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miércoles, 7 de octubre de 2009

Meticheando en la Caza

Habiendo leído las biografías de los doce, puedo decir(me) a quiénes les falta mucho trabajo; y para ello no requiero invocar a demonio de ninguna clase: conmigo me basto. Tres me llaman la atención por su técnica, muy sobria (como me gusta la literatura, en su mayoría), y las experiencias que se despliegan por debajo de la lectura.
Sé de cierto que alguien se tomó la molestia de leer con cuidado las solicitudes y materiales entregados a la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México; sé de cierto que se hizo una selección que consideró el valor de esos materiales y discriminó (sentido etimológico, por favor) aquéllos que no sostenían un determinado nivel de calidad. Ello no quiere decir que todos mantengan la misma altura; y justo ahí es donde se encajan las agujas que revientan la roca, cosa que casi no me gusta hacer, claro está.
En otros menesteres, me salta algo considerablemente interesante: el primer texto que estos nuevos doce entregaron, aparte de la colección de cuentos, fue una autobiografía ficcional. Me llama la atención que una mayoría de esos personajes construidos tiene una relación con la escritura y la literatura, a saber: hablen en primera o tercera persona, los personajes son escritores y lectores por vocación, como remedio a su condición, por las circunstancias… De ello se colige que la mano que escribe escoge un camino "sencillo" (no hay tal cosa en literatura, todos lo sabemos) y narra mayoritariamente su propia experiencia. Se me puede contestar que nadie escribe desde otro lugar, pero lo cierto es que la imaginación y la experiencia puesta en perspectiva llevan al autor a construir otro tipo de historias, las más de las veces de mayor interés y fuerza.
Quiero creer que todos empezamos así, ceñidos a lo que hemos vivido y sufrido, y sin tamizar mucho se vierte en escrito. Pero también tengo la certeza de que eventualmente hay que imaginar más de lo que se recuerda, pues no hay relato de vivencia que recupere íntegramente lo sucedido o que no añada. Toda narración es siempre una ficción (aunque a algunos historiadores les queme que un literato diga tal).
Otra cosa me llama la atención: los dialectos del español pueden reconocerse por el banco lingüístico al que recurre el hablante/escribiente, de donde se deduce o supone su nacionalidad. En este caso, las alusiones a ciudades y paisajes son dispares: a veces es evidente dónde está el autor, otras no (recordemos que esta edición de la Caza es internacional: las dos anteriores todos jugábamos de local), a veces se tiene la impresión de que podría ser de varias nacionalidades. El lenguaje revela, de eso no hay duda. Pero eso es mera curiosidad lingüística: nada que de verdad tenga peso literario.
Ah, parece que esta edición la voy a disfrutar más que la anterior.

jueves, 27 de agosto de 2009

lunes, 20 de abril de 2009

Bajo la furia

En noviembre de 2006 me pidieron que formara parte del jurado calificador en la 33a edición del Certamen Literario del Centro Deportivo Israelita; en palabras de la directora de comunicación social y una de las organizadoras del concurso, "sin duda tiene muy buen nivel". En mis propias palabras, era una basura: los participantes eran los estudiantes de las escuelas de la comunidad judía, y era tarea obligatoria entregar un texto en cualquier categoría, so pena de reprobar no sé qué materia. Por supuesto, había algunos escritos interesantes, pero la abrumadora mayoría eran penosos; y encima me asaltaron cinco adolescentes furiosos, quejándose porque tomé la decisión y convencí a los otros jueces de dejar varios premios desiertos: no leyeron la cláusula final de "el fallo del jurado será inapelable"...
El asunto, en ese momento, no tuvo mayor repercusión para mí, salvo una coqueta entrada a mi currículo. Sin embargo, para el editor del periódico semanal sí fue relevante: recuerdo que se lamentaba de los procedimientos a los que recurrían para convocar al Certamen y, por otra parte, de los muchos escritos sionistas que recibía para publicación. A pesar de ser un periódico de y para la comunidad judía, se rehusaba a hacer un panfleto y prefería abrir las temáticas; siendo ateo, pero de apellidos judíos (lo cual ayuda ante esa comunidad tan reacia a todo lo demás), no había vocación religiosa que distrajera mi interés por la literatura.
Escribí ocho notas cortas (la última quedó a la mitad), no todas las cuales se publicaron: otra vez en palabras de la directora de comunicación social, "algunas eran muy elevadas para los lectores y no las iban a entender" (me voy a guardar de comentar al respecto, pero pueden suponer las frases que me cruzaron la cabeza). Uno de mis beneficios fue cumplir un requisito indispensable para Caza de Letras: haber publicado. Y así pudo aparecer, con todas las de la ley, Julián Iriarte.
A continuación y según mi errática disciplina dicte, aparecerán esos textos en los próximos días, con las notas necesarias en su debido caso.

