Hoy estaba más o menos de buenas -cosa difícil a últimas fechas-, y (carajo) se me acaban de calentar las tripas. Tendría que contextualizar un poco para darme a entender, pero mi plena confianza en su metichería me evita el trabajo: como ustedes son fieros lectores en la Caza, ya saben que al señor Chirindangas lo expulsaron por incumplimiento de las reglas.
Al leer los comentarios depositados en este blog, me encuentro el siguiente:
Por principio de cuentas, si a esta fecha no lo han notado, todavía me quedan resabios de confianza y fe en la ley, que no en quienes la aplican. La sociedad mexicana, en términos generales, es renuente a conocer y reconocer los lineamientos (¿o alguien me puede citar al dedillo las Garantías Individuales?; yo no puedo) que nos debieran regir y respetar los límites que se requieren para el buen funcionamiento y desarrollo de cualquier estructura. Dos ejemplos: lo que más trabajo le costó a Calvino al preparar sus ponencias para la Cátedra Charles Eliot Norton (las Seis notas para el próximo milenio) fue la falta de límites, que le dijeran que podía hablar de lo que le viniera en gana; Lenin le decía a su gente: "Respeten la ley: eso los mata".
Por supuesto, toda delimitación debe ser revisada y cuestionada, y tan fieramente como sea posible, cuando deja de ser útil o coarta la capacidad de los individuos. Y entonces habrá que hacer las reformas necesarias y pertinentes y todo lo demás que ya no tengo que detallar (¿o sí?).
El asunto es que el señor arriba mencionado, además de que no se apegó a los lineamientos que se le impusieron (me digan lo que me digan) y encima quiso justificarlo con una mentira deplorable y encima quiere encontrar defensa en un resquicio de indeterminación, todavía tiene el descaro y cinismo de admitir que es un huevón de primera categoría y a eso se debe su comportamiento, falta de compromiso e indiferencia. Lo que me hace retorcerme en esta silla es que tal es la imagen estereotípica con que nos identifican en el mundo: una mexicanada es un engaño doloso hecho con alevosía en perjuicio de un tercero, y si es posible repetirla, mejor. Por individuos como éste (y me abstengo de calificarlo), el mexicano se ha ganado la desconfianza de todos.
¿Hay algo que aplaudir aquí? Según yo, no; pero si alguien tiene esa mirada salomónica con que se reconocen las virtudes en medio de lo lamentable, mi secretaria estará esperando comunicación suya. ¿Se puede cambiar esta penosa situación? Sí, y mediocre quien no lo crea: sobre cada cual recae una responsabilidad importante y que no se debiera eludir.
Al margen, siendo objetivo y tratando de no perder la disciplina de la crítica, me veo obligado a admitir que de hecho podría ser una buena novela ésa que escribe. Sin embargo, sin disciplina y compromiso no hay creación.
Al leer los comentarios depositados en este blog, me encuentro el siguiente:
Juan: no suelo responder comentarios como el tuyo, sobre todo porque mi secretaria es muy eficiente y me evita el mal rato. Sin embargo, esta vez me le adelanté; respondo punto por punto.Sí, se me calentaron las tripas. Sí, esto es un desplante. Sí, mi postura con respecto al caso es tajante, si no es que incendiaria.
Primero. Al señor lo expulsaron por no cumplir las reglas en dos ocasiones y además querer verle la cara al público, a los jueces, a los organizadores de Caza, a la Dirección de Literatura de la UNAM y demás agregados. Si me preguntan, con uno bastaba para tomar la determinación.
Segundo. Como participante de la primera edición del concurso fui testigo de un caso de publicidad que tuvo muy otro resultado. Dudo que hayan cambiado las indicaciones que se nos dieron a nosotros, pero fueron muy explícitos al prohibirnos que nos hiciéramos publicidad para conseguir el voto del público; Lorena, en esa ocasión, lo hizo para sí misma (no un tercero) y en el instante en que se le objetó, detuvo todo medio publicitario. (Se me olvidó añadir que siguió en el concurso hasta que fue expulsada.)
