lunes, 31 de mayo de 2010

Eyjafjallajökull

(I shall be excused, for the words to recall this experience have come to my mind exclusively in English from the very beginning; may the reader understand my lack of capabilities.)
After rushing from a rushy meeting which meant a publishing deal, I arrived to the venue, caring not for the hunger, the heat or the distance walked in a rough (almost rogue) neighborhood. Not particularly surprised by the attendees, I rather went for a beer and deal acrimoniously with the waiters and their wages. A full forty minutes late, múm went out to the stage, kinda nervous due to the roaring crowd.
And dare I say I cannot recall a concert where the audience would yell and clap so loudly for such a regular performance. Sing along to songs you don't know, múm's newest record, has been harshly criticized (if not downright deplored) by specialized magazines: indeed, it is far from being their best, as the band moved away from their glitchy, edgy and very distinctive sound to a (and I quote a friend) psychotically joyful pop. It is so very hard to relate their very intimate 7+ minute soundscapes to these dull and oh, so painfully naive glossolalia and consequently recognize an evolving career.
On the other hand, múm has become undeniably fun and the band glimmers on stage, the girls singing (or trying) in such high-pitched tones that it was like an ill children choir; also, the girls' highly dramatic gestures, shaking their hands in the air and looking seriously into the dim lights aided to that atmosphere. Still, I could not stop thinking that it was fun ripped from emotion. If they were intending to go back to a child-like state of merry and delight, they managed to do it quite fine, even if it meant parting ways from the maturity they seemed to have reached. I wonder if Kría Brekkan's departure take with her such compelling sound.
But then it is compulsory to look around and take a time to talk about the audience. Most of them could be described as obnoxious, self-centered, egotistical, shallow, trendy hipsters, which somehow gets myself into such a description. Forsooth I tell thee: soap and clean garments and hair are actually very cool, by far more than the biological hazards those kids fashion. *shiver*
So, I am there, trying my best to actually enjoy the concert and have a good time; and I was making my way just fine when a couple of redneck pricks arrived just behind me, screaming nonsense and annoying every one around. Zen, and I pay no attention to them, until this bloody springbreaker starts dancing as if he had some kind of stroke, pushing and losing his balance now and then; so, wisely I stretch the elbows, just in case he is way to close to me. And then, paradise: this asshole jumps and shakes his glass of beer in my shoulder and spilled half of it all over me. I guess the guy beside me thought I was just about to smash him to the floor, for he was the first to hold my shoulder and calm me down, having no responsibility on the matter. "Fellow, PLEASE! Is it so difficult to be careful?" and the bloody redneck is apologizing stupidly as I shove the beer off my face. Next thing I know, he starts jumping and pushing once again, so I rather flee before actually smashing him down…
Excuse my swearing, but that guy really gave me a hard time.
If I have to keep a fond memory out of the concert, it would be the encore: as the band came back to the stage, evidently overwhelmed by the roaring crowd, one of them got close to a microphone with a little jar in his hand: "Thank you very, very, very, very [8x] much for being so amazing tonight. We have a gift for you. These are ashes from the volcano and they are for you" and started scattering small pinches towards the people. That was nice.

viernes, 28 de mayo de 2010

Cartografía

Me encanta leer mapas, entienda cómo se hizo la cartografía o no, todo lo que está ahí contenido, tenga uso práctico o no. Obseso y ñoño como soy, los Google Maps me parecen fascinantes. [rayón de acetato] Aunque haya sucesos lamentables…

jueves, 27 de mayo de 2010

The green grass

Hoy, en unas pocas horas, Sir Paul McCartney dará el primero de dos conciertos en esta ciudad. Los comentarios sobre la gira versan sobre el repertorio programado y las enormes pantallas donde se proyecta un espectáculo de alrededor de cuarenta minutos antes del concierto. Según lo que escuchaba por la mañana, Sir Paul se muestra generoso ante su público no sólo por la transmisión en vivo del concierto del viernes, sino por todas las canciones que no ha tocado en México en presentaciones pasadas y que están contempladas para esta ocasión.
Y duele pensar que uno tiene toda la disposición de ajarse la garganta a gritos y los ojos a lágrimas con "Blackbird" y el comentario de ese ukulele que George le regalara, y estar fuera de presupuesto para comprar un boleto y aullar por el placer de ver a quien otrora formara parte de una de las bandas preferidas, como duele también saber que mañana ya está ocupada la tarde con los compromisos que darán pie a que regrese la sangre.
Pero entonces uno debe hacerse del remedio que le alegre el corazón de borrego.
Live and, most of all, let die.