Bajo la furia
Elmer Davidson [sic; ya llegará la explicación]
14/ene/07
La definición de poesía que me dijeron en la primaria (por suerte, ya no la recuerdo con precisión) rezaba más o menos así: “La poesía es la expresión en verso de los sentimientos profundos del poeta”. Que sería bien interesante, por cierto, preguntarle a Ezra Pound, William Carlos Williams, Charles Olson, Pablo Neruda o Ernesto Cardenal su opinión sobre tal definición.
La verdad de las cosas, un poeta (en sentido etimológico, de creador) encuentra su materia de trabajo en cualquier lugar; y va dando lo mismo escribir (ahora sí, poesía en sentido literario) sobre una pasión, botellas rotas, versiones de la Iliada, los campesinos nicaragüenses o un plato de sopa: el asunto no es el qué, sino el cómo. Digo: en sentido estricto, Eclesiastés es más sabio que yo y en realidad no hay nada nuevo bajo el sol.
Pero en esta ocasión no me interesan las botellas rotas, sino las graves pasiones. Y más en este instante en que escribo estas líneas: C. S. Lewis (mejor recordado por Las crónicas de Narnia, y más tras la película) escribió en 1961 Una pena en observación, a propósito de la muerte de su esposa, Joy Gresham. Cuatro cuadernos (“y ni uno más, a pesar de que estoy tentado a comprar otros y seguir escribiendo”, como dice el último de ellos) le sirvieron a Lewis para hacer catarsis y arrojar de sí la pena tan grave de perder a quien se ama.
En más de un momento, la furia parece dominar su escritura y empujar cada palabra, reprochar cada instante y cada dolor; su más poderoso logro: con absoluta sinceridad, naturalidad, sin pretenderlo siquiera, pone en crisis las creencias, las expectativas, las ilusiones del lector. Y uno todavía le agradece cuando cierra el libro.
Siento una furia terrible; ¿debiera expresar mis sentimientos profundos y escribir “poesía”, dejarme llevar y saturar los GB de memoria libre que quedan en mi computadora (¿qué puedo decir, si la tecnología permite ciertas cosas que el papel no?) o esperar y escribir en frío, después de digerirlo y madurarlo? No lo sé; además, soy de la idea de que la literatura debe ser inútil: en el instante en que sirva de algo es muy probable que deje de ser literatura y ya sea algo distinto. Pero bendita la cosa, cada autor es un medio distinto y particular para el lenguaje y lo que yo crea no aplica para otros y habrá quien considere de lo más pertinente echar espumarajos con palabras: yo prefiero caminar.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Una tormenta

El gravísimo problema de que a uno por fin le fluya la sangre en el cuerpo es que se da cuenta de todas las cosas que sucedieron y a las que no les prestó atención, o más bien a las que apenas puede prestarles alguna, o las que acaba de descubrir. Y son suficientes como para escribir varias entradas, o retacar una sola de la manera más dispersa.

I.
Terminó la Caza, y no tuve la disciplina para seguirla de inicio a fin. Digamos que se me cruzaron un par de pequeñeces, minucias despreciables que consumieron estúpidamente mi atención, y yo de imbécil se las fui a dar. En fin, rabia a parte: No tengo tiempo fue la novela ganadora; y otra vez, como hace un año, igualito que con la Falanja, desde el principio supe quién las traía. No, ya no practico mancias, así que no ha lugar llamar a la magia: la crítica sí sirve para algo.

II.
Mis editoras de revistas para señoras tontas, francamente desesperadas, me rogaron que reescribiera una nota que garabateó una señora tonta; y para que ellas mismas lo afirmaran, sin que yo dijera una sola palabra, es confirmación suficiente.
Por una parte, admito que me divierte, e imaginar la cara de la autora cuando vea que nada de lo publicado lo escribió ella raya en lo glorioso; además, el ejercicio de describir algo que presumo, pero que no domino y donde no tengo autoridad, es bien interesante. Pero por otra, implica rumiar ideas, ordenarlas y redactarlas, y hay como treinta pendientes de científicos locos que resolver.
Tengo la impresión (y sólo es una vaga impresión) de que esa editorial eventualmente me va a reclutar ya no como corrector de estilo: con toda mi arrogancia, les soy más útil que eso. Y lo saben.

III.
Mi casa, a un ritmo desesperante, toma por fin forma de casa: los libros, los utensilios de cocina, la comida enlatada, ya todo está saliendo de las cajas, y los pocos muebles ya tomaron su lugar. Ahora el asunto es limpiar, que entre pelo de gato, polvo y todos los hoyos que le he abierto a las paredes, ese departamento ya da miedo.
Sí, soy una señora quisquillosa para la limpieza, ¿y qué?

IV.
Ah, ¿cuántos como Gene Kelly? Cuando sea grande, quiero ser como él, y tener cuates como los de Mint Royale.

I've a smiiile on my face

viernes, 10 de octubre de 2008

Control de calidad

Hoy estaba más o menos de buenas -cosa difícil a últimas fechas-, y (carajo) se me acaban de calentar las tripas. Tendría que contextualizar un poco para darme a entender, pero mi plena confianza en su metichería me evita el trabajo: como ustedes son fieros lectores en la Caza, ya saben que al señor Chirindangas lo expulsaron por incumplimiento de las reglas.
Al leer los comentarios depositados en este blog, me encuentro el siguiente:
Anónimo Juan Cassa Novva dijo...

te equivocas carnal: a chirindangas lo expulsaron porque una sexoservidora (fernanda siempre) le hizo porra en un periódico de ínfima calidad.
y como mencionas a esa pendeja para darle la razón, me pregunto si te creíste ese cuento o si eres uno de sus tantos clientes :OP espero que no hehe
saludos

