lunes, 11 de octubre de 2010

En perspectiva

Poquísimas veces en tu vida te encuentras en la apremiante, aplastante obligación de leer 350 cuartillas, construir el mapa conceptual de un libro entero, analizar contenidos y categorizarlos, ordenar cabeza (antes, por supuesto, que el libro), preparar edición, buscar cincuenta referencias bibliográficas en línea, cotejar contra las citas en el cuerpo del texto y alimentarte y dormir en algo menos de una semana.
Es lunes; he dormido, en el acumulado de estos dos días, un total de cuatro horas. Mañana tengo una de las juntas más importantes de este año al menos (y vayan ustedes a saber si de más tiempo, a pasado y futuro), hoy por la noche debo entregar dos capítulos completos, el jueves los siguientes dos, el viernes una corrección para uno de mis antiguos clientes, uno de los fieles. Me falta ver detalles de mi más reciente capricho/empresa, un ejercicio de creatividad que exige producción, análisis de presupuestos, selección de materiales, gestión (en algún caso) de derechos de autor. Quizá me encierren en un think-tank y finja atender una cuenta (o dos) de publicidad BTL. Tengo pendientes, por decoro y disciplina, dos entregas; quizá el miércoles deba ir a la universidad a negociar los términos de un convenio.
Es lunes; creo que ayer no comí, salvo una montaña de dulces de ajonjolí, un par de quesadillas y una pera. Hoy salió mi roomie a un viaje que se presume tortuoso; pero sólo el inicio: lo demás suena a aventura. Y mientras se echaba al hombro las maletas, yo balbucía con la taza de café en la mano el 'buen viaje'.
Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo sentado, desgranándome la cabeza y los ojos, en la frontera de un colapso; y sin embargo, con una ligereza y calma, alguna alegría de mi propia vida.
No escribo, no estoy produciendo, pero el algoritmo lógico para volver implica perderme en este ejercicio disciplinario durante un par de meses.

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