martes, 19 de agosto de 2008

Saberse metiche

Soy un metiche, un enorme -aunque ñango- metiche. Meticheo en los temas más disímbolos, ya sea porque el trabajo lo exige, porque mi curiosidad me ha de matar, porque de pronto me intereso por algo, porque alguien me pasó un dato curioso, porque algún grande citó a alguien, porque no tengo nada que hacer (a últimas fechas, mi excusa menos común).
Una vez cada cuanto, mis amigas de la carrera (de las cuales soy una más) organizan una comida o hacen sus mejores faenas y nos reunimos, tomamos vino, picamos botanas durante horas, nos ponemos al día con los chismes más estrambóticos que tenemos (tanto propios como ajenos; y los ajenos siempre nos dan largas horas de discusión y diversión), platicamos de todo cuanto nos viene a la cabeza; y mi cabeza, llena de datos curiosos y eminentemente inútiles, de pronto me obliga a decir cosas sumamente oscuras y de referentes harto desconocidos. Entonces, una vez más (porque lo hace siempre que nos vemos), una de ellas me pregunta cómo es que sé tantas cosas [sic]: porque soy un metiche.
Hoy, meticheando en el blog de Alberto, leo un aviso suyo de una entrevista que le hicieron para la segunda edición de Caza. Y admito, vanidoso como soy -ampliamente vanidoso como soy-, que me llenó de gusto su comentario. Al menos por este instante: ya veré con qué recursos cuento para sostener tal, y más por mí que por comentario venido de cualquier otra persona, con todo el respeto que me merece.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oliver, me alegra que te haya alegrado lo que dije. Y tus razones me parecen impecables. Suerte en todo y por acá seguimos. Hasta pronto.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Y acá esperamos, y allá visitamos.
Un abrazo