Hay una respuesta a ese comentario, y me parece pertinente (como disparador de reflexión) partir de ella para entrar por fin al quid de este post:
Juan: no suelo responder comentarios como el tuyo, sobre todo porque mi secretaria es muy eficiente y me evita el mal rato. Sin embargo, esta vez me le adelanté; respondo punto por punto.
Primero. Al señor lo expulsaron por no cumplir las reglas en dos ocasiones y además querer verle la cara al público, a los jueces, a los organizadores de Caza, a la Dirección de Literatura de la UNAM y demás agregados. Si me preguntan, con uno bastaba para tomar la determinación.
Segundo. Como participante de la primera edición del concurso fui testigo de un caso de publicidad que tuvo muy otro resultado. Dudo que hayan cambiado las indicaciones que se nos dieron a nosotros, pero fueron muy explícitos al prohibirnos que nos hiciéramos publicidad para conseguir el voto del público; Lorena, en esa ocasión, lo hizo para sí misma (no un tercero) y en el instante en que se le objetó, detuvo todo medio publicitario. (Se me olvidó añadir que siguió en el concurso hasta que fue expulsada.)
Tercero. Yo también entregué tarde un ejercicio y lo que consideré más digno fue pedir más trabajo (como también le pusieron más trabajo al señor, ejercicio que por cierto también entregó fuera de tiempo y sin atender a las indicaciones). Me voy a guardar mi comentario sobre la diferencia de la calidad cívica: creo que queda claro. (Y aquí también se me olvidó añadir que yo también seguí en el concurso hasta que me expulsaron.)
Cuarto. La señora a quien vituperas está muy por encima en calidad moral y cultural que una abrumadora cantidad de escoria que inunda, lamentablemente, este país. Y si a ti te parece indigno u ofensivo que una mujer se desempeñe como sexoservidora, en lo personal me parece más indigno tener un trabajo mecánico, donde la gente no piensa, no se le atribuyen cualidades, donde todo es igual y además les venden el sueño de que serán grandes y mejores. Un McJob es el trabajo más infame al que cualquiera se pueda someter.
Quinto. La falta de criterio, cultura, conocimiento, capacidad reflexiva y crítica, discernimiento y proactividad se refleja en dos cosas: el lenguaje y el juicio.
Sí, se me calentaron las tripas. Sí, esto es un desplante. Sí, mi postura con respecto al caso es tajante, si no es que incendiaria.
Por principio de cuentas, si a esta fecha no lo han notado, todavía me quedan resabios de confianza y fe en la ley, que no en quienes la aplican. La sociedad mexicana, en términos generales, es renuente a conocer y reconocer los lineamientos (¿o alguien me puede citar al dedillo las Garantías Individuales?; yo no puedo) que nos debieran regir y respetar los límites que se requieren para el buen funcionamiento y desarrollo de cualquier estructura. Dos ejemplos: lo que más trabajo le costó a Calvino al preparar sus ponencias para la Cátedra Charles Eliot Norton (las Seis notas para el próximo milenio) fue la falta de límites, que le dijeran que podía hablar de lo que le viniera en gana; Lenin le decía a su gente: "Respeten la ley: eso los mata".
Por supuesto, toda delimitación debe ser revisada y cuestionada, y tan fieramente como sea posible, cuando deja de ser útil o coarta la capacidad de los individuos. Y entonces habrá que hacer las reformas necesarias y pertinentes y todo lo demás que ya no tengo que detallar (¿o sí?).
El asunto es que el señor arriba mencionado, además de que no se apegó a los lineamientos que se le impusieron (me digan lo que me digan) y encima quiso justificarlo con una mentira deplorable y encima quiere encontrar defensa en un resquicio de indeterminación, todavía tiene el descaro y cinismo de admitir que es un huevón de primera categoría y a eso se debe su comportamiento, falta de compromiso e indiferencia. Lo que me hace retorcerme en esta silla es que tal es la imagen estereotípica con que nos identifican en el mundo: una mexicanada es un engaño doloso hecho con alevosía en perjuicio de un tercero, y si es posible repetirla, mejor. Por individuos como éste (y me abstengo de calificarlo), el mexicano se ha ganado la desconfianza de todos.
¿Hay algo que aplaudir aquí? Según yo, no; pero si alguien tiene esa mirada salomónica con que se reconocen las virtudes en medio de lo lamentable, mi secretaria estará esperando comunicación suya. ¿Se puede cambiar esta penosa situación? Sí, y mediocre quien no lo crea: sobre cada cual recae una responsabilidad importante y que no se debiera eludir.
Al margen, siendo objetivo y tratando de no perder la disciplina de la crítica, me veo obligado a admitir que de hecho podría ser una buena novela ésa que escribe. Sin embargo, sin disciplina y compromiso no hay creación.

