lunes, 19 de diciembre de 2011

El oficio de soñar

En Extraños peregrinos: doce cuentos, García Márquez escribe sobre una mujer que un día comienza a tener sueños premonitorios; es tal su habilidad que la "ascienden" de criada de la casa a la soñadora de la familia, y su único deber es contar cada mañana lo que soñó. No recuerdo el final, y no tengo intención de volver a levantar un libro de García Márquez.
No sé, a ciencia cierta, cómo podría ser el oficio de soñar. En este momento estoy aturdido de gripa y antibióticos (dos inyecciones, faltan tres), al punto de pasar el fin de semana tirado en cama; el sábado, más puntualmente, desperté sólo para enviar dos correos y recibir la comida que los amigos me trajeron. El resto del tiempo fue sueño pesado, hasta el dolor de espalda y cadera.
De todo ese tiempo, no recuerdo nada, ni un solo sueño, una sola experiencia onírica que me hiciera dudar de la realidad. Hace mucho no recuerdo mis sueños, sin que sepa realmente por qué. Mi tiempo dormido se ha convertido en un vacío del que nada se recupera.
Las implicaciones, por supuesto, podrían ser varias, o sencillamente ninguna. Si no queda en claro de dónde vienen los sueños, ¿qué importaría si yo no soñara? ¿Acaso los sueños vienen de algún lugar? ¿O debiera preocuparme la otra acepción, la que implica ilusión y deseo? ¿Qué queda de una persona si no sueña?
Importa, en cualquier caso, descansar.

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