Comienzas la traducción de una encuesta a un importante ejecutivo de relaciones públicas de una farmacéutica trasnacional.
10:32
Dejas en paz al ejecutivo y traduces modificaciones a las políticas financieras de una firma trasnacional de investigación de mercados.
11:49
Entregas las políticas financieras (qué difícil es el inglés de negocios) y traduces las respuestas automáticas que debe arrojar un programa computacional.
13:52
Regresas de la comida (cargando una bolsa de croquetas para gato) y te dispones a continuar con el importante ejecutivo de relaciones públicas.
15:48
Miras con incredulidad el monitor y empiezas a especular: ya sea que el importante ejecutivo no sepa hablar o quien transcribió sus respuestas no sabe escribir, lo cierto es que la traducción se detiene en seco. Después de deliberar el justo proceder, la encargada del proyecto recibe sutil mensaje de que hubiera sido lindo que leyera lo que manda traducir.
16:51
La encargada del proyecto quiere, ahora, que inicies el trabajo casi de cero. Antes de la embolia: chocolate, un vaso largo de agua, amarga queja con el jefe, y apagar la computadora. Mañana saldrá esa traducción (sin adjetivos, más por pereza que por respeto).
20:46
Te quitas por tercera vez al gato de las piernas, que duerme muy cómodo y a sus anchas, pero ya se te entumió la rodilla izquierda y el brazo entero.
21:18
Después de revisar las instrucciones para los autores de una revista académica, comienzas la corrección de un artículo de oncología.
[No sé a qué hora termine, pero sí sé que las lecturas del editor son tan variadas que su versatilidad apendeja.]
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