miércoles, 26 de diciembre de 2007

Benditas vacaciones

Hace dos años que ofrezco mis servicios laborales de manera casi indiscriminada; cabe señalar que no he pasado un año entero en ninguno de dichos trabajos, así que me tocan "compensaciones" que hacen el trámite legal de un aguinaldo, pago de vacaciones (las cuales nunca disfruto pues no cuento con la antigüedad necesaria) y reparto de utilidades.
Sin embargo -muy sin embargo-, cuando uno ofrece sus servicios para una institución federal, las vacaciones son obligatorias, salvo las minucias que aparecen de los otros trabajos. Y tengo que admitir, casi con rencor, que detesto las vacaciones, y los domingos: mi cuerpo está acostumbrado a consecutivas noches de desvelo, brutales cargas de trabajo, fechas de entrega, pendientes, administración del tiempo para cubrir con ellos...
¿En qué se traduce esa costumbre? En que me duele la espalda, los hombros, las pezuñas (chiste local, que sólo cuento con la ayuda de mi gallarda embajadora ante el universo y zonas circunvecinas) debido a la absurda cantidad de tiempo que he pasado tirado en la cama, viendo la tele (cosa que no hago muy a menudo [por cierto, la programación de la televisión abierta en este país es infame en fechas decembrinas...]), rascando barrigas de gatos y durmiendo, al extremo de consumir tan poca energía que ni hambre me da, o al menos la suficiente para motivarme a dejar la cama y cocinar algo. Por lo demás, da hueva con la modorra que uno carga de tanto estar echado como res herida.
Si de algo sirve tantísimo tiempo libre es para pensar una sarta de estupideces que eventualmente pueden ser útiles; de instante nomás sirven para entretener la cabeza cuando el zapping por diez trepidantes canales no llega a buen puerto. Ahora bien, la pregunta es cuándo corchos va a ser útil ese mar de pensamientos absurdos que ni me distraen tanto como para apagar la tele.
Conclusión: me llamo Oliver y soy workaholic (o trabajólico, que hasta suena más rimbombante) y extraño mi oficina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ándele! Y me criticas por workaholic! Jajaja... ¿y no te duele la cola? JAJAJAJAJA.

Disfruta rey, que pocas son estas oportunidades de pendejear a gusto...

beso de puerco, jajaja

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

No, nomás me duele la espalda. Y con tan miserable oferta televisiva, como que no se disfruta mucho...