De nuevo Hawthorne, The Scarlett Letter, "The Custom-House". De nuevo la escritura. De nuevo la necesidad, después de tanto tiempo, de tanta ira (por una vez, justificada y vista sin mi intermediación). De nuevo, ante todo, la posibilidad.
Un día, por fin, tienes la pulsión de escribir. Para sacar (acomodar) de otra manera la ira, para decir el desasosiego, para poner en perspectiva las dudas de un momento particular y aclarar las soluciones que se avecinan, para recuperar un ritmo que se perdió (si acaso se tuvo) hace años. Y de alguna manera las palabras se hacinan en el pecho y buscan su camino, pero la falta de uso hace extraños los sonidos. Quiere surgir la voz de entre los sepulcros y la brisa cauta es más ruidosa, quiere despuntar la mañana en un nido de colores y la bruma aplasta los rayos entre sus nubes, busca el agua su cauce y se encuentra con un muro de argamasa.
Se quiere decir. Se tiene algo que decir. Se intenta decir. Pero cada brizna de voz se rompe. Es una extraña tristeza.