jueves, 9 de octubre de 2008

Echando tiros

El trabajo del lector es abrumador en ocasiones. Seguro habrá quien diga que el autor se lleva una chinga mayor, pero no estoy seguro; de hecho, como que lo dudo. Puedo decir, sin el menor empacho -estando en los lados en su debido momento-, que construir algo es complejo, pero analizarlo implica repasar el trabajo que hizo el primero más otro que deriva de ahí: son dos partes de un proceso más largo y nada sencillo.
Ya he dicho en otras ocasiones (ni me acuerdo cuándo, pero eso no importa, porque sé que ustedes son suficientemente metiches como para indagar en los archivos de este blog y elucidarlo) que Roland Barthes es un extraordinario teórico de la literatura y que le tengo un chorro de aprecio. Traduzco una cita que aparece en Never Neutral, y los conmino (angloparlantes) a que vayan allá y se enteren -en ese post y en otros y otros y otros- de una puntada gloriosa y bien filosa que se aventaron unos tíos de Filadelfia, que a resumidas cuentas es una antología falsa que incluye a casi 4,000 poetas (vivos o muertos [Rimbaud y Pound y Ernesto mismo, por ejemplo]), y cuyos poemas no son de la autoría que asienta el texto, sino que los escribió una computadora por medio de un algoritmo. Tsss...
La crítica clásica nunca ha prestado ninguna atención al lector; para ella, el escritor es la única persona en la literatura. Empezamos ahora a dejar de ser engañados por las arrogantes recriminaciones antifrásticas de la buena sociedad en favor de eso mismo que deja de lado, ignora, ahoga o destruye; sabemos que para dar a la escritura su futuro, es necesario derrocar el mito: el nacimiento del lector debe ser a costa de la muerte del Autor.
A lo que voy es que ando meticheando en la Caza, e independientemente de que otra vez hay sucesos polémicos debido al actuar de uno de los participantes, la cosa está intensa. A nosotros nos tocaron ejercicios de escritura breves y costaba bien poquito tiempo metichear en blogs ajenos. Pero ni por pienso se parece leer doce párrafos a leer doce novelas breves; está bien, no se publicaron las novelas completas, sino que van por entregas y ejercicios sobre cada una, pero eso no exime de sobrevivir las doce (once ya) y hacer un esfuerzo titánico por comentarlas todas, sin perder la disciplina y ser objetivo y tratar de ser lúcido.
Creo que llevo tres de la segunda entrega y ya estoy arrastrando la cobija. No puedo quitarle ningún mérito a los doce que llegaron hasta ahí (no los voy a matar a lo Barthes) y tampoco voy a intentarlo, pero sin lugar a dudas un lector comprometido se echa a los hombros una carga brutal, que además de fuerza, requiere compromiso, aguante y tripas para llevarla. Eso ya lo sabía, pero ahora lo compruebo con una ferocidad a la que nunca me había expuesto. Y eso que por falta de práctica (y tiempo) no me pongo tan necio con la textura.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Miscelánea

a) Hoy comenzó la Caza. Haría un comentario sardónico, pero no puedo (en términos lisos, el sitio está vacío, al menos hasta las cinco de la tarde); en cualquiera caso, Álvaro ya hizo el favor de insinuarlo.
a') Me gusta que, desde el principio y obligatoriamente, los participantes deben interactuar con los demás y ofrecer un comentario crítico con respecto al trabajo ajeno. Como crítico literario de formación, como escritor (siguiendo el eufemismo de Naciones Unidas, en vías de desarrollo), como jodetas y metiche, me parece que fue la decisión más acertada que pudieron tomar: sin crítica, autocrítica ni reflexión, cualquier trabajo, disciplina, arte, oficio y todo lo demás que ustedes hagan o dejen de hacer o se rehúsen a hacer, es inherentemente estúpido. Si en verdad somos la especie civilizada que presumimos que somos desde hace no sé cuántos siglos, para este momento deberíamos tener perfectamente dominada la capacidad de tomar una postura (y es obligatorio tomar partes en todo) y defender esa decisión con argumentos que sobrepasen el "porque lo digo yo y te chingas".
Pero bien sabemos que la crítica es veleidosa...
b) En ocasiones me veo casi obligado a tomar chocolate caliente y pescar a los gatos, hacerme bolita con ellos y quedarme tirado en la cama un rato largo. Hay ocasiones, también, en que más me valiera callarme la boca o ser consciente de las pendejadas que pienso, detenerme y cambiar de tema en esas interminables discusiones que tengo conmigo mismo (y contra mí, y contra otros in absentia). Entonces hay noches en que pesco a Ruperto y hago otro intento feroz de quedarme dormido; y de malas y algún tiempo después, pero lo logro.


b') Cuando una cosa así pasa -y cualquier médico me puede avalar-, el sistema baja el switch por sí mismo, y jodida la cosa: tengo inicios de gripa. Que me dé gripa es increíblemente difícil, pero se vuelve una patada de mula y me puedo pasar un mes así. Ah, pero te rehúsas a tomar medicamentos y ni aspirinas tienes en la casa y no digamos visitar al médico porque ladras y un jugo de naranja hace su trabajo y al rato me curo y nomás es una gripa.
c) Abrumado por la exhorbitante cantidad de votos (chorros de gracias a esa hueste de metiches) que dejaron en la encuesta de aquí a un lado ('¿Qué género musical se nos antoja'?), cumplo lo que toca y les pongo un disco de pop: me tentó la posibilidad de poner a Britney o Back to Basics (que, hay que admitirlo, está rebién hecho) de Christina Aguilera, pero la opción fue el Feels del Animal Collective. Como advertí desde un inicio, tiene poco de convencional, pero debajo de todos los ruidos que escuchen hay una estructura melódica que casi podrían relacionar con los Beach Boys (ellos dicen que es su disco amoroso y que todas las canciones tratan el tema). Con un chorro de inteligencia, estiran esa estructura y la llevan a límites gloriosos. Además de eso, me gusta un chorro.
Animal Collective

d)

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Ya cargaron los fusiles?

