jueves, 28 de febrero de 2008

Poliglotismo

Por lo regular -o quizá deba decir a últimas fechas- hago varias cosas al mismo tiempo, ingrata particularidad de una cabeza que intenta procesar más de lo que puede: cuando limpio mi casa, dejo de barrer para pasar el trapo a los muebles y dejo de pasar el trapo para cepillar a los gatos y a veces dejo de cepillar a los gatos para acomodar los papeles que están tirados en la mesa. Podría parecer que jamás termino, pero los asiduos (...) visitantes pueden constatar que la casa está limpia cuando entran.
La cosa no cambia mucho cuando involucra trabajo: en lo que corrijo un texto, reviso el correo para ver si llegaron las imágenes que me prometieron, imprimo los correos de los respetadísimos e importantísimos doctores en ciencias que envían sus cuidadosísimos arbitrajes para una revista académica (de la que no entiendo ni los títulos), envío la versión corregida de un texto escrito por un importantísimo aspirante a doctor en ciencias y le escribo a otro para avisarle que su trabajo es tan malo que ni considere que esta respetadísima revista académica de ciencias va a publicar su trabajo, aunque eso lo tengo que decir con más cortesía o se crispa el colegio de ciencias...
Hoy no es muy diferente, y sin embargo sí lo es. Supuestamente mañana iba a terminar de revisar contenidos para mi revistita de arte, y ahora resulta que voy a hacerla de reportero y me toca entrevistar al importantísimo artista Anton Vidokle en un evento, que no sé si sea importantísimo y privadísimo, pero nomás tengo veinte minutos para charlar en inglés sobre arte contemporáneo (como si yo supiera un carajo de arte contemporáneo...), quizá con una cerveza en la mano.
Antes de aceptar la importantísima encomienda, tengo que acotar una particularidad con mi editor: "Cabrón, el multi-task eres tú, no yo. Yo no soy reportero". Y con una sola frase frena en seco mi queja: "Pues sí, pero tú hablas inglés mejor que yo". Bendito poliglotismo, que acaba de hacerle un addendum a mi currículo: periodista (ajá...).
En fin, como la cosa no me pone de mal humor (es sólo que no sé hacerlo, aunque no sé qué tan difícil sea), pues me sigo con esa pequeña inercia. Y a los lectores no-angloparlantes, una disculpa, pero hay que seguir la línea.

lunes, 25 de febrero de 2008

Miscelánea

Quisiera escribir algo, por ejemplo burlarme de la última mujer que cree que se burló de mí (oh, triste corazón, humillado tú como estás) y no hizo otra cosa que demostrar su terrible inmadurez, a sus post-adolescentes 28; me pregunto si le cruzará por la cabeza que mi intención era decirle que la cosa no estaba bien y lo salomónico era cortar por lo sano, con toda la corrección y propiedad de gallardo caballero que procuro. Ya poco importa, pues su mensaje de corte "mira lo que te perdiste" me ahorró una taza de chocolate y cualquier explicación. Dicho en castellano regular (y ardido, ¿por qué corchos no jugar a lo mismo?): mira de lo que te pierdes, terroncito de azúcar.
También quisiera escribir de la loca cantidad de trabajo que saltó en cosa de cinco minutos a causa de una editora invitada que nomás no parece saberle al trabajo editorial; pero no hay problema: siempre hay un necio obsesivo que salta al quite, aunque deje de dormir unos días más y coma a deshoras. Hombre, no pasa nada: todos lo hacemos una vez cada cuanto.
Y quisiera escribir del articulito que estoy escribiendo (del que estoy corrigiendo no quiero escribir, que la política me choca y poco me importa, pero trabajo y favores son trabajo y favores), pero ahí sí, mejor esperar a que se publique, pues bien podría copiarlo todo acá y matar el factor sorpresa (ajá...) que corresponde a su publicación.
Por añadidura, no tengo tiempo de escribir, así que mejor me regreso a mis menesteres de lunes, a ver si en el transcurso de la semana me salen cuatro párrafos que valgan la pena: éstos, como se puede presumir, poco o nada me convencen.
Qué lindo deporte jugar a ser quejiche.

