miércoles, 20 de febrero de 2008

James Turrell

Benditos sean mis trabajos, todos y cada uno de ellos: me mantienen casi en mis cinco (como cuatro y un tercio), me hacen reír (benditos mis autores mensos que escriben remal, pero piensan que escriben rebién; o que dicen "invitamos a dos colaboradores más" y luego enuncian tres nombres), me emocionan, me muestran cosas locas y nuevas y sorprendentes y viejas e irrelevantes.
Hoy, bendita mi revistita de arte, conocí a James Turrell; según yo, en algún momento, uno de mis mejores amigos (y que siempre y por el fin de los tiempos lo voy a tener en mi más alta estima, por motivos varios, incluido ese boleto gratis para Daft Punk [que, tangencialmente, ese concierto se relaciona con esta entrada]) me mencionó brevísimamente su trabajo; si puedo hacer esa ilación es por arte y magia de mi perversa memoria: recuerdo que me describió las obras de un tío que hace escultura con luces de neón y demás sistemas de iluminación.
Hoy, a unos cuatro años (no, no son dieeez años...) de distancia, me topo con su nombre en un texto que estoy revisando. Y ahí voy de metiche al Wikipedia nomás por ver quién corchos es; para no variar, como casi todas las cosas que me interesan, es suficientemente atascado y tanto más atípico como para comprar el cráter de un volcán extinto, con la finalidad de convertirlo en un observatorio astronómico. Luego descubro lo siguiente:
'The Light Inside', una instalación para sitio específico, hecha con luces de neón, paneles de yeso y vidrio. O ya para entenderlo de otra manera:

Eso no es un cuadro morado en la pared; es más, ni siquiera es una proyección en una pared, ni un plano. Al final del largo pasillo blanco (unos quince metros), en la pared del fondo se abre una pequeña entrada a otro cuarto, saturado de luz ultravioleta.
No me pregunten por qué, no sé cómo, pero estos juegos de color, luz y materia (y la física, que sabe más que yo, está de acuerdo conmigo en que la luz tiene materia) me parecen abrumadoramente emotivos, como me lo parecen los cuadros de Mark Rothko, toda proporción guardada. Y si pudiera quedarme un día entero parado frente a estas piezas, dejaría mis trabajos uno detrás del otro y me estaría días enteros viendo las piezas de Turrell, una detrás de otra.

2 comentarios:

Matías Irarrázabal dijo...

interesante espacio

me gustaria invitarte a opinar acerca de la divesidad de los escritos en nuestro espacio


saludos cordiales

http://asociaciondelbuenescribir.blogspot.com/

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Híjoles, híjoles, híjoles: no puedo prometer mucho (falta de tiempo), pero haré un intento.
Ya andaré de metiche pronto.