jueves, 5 de julio de 2012

Addendum

El pueblo perdido: los umikol
Gracias a los disciplinados esfuerzos del estudioso Quelamia Sôther y sus más recientes exploraciones en una tumba doce kilómetros al norte de Haydayn, en fecha reciente llegó a nosotros la fausta noticia de un conjunto de seis pliegos que, con toda seguridad, pertenece a la obra magna de Damac de Jeramow. Nos referimos, claro es, a su Gente del Mundo.
Debido a su capital relevancia, es imperativo para nosotros comunicar al público y la comunidad académica este descubrimiento. Sin embargo, debido a esa misma relevancia, nos es imposible entregar al lector el texto íntegro sin llevar a cabo, previamente, el análisis puntual de este corpus textual que se suma al ya conocido: en más de un sentido, el contenido de estos pliegos –en apariencia inofensivos– podría cambiar no sólo nuestras certezas históricas respecto a la evolución y pulsiones detrás de los conglomerados sociales, sino el devenir que le depara a la sociedad en su conjunto.
En lo que respecta a las pruebas que le permiten a Quelamia Sôther concluir definitivamente que la paternidad de estos pliegos se debe atribuir a Jeramow, el estudioso aduce lo siguiente:
  • Diversas fórmulas lingüísticas se repiten de manera ordenada, siguiendo el mismo patrón que presenta el corpus canónico; e.g. los casos ergativo y absolutivo, de los cuales deriva el significado profundo del nombre de cada pueblo, estableciendo las asociaciones respectivas contra las familias lingüísticas representadas en el documento princeps.
  • La relación de usos y costumbres enuncia el todo por la parte por vía de los títulos; en consecuencia, asumimos la hipótesis de que los últimos fueron sustituidos en favor de términos que abarcaran y concentraran el mayor sentido posible en el sintagma más breve, lo que evidentemente alude a la economía poética del lenguaje[1].
  • Las páginas blancas intercaladas dan fe de la ilustración con grabados de tintas vegetales[2] que se deslavaron a fuerza de tiempo.
  • Las referencias textuales a otros pueblos dan cuenta, al menos, de conocimiento de la Historia.
Merced a estos fundamentos de investigación y comprobación, nos permitimos adelantar, con la cautela y la prudencia correspondientes, una muestra representativa de este nuevo compendio de las civilizaciones fundacionales que –de manera significativa– constituyen la identidad y cosmovisión de la cultura global como la conocemos.
La noticia que tenemos de los umikol, si bien parcial y sesgada, está razonablemente documentada. Mencionados de modo tangencial en diversas crónicas[3], hoy en día podemos derivar conclusiones más sólidas respecto a determinados procesos de constitución cultural contemporáneos, a la luz de las nuevas herramientas metodológicas a nuestra disposición. De esta manera, la contribución de esta nación cobra un cariz renovado, como se verá en las siguientes páginas.


[1] Para mayor referencia, el apéndice (p. 102, nota 2) a nuestra edición de la Gente menciona las hipótesis posibles que se mantienen en los estudios filológicos correspondientes.
[2] Para un estudio más detallado respecto a las prácticas textuales de la época y los materiales convencionales, vid. Olator de Verajona, Buril y tormento: el registro textual y la consignación del conocimiento en las culturas precorpaquianas.
[3] Cfr. Otias de Mankune, Tercer compendio: de la constitución de las naciones amargas y su vocación expansiva. Umbacteno, sin embargo, retrata una sociedad pacata y carente de los rasgos creativos que perfila Mankune. Más adelante, en la elaboración de nuestras notas, se discuten estas posibilidades.