jueves, 21 de febrero de 2008

Umbra

Ayer, metido en esta oficina, chismeando en la obra de James Turrell, sonriendo casi estúpidamente (más bien, estúpidamente), asombrado hasta la anonadación, sin prestarle atención siquiera a la música (y eso que sonaba Tool, Alvin Lucier, Joy Division, Ravi Shankar, John Coltrane, Masada y Marc Ribot [lo sé porque acabo de revisar el playlist]), me perdí el eclipse lunar que se pudo apreciar en esta ciudad.
Si Turrell se enterara (ajá...), seguramente me regañaría: construir un observatorio astronómico natural, el cual prescinde de todo instrumento para mejorar la visión, hace patente con mucha más elocuencia que cualquier explicación de su obra la importancia que le tienen las luces celestes.
Estoy a punto de entrar en una de esas divagaciones mías en las que las situaciones que se presentan, con su abrumadora ironía, ponen en entredicho cualquier suposición y/o aseveración mía; como cuando uno da por sentado que algo es importante y resulta que no, o cuando uno cree que de verdad tiene un buen sentimiento hacia alguien y la reciprocidad es relativa, o cuando la sorpresa de la naturalidad y expresividad de algo se vuelve burda cuando una nueva experiencia aparece y tira por la borda la experiencia anterior. Pero, peor todavía, cuando algo es brutalmente hermoso y se pierde por no estar en el momento preciso, por dedicarle el tiempo a algo que, si bien encantador, es más ilusorio de lo que parece.
Pero no, no voy a empezar. Voy por un vaso de vino, quizá una botella...

miércoles, 20 de febrero de 2008

No lo pude evitar



Y éste está glorioso; por cierto, mum es glorioso.

James Turrell

Benditos sean mis trabajos, todos y cada uno de ellos: me mantienen casi en mis cinco (como cuatro y un tercio), me hacen reír (benditos mis autores mensos que escriben remal, pero piensan que escriben rebién; o que dicen "invitamos a dos colaboradores más" y luego enuncian tres nombres), me emocionan, me muestran cosas locas y nuevas y sorprendentes y viejas e irrelevantes.
Hoy, bendita mi revistita de arte, conocí a James Turrell; según yo, en algún momento, uno de mis mejores amigos (y que siempre y por el fin de los tiempos lo voy a tener en mi más alta estima, por motivos varios, incluido ese boleto gratis para Daft Punk [que, tangencialmente, ese concierto se relaciona con esta entrada]) me mencionó brevísimamente su trabajo; si puedo hacer esa ilación es por arte y magia de mi perversa memoria: recuerdo que me describió las obras de un tío que hace escultura con luces de neón y demás sistemas de iluminación.
Hoy, a unos cuatro años (no, no son dieeez años...) de distancia, me topo con su nombre en un texto que estoy revisando. Y ahí voy de metiche al Wikipedia nomás por ver quién corchos es; para no variar, como casi todas las cosas que me interesan, es suficientemente atascado y tanto más atípico como para comprar el cráter de un volcán extinto, con la finalidad de convertirlo en un observatorio astronómico. Luego descubro lo siguiente:
'The Light Inside', una instalación para sitio específico, hecha con luces de neón, paneles de yeso y vidrio. O ya para entenderlo de otra manera:

Eso no es un cuadro morado en la pared; es más, ni siquiera es una proyección en una pared, ni un plano. Al final del largo pasillo blanco (unos quince metros), en la pared del fondo se abre una pequeña entrada a otro cuarto, saturado de luz ultravioleta.
No me pregunten por qué, no sé cómo, pero estos juegos de color, luz y materia (y la física, que sabe más que yo, está de acuerdo conmigo en que la luz tiene materia) me parecen abrumadoramente emotivos, como me lo parecen los cuadros de Mark Rothko, toda proporción guardada. Y si pudiera quedarme un día entero parado frente a estas piezas, dejaría mis trabajos uno detrás del otro y me estaría días enteros viendo las piezas de Turrell, una detrás de otra.

