En sus extraordinarios Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes, con su abrumadora lucidez, con su impresionante capacidad de análisis, con esa sorprendente forma de verter luz sobre lo que mira, con su modo tan sentido (pero jamás sensiblero) de decir las cosas, apunta algo que me parece extraordinario. Maldita sea si no puedo citarlo textualmente, pero lo leí unos años atrás en la biblioteca de la escuela y no me he dado la oportunidad de comprarlo: hace no sé cuánto decidí que era muy sano no entrar a una librería, por motivos económicos, pero también porque hay una biblioteca personal tapizada de pendientes.
Terminando con la digresión, el punto de la cita decía algo como: "El dolor de la ausencia no es la ausencia misma, sino la presencia constante. Te encuentro por asociación, todo me lleva a ti, estás en mi Todo, te encuentro por una proyección metonímica. No eres tú lo que recuerdo y me duele, sino lo que me recuerda a ti y veo en otros y no tengo".
Terminando ahora con la malísima paráfrasis y con la parte grave del asunto, más que dolor, un helado me provoca una sonrisa enorme y a alguien un gato (que antes le asqueaban) le hace recordarme con gusto.
Y bien podría decir quién evoca y por qué helado y no dulces de cajeta, pero tengo el impulso de guardarme mi comentario. Total: sabe que la quiero un chorro y no tengo por qué explicar todo lo que digo.
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