Como es costumbre en esta sepultura, hoy no tenía ni la más remota intención de escribir ni siquiera puntos suspensivos: luego se quejan de que despotrico y me quejo como párvulo bajo la influencia de altísimas cantidades de azúcar. Y tratando de sabio como Eclesiastés, mejor me guardo de decir palabra.
Y para no variar en esta sepultura, alguien hace algo y me da de qué escribir...
La Caza anunció ya los títulos de las doce novelas que hemos (porque, por supuesto, ustedes van a estar muy al pendiente de todo cuanto suceda ahí, y eso es en tono imperativo: recuerden que esto es una tiranía) de leer próximamente. Si en la primera edición no entendí cómo se iban a hacer las cosas hasta que empezaron, esta vez parece ser igual y mi imaginación -bastante corta a últimas fechas (les suplico que me reten, por amor a lo que le tengan amor)- no me ayuda a vislumbrar los ejercicios ni de lejitos. Pero eso no es cosa que debiera preocupar a nadie, pues para eso hay tres que entienden muchísimo más de talleres y ejercicios que yo.
Tenía la oscura intención de hablar sobre los seudónimos de los concursantes de esta edición y que algunos me parecen ridículos, por decir lo menos, y de la importancia de tener un nombre (si no, vean a Lorena, que es más fácil encontrarla a ella que a Nohemí; por cierto, un abrazo) y de la historia detrás de Julián Iriarte y la novela que se supone le estoy escribiendo, pero he de ser franco y admitir que no tengo ganas de escribir más.
Con su amabilísimo, incuestionablemente amabilísimo, me voy a mi casa a cenar y dibujar una hora, o hasta que me duelan las muñecas, lo que suceda primero.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Una furia perpetua

O lo lindo de las formas rústicas o cómo se hacían las cosas antes o la incansable [sic] labor o la importancia de un corrector.

[...] Con tanto que todas las veces que hubiéredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez años, le traigáis al nuestro Consejo, juntamente con el original que en él fue visto, que va rubricado cada plana y al fin dél [...]; o traigáis fe en pública forma de cómo por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigió la dicha impresión por el original, y se imprimió conforme a él, y quedan impresas las erratas por él apuntadas, para cada un libro de los que así fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volumen hubiéredes de haber. [...] Fecha en Valladolid, a veinte y seis días del mes de setiembre de mil y seiscientos y cuatro años.
YO, EL REY.
Por mandado del Rey nuestro señor:
Juan de Amezqueta
Cervantes Saavedra, Miguel de. "Preliminares: Privilegio Real" en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605). Florencio Sevilla, ed. Biblioteca Cervantes. Madrid: Alianza Editorial, 2001.

Si el Rey de España lo manda decir, entonces habrá que prestarle alguna atención. El Privilegio Real -junto con la Tasa, la Fe de Erratas y la Aprobación- era indispensable para publicar un libro desde 1558 y sabrán los filólogos hasta cuándo. En este caso, a Cervantes le daban permiso para publicar el Quijote durante diez años, con lo que se "protegían" (tan bien como era posible, y sabido es que poco se pudo) o ya de jodido se acreditaban sus derechos de autor; por otro lado, se apuntaba la posibilidad de una edición subsiguiente corregida, ya fuera por la autoridad real (qué útil era la Inquisición) o que el autor se viera en la necesidad de hacer modificaciones a la obra.
Hace ya más de cuatrocientos años que el corrector de estilo forma parte del proceso editorial y comunicativo; y sin embargo, parece que publicistas, creativos, copy's y ejecutivos de marketing (cualquiera que sea la definición y funciones de esos puestos) se han olvidado de que existimos, y que somos útiles, y más bien indispensables en muchos casos. Quizá el trabajo de esos señores sea construir las campañas mediáticas -con presupuestos millonarios- para hacer difusión de productos y servicios que no siempre nos son necesarios: a todas luces, yo no podría pensar en los medios y estrategias para promover un acondicionador de cabello (más si consideramos que hace ya casi ocho años que no tengo cabello), y probablemente su atención se deba centrar en un texto que no siempre es escrito, aunque eso no los exime de la obligación de tener una ortografía impecable. Y justo ahí donde mi creatividad no sirve a fines publicitarios, su ignorancia de las reglas ortográficas, sintácticas y donde la semántica y los dedazos traicionan, es donde tengo cabida yo y entera la Cofradía de los Sabios de los Acentos [sic] (ajá...).
Dicho mi propio Preliminar, anuncio una nueva etiqueta en este blog, prima hermana de Terrorismo: si se encuentran con Furia Perpetua, quiere decir que en algún lugar de la imagen hay un(varios) error(es) de ortografía o gramática, o todo junto. Me limitaré a campañas publicitarias en teoría (y sólo en teoría) supervisadas por alguien, porque si le prestara atención a todo lo que se escribe a mano en paredes y changarros de fritangas, mejor fuera abrir un blog entero dedicado a tan ardua labor. Como única regla y apelando a la voraz metichería de mis (ocho) lectores, me abstengo de apuntar los errores que encuentre; sin embargo, tengan la absoluta seguridad de que alguien la cagó si está publicado aquí.
Así pues, para inaugurar esta entretenida etiqueta: una nota de compra.

