jueves, 9 de octubre de 2008

Echando tiros

El trabajo del lector es abrumador en ocasiones. Seguro habrá quien diga que el autor se lleva una chinga mayor, pero no estoy seguro; de hecho, como que lo dudo. Puedo decir, sin el menor empacho -estando en los lados en su debido momento-, que construir algo es complejo, pero analizarlo implica repasar el trabajo que hizo el primero más otro que deriva de ahí: son dos partes de un proceso más largo y nada sencillo.
Ya he dicho en otras ocasiones (ni me acuerdo cuándo, pero eso no importa, porque sé que ustedes son suficientemente metiches como para indagar en los archivos de este blog y elucidarlo) que Roland Barthes es un extraordinario teórico de la literatura y que le tengo un chorro de aprecio. Traduzco una cita que aparece en Never Neutral, y los conmino (angloparlantes) a que vayan allá y se enteren -en ese post y en otros y otros y otros- de una puntada gloriosa y bien filosa que se aventaron unos tíos de Filadelfia, que a resumidas cuentas es una antología falsa que incluye a casi 4,000 poetas (vivos o muertos [Rimbaud y Pound y Ernesto mismo, por ejemplo]), y cuyos poemas no son de la autoría que asienta el texto, sino que los escribió una computadora por medio de un algoritmo. Tsss...
La crítica clásica nunca ha prestado ninguna atención al lector; para ella, el escritor es la única persona en la literatura. Empezamos ahora a dejar de ser engañados por las arrogantes recriminaciones antifrásticas de la buena sociedad en favor de eso mismo que deja de lado, ignora, ahoga o destruye; sabemos que para dar a la escritura su futuro, es necesario derrocar el mito: el nacimiento del lector debe ser a costa de la muerte del Autor.
A lo que voy es que ando meticheando en la Caza, e independientemente de que otra vez hay sucesos polémicos debido al actuar de uno de los participantes, la cosa está intensa. A nosotros nos tocaron ejercicios de escritura breves y costaba bien poquito tiempo metichear en blogs ajenos. Pero ni por pienso se parece leer doce párrafos a leer doce novelas breves; está bien, no se publicaron las novelas completas, sino que van por entregas y ejercicios sobre cada una, pero eso no exime de sobrevivir las doce (once ya) y hacer un esfuerzo titánico por comentarlas todas, sin perder la disciplina y ser objetivo y tratar de ser lúcido.
Creo que llevo tres de la segunda entrega y ya estoy arrastrando la cobija. No puedo quitarle ningún mérito a los doce que llegaron hasta ahí (no los voy a matar a lo Barthes) y tampoco voy a intentarlo, pero sin lugar a dudas un lector comprometido se echa a los hombros una carga brutal, que además de fuerza, requiere compromiso, aguante y tripas para llevarla. Eso ya lo sabía, pero ahora lo compruebo con una ferocidad a la que nunca me había expuesto. Y eso que por falta de práctica (y tiempo) no me pongo tan necio con la textura.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

te equivocas carnal: a chirindangas lo expulsaron porque una sexoservidora (fernanda siempre) le hizo porra en un periódico de ínfima calidad.
y como mencionas a esa pendeja para darle la razón, me pregunto si te creíste ese cuento o si eres uno de sus tantos clientes :OP espero que no hehe
saludos

Lulú dijo...

Cualquier cosa que provoque la honorable visita de mi querido Oliver Iriarte a mi "casipornoblog" es motivo para regalarme una sonrisa (cosa fácil pues soy reterisueña) y un agradecimiento infinito (cosa difícil pues soy una ingrata).

¡Ah la caza! Entre la nostalgia y el duelo.

