lunes, 7 de julio de 2008

Cronometría

Dejo (nuevamente) para mañana a Girondo: hay un par de pendientes que resolver primero y resulta por demás importante terminarlos pronto.
Una idea ha estado revoloteando en mi cabeza -como la mariposa de Blas- desde anoche. Por supuesto, la rumié todo el camino a casa desde esta venerable oficina (ya debería darle un toque hogareño: paso más tiempo aquí que en cualquier otro lugar de la Tierra); por supuesto, la seguí rumiando de camino a esta venerable oficina el día de hoy.
Me chocan esas frases de libro de autoayuda que sentencian la necesidad de ver perpetuamente la belleza, aún donde no la hay. Rimbaud respondió (antes de que existieran los libros de autoayuda [qué tiempos aquéllos], en 1873) mejor de lo que yo podría hacerlo: "Una noche senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié."; a los 19, sin duda tenía más capacidad para comprender cómo funcionan los sistemas del mundo que cualquier pseudoautor cuarentón, experimentado, con conocimiento de la vida...
El asunto no es encontrar belleza en absolutamente todos los rincones del mundo: ¿alguien ha visto amapolas floreciendo en una porqueriza? ¿Alguien encuentra hermosa una porqueriza? Seguramente alguien sí lo hará: hay de todo en las viñas del señor...
El asunto, repito, no es encontrar belleza, sino saber reconocerla. Por tanto, cada sujeto y de forma absolutamente independiente (bueno, en el mundo ideal: es claro que hay miríadas de imbéciles sin criterio) determina los valores por los cuales considera que algo pertenece a ese rubro o cualquier otro. Más todavía, el hecho per sé y la materia que lo compone no son suficientes para determinar su belleza: el tiempo incide en esa capacidad de reconocimiento. Esto, por supuesto (a todas luces), es una perogrullada: la física cuántica que diga todas las cosas que a mí me faltan, y que el sentido común haga las insinuaciones pertinentes.
Según yo (según yo), los eventos pueden dividirse -según su incidencia temporal- en dos: los instantes, y copio del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, son porciones brevísimas de tiempo, cuya relevancia va de mínima a nula, por lo que es sencillísimo olvidarlos o dejarlos de lado. Los momentos, por el contrario -y copio nuevamente del Diccionario, aunque sólo una acepción- son lapsos más o menos largos que se singularizan por alguna circunstancia. Volviendo a la física cuántica, o haciendo como que puedo valerme de ella, un instante tiene una marca de tiempo específica; un momento es un instante al que se le arrancó esa marca, se hace relativa, se puede distender en todos los planos sin perder sus particularidades. Probablemente cometo algún error al aventurar la distinción: algún día me daré el lujo de estudiar bien el asunto de la cuarta dimensión.
La pregunta es qué arranca esa marca de tiempo. Lo mismo que con la belleza, depende de cada sujeto: la música que a mí me gusta crea, por lo general, momentos, y sin embargo resulta un atentado terrorista para muchísimas otras personas. Si uno extiende lo anterior en un ejercicio silogístico libérrimo, no podría haber belleza en un instante; hagamos una suposición más: las necesidades temporales de la belleza sobrepasan la capacidad de contención del instante. Oh, bendita relatividad.
Empiezo, de manera más bien tímida y lenta, a construir momentos nuevamente, después de ya mucho tiempo; falta, cierto, pero esa distención temporal está obligada a abarcar hechos previos, los subsumidos, los negados: la construcción no es lineal. Los instantes son divertidos, pero no veo motivo por el cual los eventos en mi vida se diluyan en mi memoria y no tengan incidencia significativa.
Buscaba un incendio: empieza a arder.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Charming.
Sums up some of the points of our conversation (doesn't it?) and one of your mentions.

Other things I don't understand: I'm lacking the background, I guess.

Good day sir.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Actually, it intended so. Hope it did.

Anónimo dijo...

¡qué minusvalía siento al no comprender vuestos privilegiados comentarios en inglés.
Pero os voy a recriminar un poco que hagais alarde de otro idioma valiendo como vale el castellano.
Por lo demás, me gusta, Oliver, tu inquieta averiguación y percepción del tiempo.
Aquí tuvimos a Boris Izaguirre en un programa de televisión en el que constantemente calificaba cada rato divertido o chocante de "momento tal" o "momento cual". Sí nos hizo muy gráfico y tangible eso de que cada momento se queda como representado en una viñeta del tiempo.
Cada uno desde su estadio en la vida y en el tiempo que le toca vivir, la percibe más o menos bella, mas o menos escrutable; más o menos esperanzadora o fogosa como tú la estás encontrando ahora.
Bien,que sepas que transmites juventud. Que la juventud se contagia y la viveza y el arte de encontrar belleza...
Besos de tu amiga Concha

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Si hiciera yo alarde, este blog entero estaría escrito en inglés isabelino, o peor, en escocés; y sin embargo, traduzco la abrumadora mayoría de lo que leo en inglés y encontrarme faltas de ortografía es terriblemente difícil. ¿Algo que sumar a la recriminación?
El ejercicio de encontrar esas cosas es personal; cómo se conciba, también.

Anónimo dijo...

Well, as I said:
I'm lacking some background(guess...). I just can't get that of the fire that's started.

Not quite sure.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Oh, it ain't that difficult to understand, both the fire and it lighting up. You should know by now.

Anónimo dijo...

La vida esta tejida con momentos e instantes, instantes que se hacen momentos (cuando unos cuantos segundos se vuelven bellos) y momentos que se hacen instantes. Aprender a reconocer aquella belleza es de sabios pero saber disfrutarla y regocijarse en ella es es de genios!!! Enciende la llama

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Siguiendo con el planteamiento de la entrada, un instante difícilmente se convierte en un momento (aunque sucede), y jamás un momento se vuelve un instante. Hay un carga subjetiva y simbólica que no puede pasarse por alto, que modifica el tiempo y su percepción, al sujeto que percibe.
No hay belleza absoluta.