miércoles, 12 de enero de 2011

En las vísceras

Tuve el impulso (muy a destiempo: hay que entregar un catálogo el viernes, y otro más por la tarde, y una tira de materias la semana entrante, y hacer como que estudio [ajá...] para el próximo examen de la UNAM) de revisar un cuento. No están ustedes para saberlo, pero lo poco que he escrito en mucho tiempo ha sido por encargo de Eme-Equis, vía Antimio Cruz.
Me gusta "Ámbar gris" por el ritmo que logró y la cantidad de sensaciones que lo cruzan. Independientemente de ese impulso paternal de exhaltar a mis hijos, sucede que soy corrector de estilo, y ya pasó mucho de que escribí el cuento, y ahora lo miro con la navaja en una mano:
No llevan prisa. Saben que todos van a estar sentados en la sala, contando las mismas historias, fumando y tomando cerveza. Saben que, pasadas un par de horas, se van a empezar a aburrirse, Octavio se va a acordar de Susana y le va a marcarllamará a las tres de la mañana, Miguel se va a adueñartomará control sobrede la música y todos se van a quejar, todos le darán su dinero a Horacio va a juntar dinero para más cerveza y botana y se va a quedar conpodrán dar el cambio por perdido, a las cinco van a cenar a ver dónde y luego él tendrá que llevar a varios a sus casas. Prefieren no llevar prisa.
¿Qué hacer cuando uno tiene este ojo de carnicero?
En otros menesteres, el cuento cobra una dimensión más después de leer los capítulos aromáticos (llamémoslos así) de Moby Dick.

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