miércoles, 9 de julio de 2008

De donde parte el robo

Sí, ayer también porstergué a Girondo, pero tenía una cita que al final no se hizo. ¡Qué raro es presentarse a entrevistar al que va a ser el reemplazo en el trabajo que acaba de dejar! Bueno, eso es relativo, porque no entrevisté a nadie y no dejan de darme trabajo.
En fin, al quid.
Oliverio Girondo (1891-1967) fue el poeta más radical de lengua hispana. Digamos que si los americanos tienen a cummings, los argentinos tienen a Girondo. Lo más interesante es que a cada libro es más radical, y a cada libro es más impresionante su poesía.
Desde la ironía más filosa que uno pueda encontrar hasta una ternura que ni de lejos se lleva bien con globos de corazones y cartas escritas en papel rosado, pasando por un erotismo exquisito, la poesía de Girondo me abrió otra perspectiva de lo que significa la literatura. Quizá lo haga con ustedes: recordemos que las cosas que a mí me gustan, a otros tantos les parecen actos de franco terrorismo.
Más les vale que lo disfruten, porque en lugar de pasar tranquilamente mi tarde en casa, estuve un chorro de horas peleándome con el InDesign, y yo de diseño no sé un carajo... (bueno, ya: si no lo disfrutan, está bien. ¿Actos de terrorismo?)
Hace unos días dije que a alguien le robaba yo sus recursos para escribir lo mío. Aquí está la respuesta; por supuesto, me faltan como quince años luz para acercármele, pero de disciplina se nutre el arte (chale, qué pretencioso suena eso... Disculpen mi impertinencia.).

girondo
girondo.pdf
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Addendum: disculparán ustedes si no puse antes la ficha bibliográfica, pero tuve que salir intempestivamente y sin mayor uso: para la hora en que llegué a la estación del metro, ya habían cerrado la puerta. Nada de qué quejarse: caminar de madrugada por esta universidad es una gloria y hasta los tlacoaches se dejan ver.
Antelo, Raúl (ed. y coord.). Oliverio Girondo: obra completa. Edición crítica. Col. Archivos, 38. Madrid, Barcelona, Lisboa, París, México, Buenos Aires, Sao Paulo, Lima, Guatemala, San José, Santiago de Chile: ALLCA XX, 1999. 798 pp.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

E.E.Cummings...

Mr. Edward Estlin would hit you in the face if he noticed you wrote his last name starting with a small letter.
¿No es eso una falta de ortografía?
;)

A menos de que logres justificarlo, apuesto un café a que tengo razón.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

No, él mismo lo escribía con minúsculas; aunque cuenta la leyenda que ese cambio se debe a su editor y no a él. Al margen, es la manera más usual en que aparece su nombre: más o menos como T. S. Eliot (que poca gente se acuerda que es Thomas Stearns), iniciales y apellido.
Y me faltaran excusas o motivos para pagar café...