martes, 14 de octubre de 2008

Una manera de negar la realidad

Desde que vivo solo, me rehúso a que alguien más haga la limpieza de mi casa; más o menos como el coronel Buendía -con la minúscula diferencia de los pescaditos de oro-, el beneficio económico sale sobrando cuando lo importante es el trabajo. Hay muchos tipos de terapia ocupacional y sólo un editor con una vida estúpidamente aburrida entiende lo lindo que es limpiar la casa.
Pero después de meses de hacer caso a mi roomie de cuán necesarios eran esos servicios de limpieza y de acceder a que los hiciera una chica de escasos recursos y que usaran eso para ablandarme el corazón, por fin me dejo de estupideces, me levanto en armas (vg. escoba, recogedor, trapeador y cepillos) y hago lo que aparentemente nunca hizo la chica de escasos recursos... Y en cinco brevísimas horas, un brazo adolorido, dos ampollas, la espalda entumida y los hombros hechos nudos, mi casa estuvo casi limpia.
Si a eso sumamos los peligros de alterar los ciclos circadianos (traigo unas ojeras que hasta a mí me sorprenden), la consecuencia evidente es que mi humor es una infamia, mis ganas de trabajar son mínimas o nulas, mi paciencia se reduce exponencialmente (pobres de mis alumnos), me veo incapacitado a poner buena cara y ni mis discos de salsa-funk-jazz me ponen de buenitas, no digamos de buenas.
Sin embargo, un escritor debiera ser capaz [sic] de construir mundos posibles, distanciarse de sus personajes, constituirlos seres autónomos, con emociones, deseos, pulsiones y todo eso que se supone (se supone) que a nosotros nos hace personas. Me ha faltado la disciplina desde hace un chorro de tiempo, o más bien la he enfocado a cosas que distan de lo que sí me es importante: va, los científicos locos que investigan cómo corchos sacarle azúcar al aserrín son reinteresantes, pero le falta masa emocional [sic] a eso.
En general, estoy negado para escribir poesía, pero de pronto me sale. A mí me queda perfectamente claro por qué sólo puedo con el epigrama (y ocasionalmente el octosílabo rimado), pero eso es cosa para tratar en otro momento, o bien pueden metichear en la historia de la epigramática y asunto arreglado. Éstos de aquí los escribí ayer en la noche, en un ejercicio (que no salió del todo bien) por poner una buena cara en medio de mi mal humor.
Y como todos sabemos que no soy poeta, hagamos el favor de considerar todo ese pdf una ficción, como las que debiera estar en capacidad de hacer.

marcela
marcela.pdf
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien, en el chat te he hablado de forma espontánea y ya me arrepiento de haberte dicho cosas que sólo te pegan a tí como buen crítico que eres.
La poesía pocas veces consigue llegar a ser redonda. La poesía pretende abarcar la hermosura, la profundidad del sentimiento, la inteligencia de la idea... La poesía está llena de ambición expresiva y casi siempre se queda a medio camino. Pero el sólo intento de comunicar lo más hondo de las propias percepciones y sensaciones es de agradecer .
Así que, a pesar de su dificultad y de la insatisfacción que puede producir, es un retazo más valioso que el silencio; aunque esté a medio camino de conseguir la redondez, es más que si no hubiera sido creada...
En fin, que me alegro de haber leído algo de tu incipiente sentir poético.
Besos de Concha.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Híjole, no creo estar de acuerdo con lo que la poesía pretende abarcar: siento que eso de la belleza y el sentir y la emoción y lo demás son cosas que nos quisieron enseñar en la primaria y que no son ciertas. Y en general, un buen poeta (que no es mi caso) no se queda a medio camino.

Anónimo dijo...

Bien, Oliver. Haces remover mi intuitiva noción sobre poesía.
Tengo entendido que la poesía es la máxima expresión verbal de lo que nos sucede. Pero nuestra experiencia es siempre mayor de lo que expresamos.
Así que por muy impresionante y conmovedor que resulte un poema, no logra alcanzar la comunicación total de lo vivido.
Cecilia me estaba comentando que su profesor de Lengua castellana, les ha dicho que nunca logramos comunicar por completo lo que nos sucede.
De todos modos, me gusta mucho la poesía por su empeño en decir más allá de lo narrable.
Por ello creo que la poesía concentra muchos recursos lingïsticos y psicológicos en un intento ingente de hacer llegar lo máximo posible de una vivencia.
¡Viva la poesía y su intención!
Besos de otra aspirante a poeta, Concha.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Creo que no es cosa que se pueda discutir con ninguna facilidad. Digo, desde Aristóteles (y probablemente desde antes) hay alguien queriendo saber qué carajos es la poesía, cómo funciona y por qué -después de tantos siglos- sigue activa. Y si a eso sumamos nuevas tecnologías, las vanguardias, los retrógradas y todo lo demás, supongo que es imposible aproximarse siquiera a la disquisición en menos de un tratado.