lunes, 24 de mayo de 2010

Ab imo pectore

Amor animi arbitrio sumitur, non ponitur.
–Publio Siro

En el curso de los años he conocido mujeres de diverso perfil, muy similar en algunos casos: la que, dudando de la solidez de su relación actual, busca compañía y empatía, cortejo y halago; la que tiene una absoluta indisposición para cualquier pulsión de vida, y percibe toda su vida (la vida que le rodea) como deplorable; la que espera reparación de su condición emocional, sin tener muy en claro los motivos por los que se encuentra así; la que, incapaz de desasirse de una relación terminada –sin importar cuánto tiempo ha–, salta en indecisiones entre el recuerdo y el afecto que se le presenta; corolario al anterior, la que, ciega, se rehúsa a reconocer ese afecto y la posibilidad que contiene; la que pretende jugar un rol de mujer de vanguardia, que puede acercarse a hombres de diversa condición y valor, que abre los brazos a relaciones efímeras que no se parangonan entre sí, debido a que no puede poner en paz su propia persona; la que no sabe sobrellevar su soledad y la encuentra ominosa; la que se excusa en graves responsabilidades para no asumir otras –las que competen al fuero personal–; la que tiende distancia y no asume las consecuencias de ello, como es que el otro la acepte, la enarbole como medida de acción y la tienda de vuelta; otro corolario: tiende distancia, mas espera que el otro se mantenga al alcance, en caso de necesitarle de alguna manera.
También he conocido a quien no sepa acercarse por falta de los recursos que permitan establecer diálogo, y entonces sólo pueden construir discurso y expresar mutua ternura a través del sexo; quien no sabe si decir esa ternura por temor a respuesta imprevisible; quien, en su ternura, se arriesga a condiciones que le son nocivas, ya sean del entorno o de las acciones de quien tiene enfrente; quien alberga una memoria cálida sin importar si alguno de los dos tiene pareja; quien vuelve al origen de sus afectos.
Y así ambas listas podrían seguir mientras evoco a esas mujeres. Y miro los estados que resultaron y mi persona a la luz de esas experiencias: parte de responsabilidad tengo en que esos conatos de relación no funcionaran cuando albergaban su posibilidad, ya porque no supe desprenderme del recuerdo de otra mujer cuando frente a mí había tanta ternura, ya porque buscaba resarcir en mí los espacios vacíos que deja una ira por largo contenida. O quizá porque mi capacidad para expresar emociones es magra, salvo cuando de enojo se trata.
Entonces miro de nuevo el estado de las cosas y me es evidente que nadie puede trasladar su grado de responsabilidad a un tercero: la mecánica de las relaciones, del tipo que sean, es binaria por lo menos, aún cuando yo soy otro. Pero parece que pocos lo tienen en mente, o resulta más fácil hacer caso omiso; y entonces surgen comentarios de un feminismo primitivo o un machismo exacerbado en el tenor de "es que no hizo todo lo que debía", "él/ella me perdió, y ahora que lo sufra".
Soy, gustosamente, necio que entiende el amor como un engranaje de simultaneidad donde el sistema completo debe correr a una misma velocidad, a un mismo ritmo, buscando el mismo fin (para la máquina, que no para cada engrane); cuando esa condición no sucede, lo mejor que podemos entender es un estado de enamoramiento, efímero, acotado en el tiempo. Me falta una definición mejor, pero no la he encontrado.
¿Por qué esta divagación? Es momento de tomar decisiones y acción precisa, elegir un futuro y todo lo que conlleva. Dejar el curso de lo relevante a la deriva es irresponsable, probablemente nocivo a largo plazo.


2 comentarios:

LiLiTh (NeFeSh) dijo...

Me da casi pena leer cosas tan íntimas. Pero bueno, al fin usté y yo hemos tenido borracheras de honestidad compartida(quizá más yo que usted invitándolo al blog aquel) que justifican o disculpan mi entrometimiento.
Creo que no existen los perfiles, que cada quien es su propio perfil (y a veces también otros, y otras ni eso). Que sin embargo, repetimos patrones en nuestra vida como si caligrafía o fractales fueran.
Que se cierren en ti los huecos dejados por la ira y se llenen de amor. Es tiempo, es justo.

¿Tomamos un café un jueves o martes? Extraño la constante presencia del gmail chat. Abrazos y beso.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Decía yo en otro comentario que a nadie debiera sorprender, si este blog versa eminentemente sobre mis asuntos personales. Y sí: a usté le constan varios de mis estados, como a mí los suyos.
Va siendo momento de cambiar mis patrones, y el primero es el de los huecos que siguen abiertos.
¿Martes, la semana que viene? Mensajitos entretanto.
Beso