Amigo, eres maravilloso

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Juan: no suelo responder comentarios como el tuyo, sobre todo porque mi secretaria es muy eficiente y me evita el mal rato. Sin embargo, esta vez me le adelanté; respondo punto por punto.
Primero. Al señor lo expulsaron por no cumplir las reglas en dos ocasiones y además querer verle la cara al público, a los jueces, a los organizadores de Caza, a la Dirección de Literatura de la UNAM y demás agregados. Si me preguntan, con uno bastaba para tomar la determinación.
Segundo. Como participante de la primera edición del concurso fui testigo de un caso de publicidad que tuvo muy otro resultado. Dudo que hayan cambiado las indicaciones que se nos dieron a nosotros, pero fueron muy explícitos al prohibirnos que nos hiciéramos publicidad para conseguir el voto del público; Lorena, en esa ocasión, lo hizo para sí misma (no un tercero) y en el instante en que se le objetó, detuvo todo medio publicitario.
Tercero. Yo también entregué tarde un ejercicio y lo que consideré más digno fue pedir más trabajo (como también le pusieron más trabajo al señor, ejercicio que por cierto también entregó fuera de tiempo y sin atender a las indicaciones). Me voy a guardar mi comentario sobre la diferencia de la calidad cívica: creo que queda claro.
Cuarto. La señora a quien vituperas está muy por encima en calidad moral y cultural que una abrumadora cantidad de escoria que inunda, lamentablemente, este país. Y si a ti te parece indigno u ofensivo que una mujer se desempeñe como sexoservidora, en lo personal me parece más indigno tener un trabajo mecánico, donde la gente no piensa, no se le atribuyen cualidades, donde todo es igual y además les venden el sueño de que serán grandes y mejores. Un McJob es el trabajo más infame al que cualquiera se pueda someter.
Quinto. La falta de criterio, cultura, conocimiento, capacidad reflexiva y crítica, discernimiento y proactividad se refleja en dos cosas: el lenguaje y el juicio.

Sobrina Fer: después de la perorata de hace un instante, ahora sí. Al menos a alguien sí le provoco una sonrisa: en algún universo platónico, nos ganamos lo que nos merecemos (aunque no sea así siempre, carajo...).

Anónimo dijo...

Comparto tu cansancio. Yo también he tenido que leer a todos y ayer sentía que ya veía visco. Dudaba si podría terminar de leer cada entrega, pues parecen hechas para desistir en ello.
Seguramente también la mía, jajaja. De cualquier forma, con esa tarea titánica de leer a los demás, comienzo a hacerme preguntas en torno a mi estilo. Intento leerme como leo a los demás. Por cierto que leer es uno de mis oficios, me sorprende no haber pensado en un lector como yo al momento de redactar la novela, pero en eso estamos.
Y ya para terminar, también soy seguidor de Priego, el blogger incansable.

Saludos.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Yo sigo peleando por terminar, pero me queda claro que la lectura queda en pausa hasta el lunes.
En alguna ocasión lo pensé y mi conclusión fue nunca tomarme como mi propio lector ideal; de entrada, uno siempre es su propio lector ideal, pero hay que establecer distancia entre la persona y la idea. Y ah, qué difícil.
Ernesto fue mi maestro en la carrera. Y puedo decir con mucho orgullo que quiso reprobarme y no lo dejé (por mi buen desempeño; además con él escribí uno de mis ensayos favoritos en esos tres años) y quiero creer que tiene una buena imagen de mí (pura arrogancia). Nomás como dato cultural, por él tuve que abrir mi primer blog, aunque nunca supe qué hacer con eso.

Anónimo dijo...

Hola, coincido en la "tremenda carga del lector". Cualquiera que se dedique a leer, por placer o por supervivencia (o ambos) sabe que es un ejercicio activo y, aunque la más de las veces satisfactorio, muy cansado también.

Y nunca te quise reprobar, mi estimado. A lo mejor tú querías que te reprobara, pero tu trabajo no te dejó... y sí, muy buena imagen de tí, mi estimado.

Un abrazo desde Londinum.

Anónimo dijo...

sigue Blogueando, que te sale r bien

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Ernesto: ¿no es bien chistoso cuando uno le dice a los cuates "es que leí un chorro de horas seguidas y estoy recansado" y todavía nos dicen "si ni que fuera tan pesado"? Ah, cómo no... Y todavía me acuerdo de la primera frase que me dijiste cuando entré al salón el día que diste calificaciones: "Me quedé con ganas de volarte, pero el tuyo es de los mejores trabajos. ¿Me puedo quedar con esta copia?". Oh, sí.
Un abrazo desde acá.
Anónimo: estaría más padre llamarte por tu nombre, o de menos por un seudónimo... Al margen de eso, gracias: hago mi esfuerzo.