lunes, 18 de febrero de 2008

Cambiar de opinión

Como siempre, o al menos para no variar demasiado, iba yo a hacer algo (quejarme amarga y dolorosamente por las horas y horas que limpié mi casa el fin de semana [sábado y domingo], especialmente ayer, que barrí y trapeé como cinco veces por la ominosa cantidad de polvo y aserrín que dejaron los trabajadores [yo entre ellos] que pusieron una puerta y terminaron un muro de tablarroca) y ahora me arrepiento y hago otra cosa (una gloriosa recomendación).
Chismeando en la página de uno de mis proveedores de música por internet, me encontré con Lacrosse, que no sé quiénes sean, ni de dónde sean, ni cuántos discos han editado, ni por qué decidieron hacer música en lugar de ser productivos y entrar al mundo de las finanzas y los ejecutivos, ni absolutamente ningún dato, relevante o irrelevante, de ellos. Pero me tomé la molestia de ver un video suyo y me importa un corcho quiénes sean o cuándo se formaron: me pusieron de buenas, y hoy (para no variar) venía de malas.


viernes, 15 de febrero de 2008

Pasadas las fiestas

En el imperio de mi amor, los dos que señorean. ¿Qué quieren, si la misantropía resulta tan poderosa (y, peor aún, justificada)?
Fotos viejas, de cuando eran chamacos: a estas alturas, ya están pachones y más parecen mapaches. Muy sin embargo, hablo mucho de mis gatos y pocas veces los presento al mundo.

jueves, 14 de febrero de 2008

Ese mártir Valentín

Me choca caer en lugares comunes; uno es "feliz día del amor y la amistad" y rosas rojas y corazones y globos y chocolates y el larguísimo etcétera que impregna este día. Otro es "soy un amarguetas y me choca el día del amor y la amistad", que -aunque cierto- es la otra frase asquerosamente recurrente y que también inunda el día. Mejor jugar indiferencia.
Y muy a pesar de que el humor general es "me choca el jodido día", uno no puede dejar de prestarle atención a determinadas cosas que son más valiosas que cualquier jodida fecha que alguien decidió que era buena onda exprimir de la manera más mercantil posible.
Algunas de esas cosas son las glorias gloriosamente escritas: confiando en que las miríadas de lectores de este blog son ejemplos encarnados de los buenos modales, tengo por seguro que pasarán al blog de Xotla a agradecer que copiara "El ruiseñor y la rosa". Por más amarguetas que sea cualquiera, leer esas cosas terriblemente melosas le ablandan el corazón (bendito romanticismo y aledaños).

miércoles, 13 de febrero de 2008

Iba a escribir una frase en inglés que ni siquiera para mí tiene sentido, aunque por una fracción de segundo me pareció que sí. Evidentemente (dah), la borré. Vuelvo al punto de las bendiciones del lenguaje escrito, de donde cualquiera puede colegir que soy un necio redundante que no hace otra cosa más que enredarse en su propio egocentrismo y citarse una vez a la semana, o a la quincena, si el tiempo no le sobra, como es el caso del día de hoy, que debiera estar corrigiendo una revista para señoras tontas que organizan bodas (propias o ajenas, da igual) y en su lugar estoy metido en esta oficina rumiando algo que ni siquiera puedo ponerle nombre porque nomás estoy rebotando en mi propia necedad, lo cual no es novedad y cualquiera que me conozca dos milímetros puede constatar cualquier día de la semana.
O empiezo a hacer algo productivo y organizo tanta palabra o voy a terminar redactando los valores nutricionales de la caja de cereal, y hace mucho que no compro cereal...

