¡Qué cosa! Si tuviera yo una subvención gubernamental para dedicarle mis horas a la escritura, segurito que me pasaría el día llenando hojas virtuales; pero como no la tengo, hay que escoger y levantar con pincitas lo que se escribe y se publica.
Por ejemplo, podría escribir sobre la bonita intervención que tuve el domingo pasado en una mesa de la Feria del Libro del Zócalo, a la que llegué originalmente en calidad de porrista (besos a la Fer) y terminé como gallardo conferencista diciendo poco o nada sobre mi experiencia como participante de Caza y la escritura de este blog. En fin, reconocimiento para mi currículo.
También podría postear las fotos que nos tomaron ese día (gracias a Mayra, hartas gracias), pero creo que no tengo tiempo.O podría referir el estridente episodio de la doña que consideró que los escritores usamos palabras cada vez más complicadas [sic] y que los periódicos sólo entorpecen el tráfico de información porque la gente (asumo que la estúpida) no entiende lo que está ahí escrito y esas palabras son del demonio [sic]. Pero ya de eso se encargó Alberto.
También podría contar que el jueves pasado casi me atropellan (otra vez), y que en lugar de pasarme el día rabiando la estupidez ajena, a los cinco minutos me estaba riendo: "¿Qué crees? Casi me atropellan". ¿A poco no suena regracioso?
Y podría sumar a la lista que me duelen gravemente los dedos, la espalda y la muñeca izquierda por la obscena cantidad de horas que he pasado en la mesa, estilógrafos 0.1 y 0.4 en mano, dibujando el que quizá sea el último decorado que haga; horas, por cierto, que le debieran corresponder al sueño.
Pero no: si no lo hice en su momento, ¿ya para qué corchos lo hago ahora? Mejor le dedico los siguiente minutos a redondear la idea de un post que me va a ser bien especial.
También podría postear las fotos que nos tomaron ese día (gracias a Mayra, hartas gracias), pero creo que no tengo tiempo.O podría referir el estridente episodio de la doña que consideró que los escritores usamos palabras cada vez más complicadas [sic] y que los periódicos sólo entorpecen el tráfico de información porque la gente (asumo que la estúpida) no entiende lo que está ahí escrito y esas palabras son del demonio [sic]. Pero ya de eso se encargó Alberto.
También podría contar que el jueves pasado casi me atropellan (otra vez), y que en lugar de pasarme el día rabiando la estupidez ajena, a los cinco minutos me estaba riendo: "¿Qué crees? Casi me atropellan". ¿A poco no suena regracioso?
Y podría sumar a la lista que me duelen gravemente los dedos, la espalda y la muñeca izquierda por la obscena cantidad de horas que he pasado en la mesa, estilógrafos 0.1 y 0.4 en mano, dibujando el que quizá sea el último decorado que haga; horas, por cierto, que le debieran corresponder al sueño.
Pero no: si no lo hice en su momento, ¿ya para qué corchos lo hago ahora? Mejor le dedico los siguiente minutos a redondear la idea de un post que me va a ser bien especial.
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