viernes, 28 de octubre de 2011

miércoles, 26 de octubre de 2011

Una coincidencia

Pasan los intentos, uno después de otro, y por fin termino The Scarlet Letter. Hester Prynne es una de las mujeres más hermosas de la literatura, y eso se debe no sólo a su fulgente cabello y sus ojos imponentes, o a la devoción y amor de su corazón y su paciencia para con sus vecinos. Nathaniel Hawthorne supo dominar un lugar común –el que se lee al final de la narración y que el lector conoce desde muchas páginas atrás– y empujó el lenguaje hasta encaminar ese desenlace inevitable, sin que uno sienta un repudio innombrable hacia el autor. Por el contrario.
Y lograr ese pequeño milagro, narrar algo que el lector conoce, y sin embargo mantener su atención, el placer de su lectura, es obra de maestro, cosa que pocos logran.
Entonces continúo con mis lecturas, en inglés porque se hace costumbre ese sonido. Levanté hace dos meses La cámara oscura de Georges Perec, en una muy linda edición de Impedimenta, y me pareció que sencillamente no tenía la potencia de mis lecturas más recientes (a saber: The Jungle Book, Moby Dick, Dubliners). Quizá el juicio es injusto: poner en abierta confrontación a tres autores que se toman muy en serio el lenguaje y la literatura contra uno solo que se divierte al hacerlo, y que tiene muy otra visión de las implicaciones de la escritura, es poner en desequilibrio el fiel.
Así que vuelvo a mis lecturas, sigo recorriendo mi biblioteca, y me cruzo con Dickens y Great Expectations. Recuerdo que lo compré en Borders (RIP) junto con Things Fall Apart de Chinua Achebe, hace unos nueve años, en el primer viaje que hice con mi padre. Se quedó guardando polvo y esperando en el estante todo ese tiempo, guardando la voz de Pip. Y levanto Great Expectations, su humor sardónico, su voz inocente y ambiciosa y triste, su humildad y su desprecio por la condición de la vida cotidiana.
Hoy, de camino (largo) a esta oficina, me encuentro de pie junto a un sujeto batallando por mantenerse en equilibrio, el libro abierto. "Chapter I" leo de reojo (siempre la curiosidad de leer el libro ajeno); me pregunto qué libro leerá, como siempre. A la primera oportunidad, en cuanto gira el libro para cambiar la página, deduzco -pectations en la segunda palabra.

viernes, 14 de octubre de 2011

Una respuesta

No importan las condiciones lamentables en que estoy ("se fue por sus tequilas, ¿verdad joven?", dice el taxista en el camino a esta oficina), hoy me reventaron los ojos. Y no puedo hablar, y no puedo pensar, y no puedo decir: sólo sé que tengo las lágrimas en el pecho.
Hace mucho dijiste que mi regalo de graduación iba a ser esa litografía de Dalí que vimos. Aún me la debes, porque aún te debo un título. Hoy empiezo a cobrar y saldar la deuda:
Supongo que tendré que regresar a Hawaii por lo que es mío.