viernes, 8 de febrero de 2008

Geografía

Hay una rola que no puedo decir realmente que me gusta; de hecho, sólo conozco un cover que ni siquiera tengo idea quién toca, no digamos la original. El asunto es que el coro dice algo así como: "Hoy me siento regulín regulán / No estoy bien, no estoy tan mal".
Me chocan los días así, porque ni siquiera tengo una actitud definida ante las cosas: ni las puedo mirar con ojos de borrego ni me sale bien ladrar ira y coraje. Lo peor del asunto es que tampoco puedo jugar indiferencia y me termino involucrando a medias, sin que de verdad logre meterme al quid.
"Oye, míralo por el lado bueno: al menos no te estás deshaciendo el hígado de rabia". Pues no, pero tampoco tomo partido. Es como jugar a que uno es Suiza, antes de su entrada a la ONU, claro está. Si uno de veras se pone puntilloso y hace caso a lo que ha pregonado Elie Weisel desde hace años y amplía el sentido de su cita más famosa: "Toma partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio anima al torturador, nunca al torturado", aún ante las cosas menores del cotidiano debe uno tener una actitud, asumir una postura y enfrentar las minucias que construyen cada hora de cada día. Suena abrumador (seguramente lo es), pero esta infame configuración moral me empuja a eso.
Ergo: estar regulín regulán es como fingir demencia desde el estado emocional; la joda viene cuando hay que sobreponerse a ese estado y volverse pragmático y hacer las cosas con una actitud y con una determinación. Como si no bastara lidiar con los perros de alrededor, uno todavía tiene que lidiar consigo mismo.
Ash, yo quería contar un chiste y terminé en estas cosas... ¿Algún remedio para la digresión?

martes, 5 de febrero de 2008

El nómada

Aunque hubo quien calificó de gitano. Si consideramos que antes leía (mal) las cartas...
Lo dije hace algunos meses, pero para algo uno es necio y para algo alguien inventó los hipervínculos y para algo uno aprende que todo puede replantearse de alguna manera que resulta perfectamente absurda o atípica o recurrente o familiar: mudarse es una mierda. Y es una mierda cuando el casero dice: "No se preocupe, señor Davidson, que el departamento está en perfectas condiciones, recién pintado, limpio, todo para que llegue a instalarse" y resulta que del techo cuelgan los focos (los cables, por supuesto, ¿por qué corchos no?, hechos de trocitos de cables y pegados con cinta de aislar) y sus respectivos apagadores en instalaciones evidentemente mal hechas (y peligrosas), resulta que las costras de polvo se levantan si uno tira el pisotón en la alfombra, resulta que la tapa del tanque del excusado está partida en dos, resulta que las paredes están pintadas en un mamey espantoso que nomás de verlo provoca hambre y asco (¡qué maldita combinación!) y ni siquiera están bien pintadas pues nadie se tomó la penosísima molestia de rematar las esquinas como se supone que uno hace cuando tiene dos miligramos de cuidado.
Ah, pero uno siempre puede añadir que el casero se está poniendo fresco porque, maldita la cosa, muestro alguna reticencia a tomar posesión (y, por tanto, empezar a pagar la renta). ¿Mencioné que se comprometió a levantar un muro a fin de hacer un estudio (que, en honor a la verdad, servirá de tercera habitación; pero eso él no lo sabe) y ladra porque le recuerdo su compromiso?
Hummm... Un segundo, algo me falta... Ah, por supuesto: la terrible impertinencia y casi hasta irresponsabilidad que aparentemente nos escurre hasta de las narices porque no podemos presentarnos a una cita en la hora que él decide. Decidido: en la semana renuncio a ese tercer trabajo -y ya de una vez al segundo, ¿por qué corchos no?- para poder aparecerme a la hora que le venga en gana. Total, ni que de verdad fuera tan imperioso el pago de las croquetas de los gatos y mi comida y los servicios y los transportes al primer trabajo.
Sí, sí: movimiento es creación...