domingo, 20 de mayo de 2012

Carpe diem

Durante años he dicho que si he sido feliz en algún momento de mi vida fue durante los tres primeros años de la carrera. Fui feliz porque hacía exclusivamente lo que quería hacer en ese momento, y era bueno (soy muy bueno), y por mérito propio me gané el respeto de mis maestros y compañeros.
Pero la felicidad tiene variaciones naturales que a la razón le parecen innaturales. La felicidad tiene fecha de caducidad, y no conserva el mismo rostro por largos periodos. ¿Por qué atribuiremos a la felicidad una correlación con otras personas, con objetos, con situaciones? ¿Depende de un tercero o goza de alguna suerte de autonomía? ¿Somos felices por nosotros mismos o en función de algo o alguien?
Soy feliz porque estás aquí, conmigo. Soy feliz porque compartimos el tiempo y hacemos cosas juntos y nos disponemos a participar en las experiencias del otro. Soy feliz porque estás aquí, porque yo también estoy ahí. Y en esta condición soy capaz, tengo la pulsión de ser algo distinto, algo mejor. Cambiar a favor de nosotros, no solamente de ti o de mí. Entonces puedo proponerme proyectos enormes que requieren una infinidad de mí, porque su alcance me rebasa.
Pero tal es peligroso, porque existe una única fuente de felicidad. ¿Y si se desploma, si un día deja de serlo?
Entonces requiero de una determinación igualmente grande para atajar mi voluntad a pie juntillas, tener la valentía para aceptar eso que quiero y los sacrificios que implica obtenerlo o conservarlo, lo que arriesgo por el simple hecho de merecerlo. Y puedo, claro, negarlo, alejarme antes de que cobre sustancia. No hay riesgo.

Felicidad como granos de pimienta pura, pimienta enterrada, pimienta que no germina, aunque se riega con intención. Felicidad en sombras de árboles. Felicidad que se escabulle apenas se le atisba. Felicidad de la que debo ser responsable, como de mi tristeza, que permito porque asumí ese riesgo.
Queda el recuerdo de la felicidad, su aroma impregnado en la casa.

viernes, 24 de febrero de 2012

Hermosas ocupaciones

[Ésos que creo (o quiero creer) que son mis mejores cuentos los escribí mientras leía a los autores que entraron a mi panteón personal, algunas veces en los espacios blancos de las clases en las que comentaba esas lecturas con mis maestros, a veces como tarea para esa materia. Lo cierto, y me es claro, es que el lenguaje mueve al lenguaje: aprendí harto de química mientras leía química y reconozco el discurso de la ciencia en cuanto lo leo, como reconozco la mano de ciertos autores y correctores. Ahora vuelvo a conocer el discurso literario.
Un primer ejercicio de práctica es la imitación: hacer propio el estilo de un grande, para entenderlo, para conocer sus mecanismos, para resquebrajar sus formas, eso que lo constituye una obra de arte literaria; apropiación de esa posibilidad creativa, que no copia, aunque según Alatriste sea muy otra cosa.
Hace poco levanté de nuevo el Manual de literatura fantástica de Borges; ahora tengo las Historias de cronopios y famas. Y mientras me relleno el pecho con esas dos voces, surgen de pronto entradas posibles –mis entradas– a esos extraños catálogos de alguna cosa.]

Qué maravillosa ocupación de todos los rumbos y todas las esquinas, de cada resquicio que ocupas y ahora yo ocupo, de esta silla y esta sala y esta casa y esta calle. Ocuparlo todo: tus camisas, tu plato, esa pera, tu gusto por la música de elevador. Maravilla de tomar por asalto los parques, contando las nubes que penden entre edificios y soplando en colaboración con el viento, agitarte las espaldas con un regusto de limón en los ojos y en un grito, ¡hola!, hacer que desplantes los pies del suelo.
Qué maravillosa ocupación de tu felicidad de poliacrilamidas y 2% de elastano, hecho en Uzbekistán y alta mar. Ocupación de la pantalla en el cine, las etiquetas de cigarros, los murmullos en la radio, el sabor del café por la mañana. Ocupaciones de cada noche después de cada día de tu día cotidiano.
Y con el corazón lleno de voces que no son tuyas, ahora también estás ocupado.

