lunes, 18 de agosto de 2008

El servicio postal

Esta entrada, muy a su manera, es una segunda versión de otra anterior, toda proporción guardada. Es, por otra parte, una suerte de compensación (o reparo) de las últimas dos semanas: una cosa buena entre muchísimas otras que me han hecho ladrar (me detengo aquí, no hay que puntualizar ninguna de todas ellas).
El sábado se acercó Mariana con la mano extendida: "No me preguntes por qué tengo yo esto":

El sobre ya estaba abierto cuando lo recibí; y no importa: nadie me escribe, ni siquiera por correo electrónico, nada que sea tan personal que me sienta impelido a esconderlo del resto del mundo. Por otra parte, alguna justificación tenía para abrirlo: recurrí a la dirección que se leía (y que borro por motivos de privacidad de la familia) en tanto, en ese momento, vivía con gente de nula confianza y estaba a punto de mudarme.
Y el contenido del sobre es el siguiente (por supuesto, corrección de estilo hecha):

Dec [sic] 20, 2004
¡Hola Pollito! Espero que te llegue esta postal y que no se pierda en el maravilloso servicio postal mexicano... Hoy es mi último día en París :( :) Nada es eterno, ¿no? Regresaré a la pedante vida americana: idiotas que volvieron a votar por Bush, pero ya qué... Espero que este año nuevo te traiga felicidad y que las cosas en tu casa se arreglen: después de la tormenta, viene la brisa, ¿no? Me imagino que la vida está llena de dolores y alegrías, es un ciclo para que así podamos apreciar lo que tenemos cuando lo tenemos.
Pollito, ¡cuídate! Y me alegra que aunque hayan pasado ocho años, nos mantengamos en contacto.
Besitos,
La amarilla
Habrán ustedes de perdonar si las imágenes están chuecas, pero mi diseñador es un poco desfachatado y nomás aventó los papeles en el escáner, sin echarle mucho esmero al acomodo... Por lo demás, ni sé usar el Photoshop ni me dan muchas ganas de aprender: para eso están mis cuates y los favores los pagamos en favores.
Si metichean un poco en este blog, entenderán algunas de las referencias de la postal, mismas que no habré de detallar (hoy estoy cansado de ladrar y me rehúso categóricamente a buscarme de a gratis un motivo para hacerlo). Ésta es su respuesta a una carta que le escribí un par de meses antes, después de haberla recibido una noche en casa en su trayecto de Glendale a Francia; sabía que la había enviado, pero ambos presumimos que el Servicio Postal Mexicano nos había jugado una mala pasada. Y maravillosa la cosa, llega a mis muy adoloridas manos casi cuatro años después, en un momento en que mis nervios están a punto de salirse de su lugar.
Uno nunca se imagina los torcidos caminos que se hacen los resquicios de calma para llegar.

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