martes, 11 de diciembre de 2007

Engaño

Hoy en la mañana me di cuenta que he vivido engañado y ni sé cuánto tiempo, precisamente porque el reloj de mi celular (que no tengo otro reloj, salvo el del microondas y ése lo programo con el del celular) está atrasado veinte minutos (sí, no le he cambiado la hora).
Me veo obligado a pedir una disculpa, pues es probable que haya yo dejado a alguien esperando veinte minutos y yo campantemente creía que estaba muy en tiempo. Eso incluye, como es evidente, mi trabajo de la mañana: y yo que pensaba que nomás estaba llegando diez minutos tarde...
Lo que me sorprende, en todo caso, es que no me hayan dejado los cuatro aviones que tomé en los últimos quince días. Dice el proverbio que hay un dios que provee, y me da gusto no ser Isaac.
Aquí es donde empieza la divagación: ya no me acuerdo quién era el férreo defensor de la frase "No hay casualidades, sino causalidades", aunque tampoco me importa. El asunto es que ayer intentaba explicarle a una amiga la aporía de San Agustín, tan bien como pude porque tengo que admitir que no la entiendo del todo (si la entendiera, ¿seguiría siendo una aporía?). Y hoy resulta que todo el tiempo que invertí en el intento y todo el tiempo que he invertido en no sé cuánto tiempo está movido veinte minutos; más todavía, hoy me robaron veinte minutos de mi día.
Si alguien puede explicarme cuál fue la utilidad de este post y qué hora es, segurito que lo agradecería.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Veinte minutos son dignos de puntualidad inglesa, en tu caso, emplumada odisea (silogismo experimenta).

No me sorprende que te hayas dado cuenta tan tarde, lo que más me asombra es que nadie te haya dicho nada.

De seguro el tic y el tac ya no irán a contrarreloj; el hecho de que sea digital anula toda posibilidad.

Dejemos el tiempo... al tiempo.

Xotlatzin dijo...

Oliver,
El tiempo no es cosa de juegos, cuando suena esa campana, siempre me deja vibrando.
Un amigo, coincidentemente con tu nota, ayer me obsequió un recorte que se publicó hace un año en Milenio (jueves 19 de Octubre de 2006); lo escribió Rafael G. Vargas Pasaye sobre la opinión de Alfonso Nieto (ex rector de la Universidad de Navarra) de que los estudiantes leen poco, ven bastante y escuchan mucho. Alfonso Nieto concluye con una frase escalofriante, a ver qué te parece:
“.. lo peor son aquellas personas que se quejan de que no tienen tiempo y viven acelerados, porque además de todo atropellan el tiempo ajeno”.
Sin duda es una frase para reflexionarla; ¿no crees?
Saludos.
Xotla.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

ARS: bueeeno, si de puntualidad inglesa hablamos, dos minutos ya son dignos. Y a mí también me sorprende que nadie me dijera nada.
Xotla: yo soy uno de esos necios que no tiene tiempo, pero de verdad que es un chorro de trabajo; eso sí, procuro evitar los atropellos, aunque supongo que no siempre es posible.
Abrazos

Anónimo dijo...

Pues mi comentario está menos elevado (lo siento), pero no maaaames gueeey! no te habías dado cuenta??!!! jajajaja. cuál es el problema, si de todas formas siempre llegamos tarde... jajaja

Te quiero!

Ps, cuidado con los atropellos que te has salvado de unos varios

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Pues alguien me había insinuado que quizá mi reloj no estaba muy en tiempo, pero no, no me di cuenta. Y no llegamos tarde: llegamos en el momento adecuado.
Atropellos: como cuatro conatos.
Beso