Habrán de perdonar si está arrugada, pero ayer me hicieron rabiar y de alguna manera hay que descargar el coraje.
Por un momento creí que la nota no iba a ser elegible para formar parte de e inaugurar esta honrosa lista, pues pensé que el sistema de la tienda en cuestión carecía de acentos; pero al encontrar el que encierro en el circulito azul, pues jodida la cosa y ni México lleva acento (según ellos).
En fin, así la diversión.
En MUY otros menesteres, la Caza ha seleccionado ya treinta novelas; de ellas quedarán sólo doce alrededor de la segunda semana de septiembre. Y entonces leeremos. Sigo sin saber ni entender cuál será la mecánica de esta edición, pero con el ingenio que echan, seguro voy a poner en pausa el trabajo por andar meticheando por allá todos los días, casi todo el día. Oh, si me conoceré, y la exigencia de estar ahí adentro.

martes, 19 de agosto de 2008

Saberse metiche

Soy un metiche, un enorme -aunque ñango- metiche. Meticheo en los temas más disímbolos, ya sea porque el trabajo lo exige, porque mi curiosidad me ha de matar, porque de pronto me intereso por algo, porque alguien me pasó un dato curioso, porque algún grande citó a alguien, porque no tengo nada que hacer (a últimas fechas, mi excusa menos común).
Una vez cada cuanto, mis amigas de la carrera (de las cuales soy una más) organizan una comida o hacen sus mejores faenas y nos reunimos, tomamos vino, picamos botanas durante horas, nos ponemos al día con los chismes más estrambóticos que tenemos (tanto propios como ajenos; y los ajenos siempre nos dan largas horas de discusión y diversión), platicamos de todo cuanto nos viene a la cabeza; y mi cabeza, llena de datos curiosos y eminentemente inútiles, de pronto me obliga a decir cosas sumamente oscuras y de referentes harto desconocidos. Entonces, una vez más (porque lo hace siempre que nos vemos), una de ellas me pregunta cómo es que sé tantas cosas [sic]: porque soy un metiche.
Hoy, meticheando en el blog de Alberto, leo un aviso suyo de una entrevista que le hicieron para la segunda edición de Caza. Y admito, vanidoso como soy -ampliamente vanidoso como soy-, que me llenó de gusto su comentario. Al menos por este instante: ya veré con qué recursos cuento para sostener tal, y más por mí que por comentario venido de cualquier otra persona, con todo el respeto que me merece.

martes, 5 de agosto de 2008

Temporada de caza

Incuestionablemente (lamentablemente) el mundo está infestado de imbéciles; según una teoría que escuché hace poco, debido al cambio climático los únicos seres vivos capaces de poblar la tierra en un futuro cercano serán cierto tipo de cucarachas que comienzan a adaptarse a climas más cálidos y húmedos y los imbéciles. Es una pena que no formen parte de la lista de especies en peligro de extinción: sería la única que reportaría provecho si desapareciera.
Lo grave del asunto es que vivo con un ejemplar de ésos, y no siendo suficiente tolerarlo, tuvo el cinismo de llevar a la novia con él y encima querer imponerse. Pero el quid de esta entrada no es mi desprecio por los imbéciles, sino muy otra cosa.
La Caza abrió formalmente el día de ayer -y después de más de un año- su convocatoria para la segunda edición. En esta ocasión, en lugar de poner a los concursantes a escribir los textos más variopintos y de más diversa naturaleza y técnica (como fue nuestro caso), los doce gallardos seleccionados tendrán que retocar una novela corta de su autoría.
Presumo (y ellos me habrán de disculpar si no he revisado sus blogs, pero -para no variar- le robo el tiempo a esta oficina para escribir estas líneas) que los demás participantes de la primera Caza han comentado algo al respecto. De algunos sé de cierto que no van a presentarse a esta segunda convocatoria (cito textual la mejor respuesta: "Sería de mal gusto ganar dos veces seguidas"); de los otros lo deduzco debido a las respuestas que dieron a su salida: el consenso es que fue una linda experiencia, pero fue una y suficiente. Yo, por mi parte, no puedo participar por motivos técnicos: ni tengo una novela corta registrada en Indautor, ni escrita, además de que la planeada versa precisamente sobre la vida y obra [sic] de Julián Iriarte, así que la cosa del anonimato se ve soterrada, por decir lo menos.
Considerando lo anterior, no los conmino, sino que prácticamente les exijo que sigan el concurso y lean con regularidad a los autores participantes: este blog se debe a la Caza, así que vayamos a ella y leamos, seamos críticos, vilipendiemos a quien nos parezca que no es un buen autor y apoyemos a quien sí. Tengan una sola cosa en consideración: estar allí adentro implica una carga impresionante de esfuerzo, trabajo, disciplina y desvelos, pero sin duda es harto más divertido que penoso.
En conclusión, llegado el momento escojan a su presa y tiren certero: si es escritor, con su más afilado comentario; si es imbécil, con el fusil que tengan más a mano.

