viernes, 31 de julio de 2009

Don't you know, you fool?

Ayer, metido en un bar donde la abrumadora mayoría eran metaleros matudos ladrando (mal) a Iron Maiden, grité en repetidas ocasiones que callaran a la banda (mala) de covers y pusieran el audio de la tele; raro, pero estaban pasando joyas de ésas que uno oye con la sonrisota puesta.
Sin embargo, tuvieron que pescarme y ponerme quieto cuando vi en la pantalla a Frank acompañado del mamarracho de Bono. Y es que habrán sido buenos chicos (el más adulto frisaba apenitas los 22 años), pero qué bonito fuera si tuvieran disposición y capacidad de escuchar algo distinto a Cannibal Corpse y Dark Tranquility.

miércoles, 29 de julio de 2009

Un ejercicio de orden

Empecé a escribir a los quince años, una tarde de hastío en que definitivamente no tenía ganas ni de escuchar la radio. Casi inmediatamente después me autonombré cuentista [sic] (qué naif... disculparán ustedes: la inocencia de la edad), y me presumí de tal durante cuatro años, hasta que entré a la carrera y salí de mi ensueño; por supuesto, me convencí de cursar la licenciatura en Literatura Latinoamericana porque seguramente ahí me iba a formar como escritor. Para mi buena fortuna, antes de que terminara el primer semestre caí en cuenta de que mi formación era de lector, punto al que otros no llegaron (y siguen en el ensueño).
El grueso de lo que escribí en esos tres años fueron ensayos monográficos; de a poco descubrí lo interesante y divertido de la labor, aprendí a decirle a mis maestros lo que pensaba y con mi propia voz, en el tono que querían escuchar. Y muy pronto entendí que la especificidad y la precisión son indispensables en la tarea del crítico: las grandes obras literarias se pueden leer de muchas maneras, y siempre tendrán algo que decirle al lector.
Hoy día, enrolado en una revista electrónica que me está exigiendo una cantidad importante de escritos en poco tiempo, esencialmente oxidado en el hábito de escribir según UNA línea argumentativa (ese asunto de la cabeza digresiva), con las habilidades retóricas sepultadas bajo el torrente de la opinión y el impulso del sentimiento [sic], sin tener en claro quién es mi lector y no poder dirigir mis palabras a ese horizonte en específico (lo que se traduce en 'no poder hacer trampa'), me veo en la dificultosa tarea de abordar uno por uno los temas que me interesan, restringido por extensiones a las que jamás me he sometido.
Si Lemuel tenía mucho que decir, ahora es bien difícil escuchar una sola de sus voces y traducirla en párrafos; pero soy más necio que él.
En mi caso, ésa sería un gato pachón de seis kilos.

martes, 28 de julio de 2009

Los trabajos y los días

Se suman por encima de sí mismos, se comprometen a extremos que exigen la sangre, se implican los unos a los otros, se arrasan de desesperación e ira cuando no encuentran su camino, se suceden según su propio curso, se atropellan cuantas veces las horas no les son suficientes, asesinan desde la paciencia hasta la calma.
Suceden porque se les permite. Porque no encontraron resguardo ni abrigo en tanto tiempo. Porque son el común denominador. Porque dicen ser no sólo necesarios, sino indispensables. Porque saben instalarse en cada dolor.
Y suceden. Y uno no está de humor ni en capacidad para atender responsabilidades que le son ajenas.

lunes, 27 de julio de 2009

A medianoche

El jueves terminé en un bar donde proyectaban Singin' in the rain. Y justo llegué en el momento en que Gene Kelly cierra el paraguas. La compañía era agradable, la que uno extraña después de años de no compartir la cerveza juntos: el muro fue el que me pintó la sonrisa en el rostro (el muro y una cara de terror).
Hoy en la mañana, de camino a esta oficina (que está a punto de ser oficina otra vez: ya nomás falta acomodarnos como los dioses mandan y poner el teléfono en su lugar), me acordé de esta entrada. Insisto, quiero amigos como los de Mint Royale.