martes, 25 de mayo de 2010

Un día demasiado soleado

El metro abre sus puertas y el golpe de calor es abrumador –por decir lo menos–, muy a pesar de que los pasajeros apenas son los suficientes para ocupar los asientos. Tres estaciones después se vacía un poco más el vagón, y el calor no amaina.
Un sujeto encuentra un asiento justo frente a mí; el calor me hace difícil la lectura de El Siglo de las luces (la prolijidad del detalle, el avasallante conocimiento de marinería y plantas y fauna y adjetivos y música y arquitectura de Carpentier son una exigencia desconcertante, con su poderosa capacidad para olvidarse por completo de la narración para construir edificios lingüísticos a fuerza de descripción), y cualquier ruido logra distraerme.
De pronto percibo un chillido agudo, que no sé si es culpa del vendedor de discos con lo más granado de la música alternativa [sic] de los últimos veinte años o algún desperfecto en las puertas del vagón, pero no logro identificarlo. Intento regresar a la lectura, con mediano progreso; y un instante después, reaparece ese sonido.
Cuando por fin logro identificar de dónde proviene, descubro que es el sujeto sentado frente a mí, los audífonos del iPod bien metidos en las orejas, que balbucea "Have you ever seen the rain" de Creedence; alcanzo a reconocer el estribillo por encima de su nulo inglés y el "I know" que es difícil no reproducir correctamente, al menos hasta donde un 'ainou' lo permite. Me llamó la atención que empezara cantando para sí mismo, a volumen bajo, y que después no le importara si alguien más lo escuchaba: un hombre mayor, de traje, cabello gris, lentes redondos y mirada seria, prácticamente se levantó de su asiento para ver quién estaba gruñendo. Los demás pasajeros se sonreían modestamente y procuraban no mirarlo o les daba más risa.
Y con alguna razón. Intentando alcanzar los tonos rasposos de John Fogerty, caía constantemente en ese chillido raro que me distraía; en un principio creí que estaba imitando las distorsiones de la barra de trémolo de una guitarra, pero era su voz nasal, casi como oír un gangoso cantando.
Como pude pasé tres páginas sin que este tío me robara toda la atención, especialmente porque repitió la canción unas ocho veces. Cuando se levantó de su asiento –cantando por supuesto–, vi una Stratocaster gris en su camiseta, bajo la leyenda "Play me" en un azul casi chillante. Y mientras subía a zancadas las escaleras de salida, yo también cantaba en mi cabeza "I wanna now / Have you ever seen the rain / Comin' down on a sunny day?"


lunes, 24 de mayo de 2010

Ab imo pectore

Amor animi arbitrio sumitur, non ponitur.
–Publio Siro

En el curso de los años he conocido mujeres de diverso perfil, muy similar en algunos casos: la que, dudando de la solidez de su relación actual, busca compañía y empatía, cortejo y halago; la que tiene una absoluta indisposición para cualquier pulsión de vida, y percibe toda su vida (la vida que le rodea) como deplorable; la que espera reparación de su condición emocional, sin tener muy en claro los motivos por los que se encuentra así; la que, incapaz de desasirse de una relación terminada –sin importar cuánto tiempo ha–, salta en indecisiones entre el recuerdo y el afecto que se le presenta; corolario al anterior, la que, ciega, se rehúsa a reconocer ese afecto y la posibilidad que contiene; la que pretende jugar un rol de mujer de vanguardia, que puede acercarse a hombres de diversa condición y valor, que abre los brazos a relaciones efímeras que no se parangonan entre sí, debido a que no puede poner en paz su propia persona; la que no sabe sobrellevar su soledad y la encuentra ominosa; la que se excusa en graves responsabilidades para no asumir otras –las que competen al fuero personal–; la que tiende distancia y no asume las consecuencias de ello, como es que el otro la acepte, la enarbole como medida de acción y la tienda de vuelta; otro corolario: tiende distancia, mas espera que el otro se mantenga al alcance, en caso de necesitarle de alguna manera.
También he conocido a quien no sepa acercarse por falta de los recursos que permitan establecer diálogo, y entonces sólo pueden construir discurso y expresar mutua ternura a través del sexo; quien no sabe si decir esa ternura por temor a respuesta imprevisible; quien, en su ternura, se arriesga a condiciones que le son nocivas, ya sean del entorno o de las acciones de quien tiene enfrente; quien alberga una memoria cálida sin importar si alguno de los dos tiene pareja; quien vuelve al origen de sus afectos.
Y así ambas listas podrían seguir mientras evoco a esas mujeres. Y miro los estados que resultaron y mi persona a la luz de esas experiencias: parte de responsabilidad tengo en que esos conatos de relación no funcionaran cuando albergaban su posibilidad, ya porque no supe desprenderme del recuerdo de otra mujer cuando frente a mí había tanta ternura, ya porque buscaba resarcir en mí los espacios vacíos que deja una ira por largo contenida. O quizá porque mi capacidad para expresar emociones es magra, salvo cuando de enojo se trata.
Entonces miro de nuevo el estado de las cosas y me es evidente que nadie puede trasladar su grado de responsabilidad a un tercero: la mecánica de las relaciones, del tipo que sean, es binaria por lo menos, aún cuando yo soy otro. Pero parece que pocos lo tienen en mente, o resulta más fácil hacer caso omiso; y entonces surgen comentarios de un feminismo primitivo o un machismo exacerbado en el tenor de "es que no hizo todo lo que debía", "él/ella me perdió, y ahora que lo sufra".
Soy, gustosamente, necio que entiende el amor como un engranaje de simultaneidad donde el sistema completo debe correr a una misma velocidad, a un mismo ritmo, buscando el mismo fin (para la máquina, que no para cada engrane); cuando esa condición no sucede, lo mejor que podemos entender es un estado de enamoramiento, efímero, acotado en el tiempo. Me falta una definición mejor, pero no la he encontrado.
¿Por qué esta divagación? Es momento de tomar decisiones y acción precisa, elegir un futuro y todo lo que conlleva. Dejar el curso de lo relevante a la deriva es irresponsable, probablemente nocivo a largo plazo.