[Cortázar]

viernes, 10 de febrero de 2012

Constancia de hechos

Despiertas. Buenos días. No es el gato. Entregas un pedazo de sangre. Rindes por un segundo la conciencia. Media noche en vela, pero no es noche ingrata. No es noche que se encamine directo al olvido, al rumbo donde se agolpan los instantes.
Es de mañana y amenaza espantosa la tarde, con el trabajo pendiente apiñado en el escritorio de la oficina, pero especialmente el de la casa. Es de mañana y el día está soleado, de pronto inusual para una mañana de febrero, imposible para una mañana de febrero; posible en la mano izquierda. Es el sol relumbrando, por debajo de las nubes y el espacio cerrado y la franqueza innecesaria. Es el sol que todo entibia. Es sol negro, sol reluciente.
Es de mañana y apenas se avisora el gran riesgo.
Ese riesgo son 7,500 documentos históricos en microfilm que deben transcribirse. Mi derecho a una beca en la universidad me exige en retribución cincuenta horas de trabajo (absolutamente insuficientes para las dimensiones de ese archivo) que se agolpan sobre las doscientas que ya tengo comprometidas en las próximas ¿dos? semanas, sin mencionar mis responsabilidades más esenciales.
Ayer, después de tener el sol en la mano y sentirlo tibio en el pecho, y de sonreír de mañana por una vez, padecí vértigo por horas. Sólo unos momentos antes de rendirme y dormir recuperé la calma, gracias a un mensaje que queda en el refugio de lo privado.

lunes, 6 de febrero de 2012

Cummings (de nuevo)

i carry your heart with me (i carry it in
my heart) i am never without it (anywhere
i go you go, my dear; and whatever is done
by only me is your doing, my darling)
________________________i fear
no fate (for you are my fate, my sweet) i want
no world (for beautiful you are my world, my true)
and it's you are whatever a moon has always meant
and whatever a sun will always sing is you

here is the deepest secret nobody knows
(here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life; which grows
higher than the soul can hope or mind can hide)
and this is the wonder that's keeping the stars apart

i carry your heart (i carry it in my heart)

[Motivos]

miércoles, 25 de enero de 2012

Verba volant, scripta manent

[Disculparán los que sí saben de filosofía si esta disquisición carece de sustento, pero yo sé de literatura y libros y algunos objetos lingüísticos, que no de filosofía y lógica y metafísica, propiamente. Reflexiones vicarias...]
¿Es posible ejercer la duda cartesiana de manera discriminada? Es decir, en lugar de atajar rabiosamente cada aspecto y arista de uno mismo, enfocar la comprobación a una sola faceta. Sé que no: si una faceta de mí es parte de mí, entonces toca absolutamente todas las demás y existe en resonancia con todas ellas. Ergo, analizar una implica –al menos de manera tangencial– el análisis de todas las demás.
Pongamos por caso que doy ese salto a la certeza (vía la duda sistemática; prueba, error, intento, falla); pongamos por caso que me cuestiono en tanto crítico literario.
Mi primera asunción, especialmente en este momento (con la nariz sumida en los textos que bullen de las aulas a las que he vuelto), es que soy un buen lector. Ahí empieza: ¿un buen lector es un buen crítico? Si el fundamento de la crítica es el análisis a partir de la lectura, se sigue que sí. Luego, ¿soy un buen lector?
Puedo, por ejemplo, encontrar las resonancias de un cuerpo en una obra literaria, leer despacio los sonidos que la componen y reconocer el punto en que el sonido (sólo el sonido) llega a la cúspide de la tensión. Puedo encontrar en mí las vibraciones que pulsan al otro lado de la página, y sentir en la punta de los dedos el roce de una flor (cuando la hace florecer Huidobro, por ejemplo). Puedo mirar al vacío y llenarlo, de experiencia y memoria, de solidez, de dudas, de preguntas que formulan más preguntas. Puedo arrancarle voces de muy vario color a un cuerpo que sólo tenía una. Puedo reconocer una intención en un gesto sutil y escondido.
¿Puedo hacerlo en verdad? ¿De qué recursos me valgo? Memoria, dureza (firmeza, tal vez), creatividad, rigor, práctica, determinación. Quizá.
Pero la duda no se disipa. La duda sigue, porque bien podría hacer la asunción entera y derivar sus consecuencias en función de una falacia, o de un falso problema. Y entonces toda esta certeza de que soy un buen crítico está errada, y todos estos años en que me he presumido, arrogante, entre los mejores ("soy bueno, y no te queda duda") han sido sueño.
Entonces esto que soy podría no ser yo, y la directriz que ha llevado los últimos ¿siete? años nunca tuvo rumbo.
Pero queda esperanza, que debe quedar en registro, para la memoria cuando olvide mis propias palabras: insistir, no claudicar, intentar de nuevo, comprobación fáctica, prueba y error.