Manual pedagógico para un corrector

Es sabido que los correctores de estilo son personas taimadas y carentes de escrúpulos que reiteradamente ponen en evidencia las incapacidades lingüísticas de los autores, pecado grave como otro ninguno. Sin embargo, cabe preguntarse –en atención a tan recurrente y aparentemente inevitable condición suya– los motivos por los que se vuelcan a estos malos vicios, a prácticas tan indecorosas que cualquier individuo de formación y buena cuna encontraría vergonzosas.
La respuesta –evidente, incontrovertible, casi una perogrullada– no radica en ellos mismos, sino en su entorno: comprobando la filosofía de Rousseau, es la editorial la que pervierte la natural bondad de sus empeños.
¿Cómo remediar el mal que causan estos nefandos personajes del universo editorial? Por medio de la educación: una casi sentimental, consistente en hacer responsable al corrector de sus propios actos a fin de que los autores no tengan que sufrir su pedantería.
Este escrito, que atenta y rabiosamente lees, corrector, es más para nuestro beneficio que el tuyo, así que atiende:
• Analiza la editorial a la que pretendes adherirte: ¿es una editorial? ¿O es la división tácita de ventas al servicio del resto del corporativo, o capricho de un Dr. en gastronomía para concertar intercambios con restaurantes de otra alcurnia?
• Analiza al personal de la editorial: ¿son profesionales de la edición con experiencia en el ramo, o licenciados haciendo un servicio social de largo aliento, o especialistas en la materia de trabajo de la publicación en cuestión, pero con profundas lagunas de lenguaje y capacidad de análisis?
• ¿Existe un proceso para seleccionar al personal? ¿Las plazas se postulan a concurso?
• ¿La editorial a la que te adscribes cuenta con una estructura de trabajo y respeta sus procesos de edición? ¿Cuenta con un calendario de trabajo? ¿Atiende puntualmente, o al menos en la medida de lo posible, las fechas estipuladas?
• ¿Es pertinente que la editorial cuente con un manual de estilo? Cabría preguntar si debiera tener un kit de prensa y ventas, pero no es tu responsabilidad supervisar los ingresos derivados de la venta de espacios publicitarios.
• ¿Tiene la editorial un modelo de negocios que le permita solventar su existencia? ¿Es sustentable económicamente? ¿O padece de la ubicua enfermedad de subsistir al día?
• ¿Entienden las cabezas de la editorial que hay otras oportunidades y necesidades de publicación distintas al papel? ¿Conocen y entienden la dinámica de los medios electrónicos? ¿Han planeado la migración o coexistencia de las publicaciones digitales con las físicas? ¿No?
• ¿Están al día con las nuevas herramientas de publicación y gestión editorial?
• ¿Conoce la editorial para quién publica, quién es su lector modelo (por no decir el real)?
• ¿El personal que labora en la publicación es suficiente y cubre las necesidades de ésta?
• ¿El personal conoce el tren de trabajo y comunicación al que deben atenerse? ¿Queda claro a quién debes reportar tus actividades, quién evalúa tus correcciones, quién está autorizado para emitir indicaciones y recomendaciones?
• ¿Están delimitadas las actividades y alcances de cada actor del proceso editorial?
• ¿Llegaste o te buscaron?
• ¿Recibes queja de tu trabajo, o sólo de tu taimada y ofensiva personalidad y carácter hosco, propios de una ardilla de biblioteca con tendencias obsesivas a la lectura y la irrestricta observación a las reglas ortográficas y gramaticales y el sentido común?

Por una cultura editorial que procure su salud y la de los miembros a quienes bajo su guarda cobija.