Tercero. Yo también entregué tarde un ejercicio y lo que consideré más digno fue pedir más trabajo (como también le pusieron más trabajo al señor, ejercicio que por cierto también entregó fuera de tiempo y sin atender a las indicaciones). Me voy a guardar mi comentario sobre la diferencia de la calidad cívica: creo que queda claro. (Y aquí también se me olvidó añadir que yo también seguí en el concurso hasta que me expulsaron.)
Cuarto. La señora a quien vituperas está muy por encima en calidad moral y cultural que una abrumadora cantidad de escoria que inunda, lamentablemente, este país. Y si a ti te parece indigno u ofensivo que una mujer se desempeñe como sexoservidora, en lo personal me parece más indigno tener un trabajo mecánico, donde la gente no piensa, no se le atribuyen cualidades, donde todo es igual y además les venden el sueño de que serán grandes y mejores. Un McJob es el trabajo más infame al que cualquiera se pueda someter.
Quinto. La falta de criterio, cultura, conocimiento, capacidad reflexiva y crítica, discernimiento y proactividad se refleja en dos cosas: el lenguaje y el juicio.
Por principio de cuentas, si a esta fecha no lo han notado, todavía me quedan resabios de confianza y fe en la ley, que no en quienes la aplican. La sociedad mexicana, en términos generales, es renuente a conocer y reconocer los lineamientos (¿o alguien me puede citar al dedillo las Garantías Individuales?; yo no puedo) que nos debieran regir y respetar los límites que se requieren para el buen funcionamiento y desarrollo de cualquier estructura. Dos ejemplos: lo que más trabajo le costó a Calvino al preparar sus ponencias para la Cátedra Charles Eliot Norton (las Seis notas para el próximo milenio) fue la falta de límites, que le dijeran que podía hablar de lo que le viniera en gana; Lenin le decía a su gente: "Respeten la ley: eso los mata".
Por supuesto, toda delimitación debe ser revisada y cuestionada, y tan fieramente como sea posible, cuando deja de ser útil o coarta la capacidad de los individuos. Y entonces habrá que hacer las reformas necesarias y pertinentes y todo lo demás que ya no tengo que detallar (¿o sí?).
El asunto es que el señor arriba mencionado, además de que no se apegó a los lineamientos que se le impusieron (me digan lo que me digan) y encima quiso justificarlo con una mentira deplorable y encima quiere encontrar defensa en un resquicio de indeterminación, todavía tiene el descaro y cinismo de admitir que es un huevón de primera categoría y a eso se debe su comportamiento, falta de compromiso e indiferencia. Lo que me hace retorcerme en esta silla es que tal es la imagen estereotípica con que nos identifican en el mundo: una mexicanada es un engaño doloso hecho con alevosía en perjuicio de un tercero, y si es posible repetirla, mejor. Por individuos como éste (y me abstengo de calificarlo), el mexicano se ha ganado la desconfianza de todos.
¿Hay algo que aplaudir aquí? Según yo, no; pero si alguien tiene esa mirada salomónica con que se reconocen las virtudes en medio de lo lamentable, mi secretaria estará esperando comunicación suya. ¿Se puede cambiar esta penosa situación? Sí, y mediocre quien no lo crea: sobre cada cual recae una responsabilidad importante y que no se debiera eludir.
Al margen, siendo objetivo y tratando de no perder la disciplina de la crítica, me veo obligado a admitir que de hecho podría ser una buena novela ésa que escribe. Sin embargo, sin disciplina y compromiso no hay creación.
te equivocas carnal: a chirindangas lo expulsaron porque una sexoservidora (fernanda siempre) le hizo porra en un periódico de ínfima calidad.
y como mencionas a esa pendeja para darle la razón, me pregunto si te creíste ese cuento o si eres uno de sus tantos clientes :OP espero que no hehe
saludos