martes, 18 de mayo de 2010

Un modesto tributo

Hace treinta años, Ian Curtis consumó una decisión. La semana pasada, discutiendo con mi alumno sobre la Libertad, le decía que comprendía a quienes se quitaran la vida a razón de un dolor físico intolerable (el suicidio: el gran ejercicio de libertad de los existencialistas franceses; ah, qué pereza me dan la mayor parte del tiempo), mas no por una condición psicológica o una situación coyuntural. Me guardo el comentario al respecto que mi misántropo está arrojando desde el fondo de mis costillas: no hay necesidad de amargar la tarde.
Al margen de lo que yo pueda considerar reprobable o admisible, el hecho es que la música tomó un rostro nuevo con tan sólo dos discos de Joy Division, y probablemente sería tanto más interesante si Curtis viviera o hubiera vivido unos años más. Alcanzo a ver, en mi fantasía, un disco más, por el cual el Madchester fuera más hondo, el glam metal gringo no tuviera la menor justificación, el pop noventero (las Spice Girls, específicamente) no encontrara sustento, el grunge fuera más ordenado y reactivo.
Pero no es así: la memoria de Ian Curtis se sustenta –lamentablemente; primordialmente– en su muerte, en las posibilidades del rumbo que pudo tomar Joy Division y la música en general (como yo mismo especulo), en constituirse leyenda, alma atormentada en resonancia con los mares de adolescentes (todos los que somos y fuimos) en desasosiego. Un héroe para quienes no encuentran pertenencia y a quienes habla directamente, desde la misma experiencia.
Los grandes lo serán por sus actos.


All she ask's the strength to hold me
Then again the same old story

lunes, 17 de mayo de 2010

La noche de los muertos vivientes

Es viernes por la tarde y uno está allanando el camino para atender calmadamente el hábito de viernes por la noche y el fin de semana, pues no quedan ganas de regresar la cabeza a las minucias del cotidiano, sino arrojarla a los proyectos entre manos y cejas. Queda intención todavía de resolver las estrategias para colaborar activamente en cierta asociación de editores y hacerla crecer (tanto como uno puede hacer crecer un proyecto que no es propio). Y ah, la emoción de las cosas que uno sí disfruta.
Pero no perduran los idilios modernos en bucólicos paisajes: siempre hay un necio o un evento que le dé en la madre a todo locus amoenus. O peor aún: uno siempre puede ser suficientemente necio para encontrar un evento tal. Y se confirman, serenamente, los motivos soslayados –que uno no podía sino especular– por los cuales las labores cesaron; oh, hermoso nepotismo.
Entonces uno se sacude la incomodidad para no llegar con ese escozor en la espalda baja al hábito de viernes. Respira profundo, se va a casa de los amigos para llegar todos juntos, les rasca la barriga a todos los gatos a mano (v.g. los propios y la de los amigos), y pone la situación en perspectiva con la ayuda, evidentemente, de quienes le tienen aprecio y paciencia.
Lidiando con una garganta cerrada, se amilana la impaciencia bajo el manto de una degustación de mezcal (entre cuarenta y cincuenta grados de alcohol), a sabiendas del peligro de caer devastado en tanto la condición emocional no es estable; pero qué importa, si uno lo que quiere es poder hablar sin que suene la voz a murmullo silbado. Bebidas dos copitas, el pecho entibiado a fuerza de fermentados, procede uno a la cena, con el bendito sabor de Oaxaca que constituye, en sí mismo, la esencia del hábito de viernes; lo demás son corolarios que hacen más grata la noche, algunos (mucho) más lindos que otros.
Y entonces se vislumbra otra razón de desasosiego laboral (de otra latitud, digamos, pero aún de la geografía editorial). Y un instante después otra más, pero del país de la gente que uno juraba que no volvería a ver jamás; por si no fuera suficiente, íntimamente relacionada con quien uno ya no quiere ni espera cruzarse.
Lo que se mira en torno –amabilísimo realmente– se ve opacado (apenas, cierto, pero no deja de nublarse el aire) por la presencia de los muertos que se procura enterrar hasta no tener que hacerlo día con día, dejar en el cementerio del pasado esa amargura para sembrar un campo más hermoso (hacen falta flores, hacen falta flores). Pero esta ciudad es un pañuelo, y sin duda seguiré encontrando rostros conocidos después de un tiempo de frecuentar cierto lugar. Cuando eso suceda –sea agradable el encuentro en el mejor de los casos–, con toda seguridad volveré a estas anécdotas que escribo para descargar el pecho de los zumbidos que surgen.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Yo digo que ellos no