martes, 11 de marzo de 2008

Transporte cultural

El camino a ésta mi oficina contempla veinte minutos por la calle más larga del mundo, la importantísima y agitadísima y accidentadísima y marchadísima avenida de los Insurgentes. Si en algún momento fui renuente al uso del Metrobús, hoy mi opción se traduce a camino de ida, camino de vuelta; sigo prefiriendo el Metro convencional...
Ayer, terriblemente cansado, ciertamente de mal humor por los músculos adoloridos y el hambre de un desayuno mal balanceado, leía en el trayecto a ésta mi oficina cuando escuché acerca del nuevo virtuality literario que la UNAM está por arrojar... Tengo que admitir que me distrajo el anuncio y de reojo (o reoído) presté atención al comercial, por pura méndiga metichería.
¿Está por arrojar? Según alcanzo a recordar, hablaban de la segunda edición de Caza de Letras; según alcanzo a recordar, el ganador se hacía acreedor a cien mil pesos (M.N.), la publicación de la novela en Alfaguara y la presentación en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería el próximo (!!??) 28 de febrero...
Estuve a punto de cagarme de risa, y también estuve a punto de gritar como psicótico fuera de sí: "Yo era Julián Iriarte, yo era Julián Iriarte". Pero me venció el pudor y la vergüenza... Aunque me asaltó como relámpago si alguno de los usuarios sabría quién corchos somos o por qué corchos "están echando una segunda edición" y, por tanto, quién corchos ganó la primera edición (beso terrible a la niña Falanja, si de pura casualidad está leyendo: debo un viaje, pronto lo pago).
Según convenimos la mayoría de los participantes con la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México, desarrollaríamos un proyecto durante un periodo no determinado en los blogs que se nos asignaron hace ya casi un año (chancla, cómo pasa el tiempo...). Con mayor o menor disciplina, escribimos cuanto pudimos, en la medida de nuestras posibilidades y capacidades. Eventualmente, el interés decayó (maldita sea la cosa), por los motivos que gusten y manden (a modo de confesión [a todas luces sabida y consabida]: chorros de chamba y poco tiempo para pensar en un texto literario), y dejamos de escribir.
Miro hacia atrás y veo con mucho afecto ese mes y medio que sobreviví a la Caza y todo lo que implicó, quienes me acompañaron y aguantaron en la faena incluidos; también le tengo un afecto atípico (no suele surgir así tan fácil) a los demás participantes, y de buena gana invitaría otra vez a mi casa a tomar más cerveza y atiborrarnos de botana, pero será cuando termine de jugar al carpintero. Le agradezco muchísimo al heroico personal que permitió el desarrollo del concurso y a Mónica, Alberto y Álvaro, que sobrevivieron con nosotros. Sin embargo -y se me perdonará la crítica, pero ése es mi trabajo-, me resulta medianamente absurdo que aún haya preventivos de un concurso que no se desarrolló, me pesa que se nos solicitara a los participantes de la primera edición que mantuviéramos activo un espacio -casi por nuestros propios medios- al menos hasta que la logística de la segunda edición de Caza permitiera abrir oficialmente la convocatoria, casi me parece un accidente de desinformación que al público usuario se le anuncie un evento que lamentablemente no tiene miras a suceder.
En fin, el asunto es que alguien debiera tomarse la molestia de actualizar los comerciales de la UNAM (que no son pocos) que se presentan en el Metrobús.
Sí, soy un quejiche susceptible, pero supongo que -en este caso- el respeto que muchos se merecen parte de un mismo lugar y aporta en variopinto destino.

jueves, 4 de octubre de 2007

Curriculum laborae

Caminando hacia Metro Chapultepec, un lunes a las ocho de la noche (podría ser peor que un domingo a mediodía, pero por suerte no [vid infra, benditos los dioses]); mi jefe, uno de los varios:
- ¿Y cómo te va en tu otro trabajo?
- ¿Cuál de todos?
Risitas. Que no es para menos: alguien me preguntó hace unos días en qué trabajaba; risa sardónica, como la de Pulgoso.
- Pues mira: en la mañana tengo un medio tiempo en una revista académica en la UNAM, en las tardes tengo un cuarto de tiempo en un periódico cultural de arte contemporáneo y una revista de gráfica contemporánea, además de otro cuarto de tiempo en que corrijo una revista de spa, una de gourmet y otra de cómo organizar una boda; después de eso sigue un octavo de tiempo corrigiendo tesis y libros y haciendo dictamen.
Y ahora me voy a sumar otro octavo de tiempo: la Caza reabre sus puertas y voy a estar allá haciendo de alfarero. Si están de humor para metichear y les quedan algunos minutos de ocio después de sus medios y cuartos y octavos de tiempo, pues allá habrá algo en qué quemarse los sobrantes.
¿Alguien me regala otra cafetera?

miércoles, 11 de julio de 2007

Fiesta, fiesta...

Vayamos lento y desde arriba:
Desde el sábado (quizá antes), había vibrado (no como gelatina a medio cuajar: como vías de tren) pensando en la fiesta de Caza. Conocer a los demás, darle rostro a las historias, platicar con el jurado, coquetear con la prensa, llegar acompañado por mi proxeneta sustituta, decirme que está padre ser un bicho sociable (cuando cuesta harto trabajo).
Impecable como quiero ser (que no siempre lo logro; de hecho, las menos de las veces), el lunes me pasé hasta las once de la noche planchando una camisa: ésa fue la única lección de supervivencia en casa que no le aprendí a mi madre. Para no arruinar tanto trabajo, la colgué cuidadosamente en un mueble de mi oficina, no fuera a arrugarse. Con la atención 'concentrada' en los menesteres del trabajo, levantaba de vez en vez la mirada y el solo hecho de ver la camisa gris, colgada frente a mí, me hacía vibrar de nuevo, mariposas en la barriga y todo.
Salí huyendo de la oficina, pasé por Proxeneta Sustituta y llegué a media rueda de prensa (que hubiera estado padrísimo que alguien se tomara la molestia de avisar que había rueda de prensa, al menos para llegar en tiempo). Comentarios menores, mis participaciones ridículas como siempre (¿qué hacerles?).
Y después el vinito: ah, cómo nos entretuvieron con la foto emotiva de las ocho (ya después fueron diez) copas alzadas, chocando y aplaudiendo la experiencia. Creo que en mi méndiga vida me habían tomado tantas fotos, y creo que tampoco había tenido que hacer la mueca de la sonrisa tantas veces y durante tanto tiempo. Los que me conocen bien saben que soy reamarguetas y no soy el Grinch nomás porque no soy verde.
Brinquitos, carcajadas, euforia, chistes locales, pláticas letradas, pláticas de tacos y tortas, tropiezos, alturas de vino, euforia, entrevistas y luces (algo incómodo), brindis, discursos, premio, euforia, vértigo, emoción, abrazos, botana que no probé, rapados, aplausos, vítores, despedidas, ojito Remi de pronto, euforia.
Sí, linda experiencia. A ver cuándo me pongo quieto porque no termino de digerir todo esto.

