martes, 3 de mayo de 2011

Un peso

Hay días en que me pregunto cómo he tomado mis decisiones, en qué entorno me he detenido y las razones por las que veo el mundo tan lejos. Qué oscuro hado me presenta la realidad que veo.
Inmediatamente quiero ser responsable y asumir que el azar tiene poco o nada que ver, que son efectivamente mis decisiones las que distribuyen esa realidad, y no una potencia ultraterrena la que dicta suceso y destino. Por supuesto, la consecuencia es más grave, y sin embargo queda ese resabio incierto de que algo no he decidido, que el mundo también pasa frente a mí y no todas las opciones están en mis manos o a mi alcance, que puedo aspirar a cierta solución, pero desde el inicio el rumbo era otro.
También siento la necesidad de desarraigar esa responsabilidad de mí y delegarla cómodamente hasta hacerla desaparecer. Eso me daría a quién culpar y sería libre de todo fardo. O lisamente olvidar toda responsabilidad y seguir sin memoria. Pero esta constitución me lo prohíbe, no hay sombra de descanso.
No siendo suficiente, la potencia de la memoria arrastra a un recuerdo, una experiencia, una emoción, o quizá una ilusión. Y cualquier cosa que eso sea, duele de alguna manera, y sabe exigir atención y encontrar su espacio en el cotidiano. No me queda en claro por qué regresar a ese dolor, si quizá intentemos recuperar lo bello que encerró, a costa de padecerlo de nuevo. Pero queda claro que volvemos.
Y ahí voy, mascullando canciones y poemas que aplastan porque no son o no fueron. Es esa relación metonímica con un objeto simbólico (Barthes): el objeto no contiene un significado por cuenta propia, sino que lo imponemos nosotros a partir de la memoria de lo simbolizado. Resulta entonces que un letrero, una hoja de papel, un aroma o una textura encierran un fragmento del otro. No está ahí, y sin embargo está presente. Son recuerdos (o experiencias, más bien) dulces, que en su ausencia y distancia pesan.
Queda resignarse estoicamente o combatir cada fibra de uno mismo. Cualquiera que sea el caso, sé que tengo un problema mayor cuando me cuesta tanto trabajo hilar discurso.

4 comentarios:

Xotlatzin dijo...

En geología, cuando salimos al campo, frecuentemente encontramos en las rocas lo que queremos ver y no lo que realmente es, es por eso que tu frase: "el objeto no contiene un significado por cuenta propia, sino que lo imponemos nosotros a partir de la memoria de lo simbolizado." me parece muy atinada. En ciencia la lucha es para inhibir esta tendencia humana de anteponer interpretaciones a las descripciones.

Saludos,
Xotla.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Quizá sea la naturaleza de todo: no entendemos cómo se expresa un suelo o una orquídea o un lobo (Kipling), así que por principio declaramos ese objeto carente de sentido y significado. Entonces por inercia imponemos sentido, porque necesitamos que todo lo tenga.
Y sí, la ciencia debe describir y explicar antes de interpretar, aunque dudo que se sistemáticamente cumpla ese orden: creería que es incapaz de evitarlo y en algún momento surge esa misma pulsión interpretativa, y no sólo de los datos compilados.
Y conste que disfruto mucho la ciencia.
Abrazo

Adriana del Moral dijo...

Coincido con míster Julián: la ciencia no es inmune al afán de interpretación. Al contrario, es un fruto refinado de ese humano deseo. Todas sus clasificaciones y "leyes" son elaboradas construcciones humanas. Utilitarias y hermosas, unas veces más y otras menos.
(Me duele verlo sufrir tanto. Sólo recuerde que todo pasa, incluso el dolor se transforma. Cada decisión cierra puertas, pero abre otras, cada segundo decidimos. Beso.)

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Cierto, todo pasa y todo es una decisión. Cansa la conciencia de tal, de que lo correcto es asumir esa responsabilidad día con día y se debe corregir o reafirmar el rumbo. Es sólo que cansa.