La vida digital, cualquier cosa que eso signifique, está a expensas de dinámicas propias y ajenas: sitios visitados, hábitos de lectura, tendencias de navegación, obligaciones profesionales y laborales, bases de datos en manos de terceros… Es esencialmente imposible que una página no tenga anuncios publicitarios de algún tipo, desde la publicidad contextual de Facebook hasta el bombardeo invasivo de los repositorios de donde uno descarga los ominosos Gb de música que constituyen mi colección personal.
Por supuesto, en ocasiones esos anuncios llegan a ser interesantes y casi se agradece su presencia en la página en cuestión; pero las más de las veces son una ofensa, ya porque aparecen chorros de ventanas, o porque hacen chuladas como la que sigue:

martes, 11 de mayo de 2010

Siglas

Hace quizá doce años esperábamos a que saliera el avión de mi tía; ávida de café, entramos a la sucursal de Gloria Jeans (cuando existía la franquicia). Un sujeto –tratando de abordar a mi tía– esencialmente se burló del capuccino que ella había pedido.
– La palabra 'café' es más bien una sigla: Caliente, Amargo, Fuerte y Espeso. Cualquier otra forma de tomar café es un error.
La frase, como podrá notar mi lector, se volvió impronta en mi memoria. Y frase de batalla cada vez que me preguntan si tomo mi café con azúcar y leche.

Tony Piro's Calamities of Nature

viernes, 7 de mayo de 2010

Ontología

[Pocas veces he escrito algo con rostro de poema cuya dignidad me parezca suficiente. Desempolvando un manojo de archivos, encontré éste; si no me equivoco, recordaba a Rimbaud.]

Soy hecatombe
yo soy la tumba
y la lápida.
Tengo los pies de Atila
y las sienes de Apolo.
A mis pies se quema el suelo
ante mi injuria cae el árbol.

Yo soy la tumba
mis crímenes son banderas
de mis pecados nace ceniza.
Mis crímenes son cantos
y las llamas son mi voz.

Soy hecatombe
el de los brazos de barro
el de las lágrimas de azufre
el de sombra de piedra.

Soy la lápida
sumida en el recuerdo
el insulto de salitre y argamasa
los ladrillos de la idiotez.

Soy la sombra
en la sombra de mi sombra.

Seré desgracia
la mía y la de mi estirpe.
Seré sombra
y conmigo caerá la noche.

miércoles, 5 de mayo de 2010

La voz detrás de mí

No asumas, no llegues a conclusión alguna, no sabes quién guarda trozos de palabras por debajo de las frases (tampoco sabes qué palabras fueron), no eres siempre y a cada vez el destino de una voz, no eres la ausencia en la silla. Eres, sin duda, recuerdo; pero no eres ya materia.
Y el mar que se alza. Y las decisiones hechas. Y las palabras dichas, olvidadas. Y la voz detrás de ti que soy yo, que sabe como tú que puedes no serlo, que te recuerda las tantas tardes sin sol.

lunes, 3 de mayo de 2010

Stop chasing

No están ustedes para saberlo; definitivamente no estoy para contarlo (magia, mantener todo en el silencio hasta que suceda, si sucede).
El viernes, antes de mi nuevo hábito de viernes, tuvimos la junta que podría dar inicio a esa vuelta de sangre que estoy buscando desde hace tiempo. No estamos para saberlo con certeza, pero queda claro que no estamos para decirlo. Podríamos por fin volver al trabajo que sí nos gusta, ése por el que me estoy quedando ciego, ése al que no le quito el ojo de encima a pesar de haber pasado un lustro en labores que no satisfacen.
Fue el viernes, y tendrá nombre de tierra. Y llegada la noche me veo haciendo labores que me acercan de otra manera a lo que también quiero.
They will have something else to say.

Peanuts