lunes, 9 de julio de 2007

Ha terminado la Caza. En lo personal, quedo como venadito baleado, pero mis pendientes tengo todavía.
Por decirlo simple, desde la semana pasada he medido y contemplado mis tiempos en función de la noche de mañana. Ya sé que no los invitaron y es de mal gusto comentarlo, pero es la ceremonia de premiación; y por más que quisiera llevarlos conmigo, los organizadores fueron proverbialmente sabios y nos limitaron los boletos de entrada a dos por jugador (¿o sabemos de alguien que se lleva a la familia? Digo, para reclamar porque buena intención tenía de arrastrar a la banda).
"Oye, pero son dos, puedo ir contigo...". No, no pueden: mi proxeneta oficial (porque he de confesar el 'otro' trabajo) se tomó unas vacaciones (aunque presumo que en realidad es un viaje de negocios y fue a buscar nuevos productos de venta) y encontró un relevo: ese cotizado (ajá...) segundo boleto ya está comprometido (como diría Monterroso. "¿qué sería de nosotros sin los paréntesis?").
En fin, ¿he de contar que éste ha sido el primer fin de semana en que mi proxeneta deja a su hetaria a su propia merced y que, si bien encontré quien suplante, se extraña el profesionalismo? No, no debiera. Mejor me guardo mis pensamientos.

jueves, 28 de junio de 2007

El Doce

Mientras en Gadara, harto del campamento, salí a buscar el lupanar. Esperando mi turno –pues interminables porqueros entraban y salían bufando–, un esenio se acercó y me preguntó qué hacía; como si no fuera evidente.
–¿Ya estás curado, legionario?
Creí que se referían a mí, mas vi que le hablaban a uno con la cara rajada, los brazos aún sangrantes y las manos marcadas por grillos; apenas miraba al esenio, bajaba la cabeza y el otro sonreía.
–¿Has oído sobre los cerdos? –le dije, esperando que se alejara– Dos mil, y todos se despeñaron.
–Ése que ves allá fue el responsable –respondió–, por él se arrojaron.
Sus palabras me desconcertaron: sabía que no mentía y no habría de jurar.
–En éste habitaban tantos que a sí mismo se llamaba Legión. Quise lanzarlo, pero me imploraron que no lo hiciera. Les ofrecí, entonces, la piara, de donde podrían migrar adonde gustasen.
Rió para sí mismo, como guardando el sabor del triunfo.
–Pero era conceder demasiado: después de todo, alguien debía ahogarse hoy.

miércoles, 27 de junio de 2007

El Once

No sé por qué empecé a escribir, sé que no quiero ver tele, pero estoy aburrido y no sé qué hacer. Pero hoy no hice nada en la escuela: todo el día vi a Laura. Por eso tomé el cuaderno, para decirlo. O no sé.

Otro día. Cocinar, ir a la oficina, llamar, comer, regresar a casa. Tomar el cuaderno, anotar lo del día, si me apetece, si me arrastra el impulso. Llamar a Elisena. Cenar, ir a dormir. Empezar de nuevo.

Hay que aferrarse a las cosas pequeñas. Escribir es un hecho menor. También Susana. Y caminar y cuidar el pasto. Si no fuera por estas cosas, no habría diferencia entre morirse ayer o mañana.

viernes, 22 de junio de 2007

El Diez (y un inicio)

Inicia formalmente este espacio, a petición solemne y reiterada de algunos visitantes del otro blog. No sé por qué, pero de pronto quiero un vaso de agua de limón...
Por qué continuar con los ejercicios de Caza, es mi primera pregunta. Inercia, disciplina, respeto, capricho, nostalgia, reto, todas las anteriores; algún motivo tengo, pero no lo tengo claro. En todo caso, ¿es ultimadamente necesario un motivo? Lo cierto es que aquí están y vendrán el resto, junto con otro montón de chunches. Ah, errática disciplina, tendremos que ajustar cuentas.
Saludos amplios, bien amplios
Oliver (raro hacer esto)


Una mirada le basta para comprender el yerro: en lugar de sus camisas de lino, encuentra pantaletas y corpiños. Mafalda, la Pantera Rosa y esa vaca estúpida. La cierra con desprecio, ruge pensando en sus lociones.
Pero quiere su maleta y sus camisas de lino de vuelta. Y en algún lugar debe haber un número al cual comunicarse.
Revisa de nuevo, con más cuidado. Una muñeca en la bolsa exterior, un cepillo de dientes y un bikini de gatitos, húmedo; en el forro interior, zapatos negros, talla siete y medio; adentro, más pantaletas, algunas sucias, y dos camisas inmaculadas, espléndidamente planchadas. Una manta de franela parece encubrir algo. Se estremece al ver en las fotos el juego rosa con blanco de Hello Kitty.