jueves, 17 de enero de 2008

Decir mañana

Esta tristeza que sabe besarme la lengua, este amor, pequeño, olvidadizo, ahogado en un mar de leche, esta luna verde que vive sólo en lagunas y canta más bajo que la cigarra, esta mirada que se desploma ante la selva de lo que no digo, este sol que tiene miedo del más simple árbol, y tus labios que brillan más cuando no los quiero, las gaviotas que saben mejor esperar la noche a parecer sabias y dar consejos, esta terrible alegría tiembla y emigra cada tarde para volver sin anunciar su nombre, para irse de nuevo sin prometer el regreso y tú, que miras y oyes, te olvidas en la silla, te pierdes entre el cabello, dices un beso y sigues andando. Así las cosas, así las cosas (hasta mis manos que de escuchar duelen): esta ausencia que sabe más que yo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te he escrito y se ha desaparecido.
Sólo te decía que los poetas sienten hondo dolor por casi todo.
Que, a pesar de querer ser muy duros, son tan tiernos que se hieren en profundidad.
Poco a poco nos curtimos y la vida ya da golpes soportables, arañazos como gajes del oficio como a los niños que juegan mucho.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Ya ves que ahora sí aparece.
No conozco poeta que se las dé de duro: ésos más bien son los narradores.
A jugar.

Anónimo dijo...

Poeta y narrador, tienes facetas de los dos. Mira que estamos comentando un texto poético.
Así que, bien , a jugar y soñar con lo que uno quiere que pase.
Concha

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Que sea. Nadie que ponga reparos.