La vida digital, cualquier cosa que eso signifique, está a expensas de dinámicas propias y ajenas: sitios visitados, hábitos de lectura, tendencias de navegación, obligaciones profesionales y laborales, bases de datos en manos de terceros… Es esencialmente imposible que una página no tenga anuncios publicitarios de algún tipo, desde la publicidad contextual de Facebook hasta el bombardeo invasivo de los repositorios de donde uno descarga los ominosos Gb de música que constituyen mi colección personal.
Por supuesto, en ocasiones esos anuncios llegan a ser interesantes y casi se agradece su presencia en la página en cuestión; pero las más de las veces son una ofensa, ya porque aparecen chorros de ventanas, o porque hacen chuladas como la que sigue:
Por supuesto, en ocasiones esos anuncios llegan a ser interesantes y casi se agradece su presencia en la página en cuestión; pero las más de las veces son una ofensa, ya porque aparecen chorros de ventanas, o porque hacen chuladas como la que sigue:
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