Algún día he de plagiar, sin el menor reparo, esa última frase del diálogo: "from where I stand, the sun is shining all over the place".

martes, 14 de julio de 2009

Hiato

Creo que es incuestionable que este blog está en el abandono (telaraña en el hocico del león y cochambre en los botones de las rolotas). Hace un par de semanas me vi obligado a escribir lo que no había hecho en ¿un año y medio?, y durante los próximos cuarenta días el ritmo va a estar feroz. No puedo (y no quiero) decir mucho al respecto: si todo funciona según los planes, es obvio que he de pasar el chisme.
La sola perspectiva de todas las ideas que tengo que ordenar en mi cabeza (y sabemos que es digresiva), para después traducirlas a palabra, y encima desprenderme de cualquier dimensión personal, me agobia. Dos grandes dificultades me asaltan:
- Las ideas son palabras, imágenes, sensaciones, asociaciones; no encuentran la misma resolución y se expresan (a veces no lo hacen) según sus propias necesidades. Decir una imagen requiere un esfuerzo significativo, pero decir una sensación o a qué sabe un durazno es una tarea épica, a menos que uno sea un poeta en forma y con suma libertad. Una epifanía rara vez sucede en palabras: se traduce en ellas, pero ese relámpago no es capaz de contener una oración y se requiere un trabajo meticuloso y paciente para llevarlo a sujeto y predicado.
- La crítica literaria no puede, por ningún motivo, disociarse de la voz del crítico. Se habla desde un umbral de experiencia y con un horizonte de expectativas. La crítica literaria es ese punto donde las posibilidades de una obra literaria se resuelven en ese horizonte en el lector.
Y lo peor es que tengo un post entre dedos, pero la conexión en casa es vergonzosa y no ayuda a mis fines. Aunque admito que el gato en las piernas y la sandía en el escritorio ayudan.

sábado, 11 de julio de 2009

Ilargia


I.
Estos últimos días ha hecho una luna esplendorosa. Y yo sin una cámara fotográfica decente: ni siquiera voy a cometer la impertinencia de mostrar el chiste de fotografía que saqué con el celular hace dos días.

II.
Libérrimas asociaciones: la luna volvió a despertarme. A las tres de la mañana, lo tomé como un anuncio de la mujer que entra a mi casa.

martes, 7 de julio de 2009

Mercy

I.
Otra vez me paso dos horas enclaustrado en la oficina, en una oficina que no es la mía porque la mía está en remodelación, en una oficina que ni siquiera es oficina, sino la sala de juntas que hemos tomado por asalto por las siguientes semanas, en una oficina mucho más fría que la mía (y por tanto más dolorosa), y cuyo único encanto son las paredes de madera y el ventanal que mira al jardín de atrás, al sonido de la lluvia azotando los árboles y el pasto.
Por fin se detiene, por fin puedo salir de aquí, un poco harto de hacer poco de provecho y con mucha hambre. Los charcos en los jardines son enormes y el reflejo de la luna y las lámparas en el lodo (cuarenta centímetros) hace un contraste muy hermoso con el verde vibrante de las hojas, y el amarillo, y el rojo.
Cincuenta pasos y una nube no alcanza a esconder la luna.

II.
Pasada la una de la mañana. He estado viendo la televisión para no pensar, porque me rehúso a caer en uno de esos momentos en que devasto. He visto una serie estúpida, mal escrita y peor actuada; he visto un comentario sobre el golpe en Honduras y francamente me importa poco; he visto el noticiero de medianoche, sólo por ver algo; he visto el ruido blanco (la antena de conejo restringe la oferta televisiva, aún más) y me siento más cómodo.
Apago la televisión, me recuesto y me quito la colcha de encima. Espero a que los gatos suban a la cama; Timoteo se acerca a mi pecho, mulle el colchón, gira hacia mis rodillas y le pido que regrese. Fuchi sube, se acomoda a mis pies; Timoteo recuesta la cabeza en mi brazo, lo veo suspirar, le rasco la oreja, me quedo dormido.

III.
Alguna hora de la madrugada. El gato me despierta, acurrucado junto a mí, ronroneando. Levanto la mirada: la cabecera y la pared están tan iluminadas que me deslumbran, el gato casi brilla, Fuchi ya se está acercando, nomás de metiche.
Miro con atención y pienso por un instante que el vecino tiene la luz encendida; pero no tengo vecinos frente a mi ventana. Giro y veo la luna a punto de esconderse entre los edificios; la luz cubre la mayor parte del cuarto. Me acomodo otra vez, sonriendo.
In moonlight you came from the other side.

miércoles, 1 de julio de 2009