prefieren no llevar prisa.
¿Qué hacer cuando uno tiene este ojo de carnicero?
En otros menesteres, el cuento cobra una dimensión más después de leer los capítulos aromáticos (llamémoslos así) de Moby Dick.

jueves, 6 de enero de 2011

Vida y opinión

I.
Una prueba de personalidad arroja los siguientes descriptores a partir de mis respuestas; comprenderán si me permito escoger los datos relevantes.
Oliver es un individuo preciso, exacto y meticuloso. Constantemente busca la perfección y se interesa mucho en los detalles; si bien tiene cierta inclinación por el detalle, también necesita realizar tareas de carácter variado, para evitar aburrirse y lograr la máxima eficiencia. Le gusta reflexionar sobre las cosas. Usa sus destrezas lógicas y analíticas para responder a problemas complejos y difíciles. Tiende a seguir el protocolo. Trabaja más eficaz y cómodamente en situaciones estructuradas, claras e inequívocas. Su aproximación general es cautelosa y conservadora.
Ha de entenderse que es un perfil para reclutadores laborales y que la 'valoración' está sesgada hacia mi capacidad para funcionar en un entorno de trabajo. Pero maldita la cosa, la piedra no cae lejos respecto a mi carácter general; ni siquiera de mi gusto literario. Del musical no hablo, porque en definitiva no ajusta.

Ia.
Lo que una prueba de personalidad en línea no arroja es la variación en situaciones localizadas: sí, tengo una obsesión por el orden y el sistema; sí, le traigo el ojo puesto al objeto perfecto; sí, necesito hacer cosas muy distintas, muchas, al mismo tiempo, o no me pongo quieto; sí, soy de formas y gusto conservador ('clásico' me parecería un poco más preciso). Pero tengo una pulsión maniática por encontrar soluciones distintas dentro de un mismo proceso. 'Make it new' (Pound).

II.
En la columna de la derecha se lee un robusto pliego petitorio: libros de variopinto tono y color que debieran formar parte de mi biblioteca* desde hace mucho tiempo, o quizá desde que se agitó mi curiosidad. Poco de lo que ahí se enlista se escribió en la segunda mitad del S. XX, y es generosa la cantidad de lo que se remonta a dos (o tres) siglos atrás.
Es perogrullada que ese pliego petitorio da clara idea de mi gusto literario; lo que resalta, en última de las instancias, es el derecho que tienes de disentir: si mi selección te parece anticuada, a mí no me da curiosidad leer a Stephenie Meyer o Dan Brown, entre otras novedades editoriales. Y todos contentos.

III.
Y podrá ser anticuado, oxidado, retrógrado o sencillamente viejo, pero la gran literatura se actualiza y toma su lugar en el tiempo, se hace espacio y presencia sin importar su edad. Sólo la gran literatura aprehende su futuro.
Ya saben qué edición quiero y me pueden regalar.

*De paso le agradezco a Xotlatzin por aquella edición digital de Los viajes de Gulliver. Digo, ya que estamos tocando el tema.

sábado, 1 de enero de 2011

A su salud

Sobran, a todos, los motivos para recordar y hacer evaluaciones, especialmente en estos dos días. Me parece más pertinente planear y disponerse a descubrir que sancionar, o no tener la providencia de considerar complementarios esos dos momentos.
En última de las instancias, tendría que hacer memoria en función de las cosas que me apasionan y cambiaron, por adición o sustracción. En mi lista de conciertos que reverberan con rabia, despuntan los Boredoms, Massive Attack (los dos) y Health. En su momento no hice una reseña en forma y orden, pero me excusa (que no disculpa) el vértigo que continúa al día de hoy y que seguirá al menos durante dos semanas.
Para repasarlo de manera sencilla, pocas veces verán que una masa de ruido haga bailar al público. Intenso. Emocionante. Divertido. Vital.
Revisen las rolotas: de veritas que vale la pena.