Big time:
domingo, 24 de octubre de 2010
jueves, 21 de octubre de 2010
Memento
El despertador programado para sonar a las seis de la mañana. Reacciono realmente a las 8:30. La lista de trabajo pendiente crece casi exponencialmente cada semana: tengo la impresión de que no voy a terminar la entrega que tengo para hoy.
Hoy tengo dos juntas: una estrictamente personal y cuyas implicaciones son espantosas (por darle un adjetivo sobrio) y otra de trabajo. Escribo un correo pidiendo disculpas por el retraso, mañana será otro día, ya pronto termino (ajá...).
Voy a la primera junta. Menos de una hora, en algo a medio camino entre la plática de amigos y la asesoría especializada. Salgo con las ideas un poco más ordenadas (tenía en claro cómo es el procedimiento, pero el tema y su intrumental no son de mi dominio). Hago camino a casa, paso a comprar los ingredientes de la comida.
Estoy tentado a caer abatido, entre hambre, cansancio y hastío (nadie en la faz de la tierra tiene peor redacción que los artistos o menor capacidad de expresión). Claudica la idea de cocinar, preparo una torta. Y entonces me dejo rendir y me tiro a dormir.
Despierto, pero no tengo ganas de seguir trabajando ni prestar atención ni hacer esfuerzos. Después de un tazón de helado, cuatro llamadas telefónicas y una taza de té, me amarro a la silla y prosigo con los pendientes. Pero tengo la imperiosa necesidad de depurar la lista de contactos con tal de borrar por fin un nombre que duele: mierda, tenía junta de trabajo a las seis. Ni qué hacer: ya pasan de las diez.
Sigo revisando pendientes. El mensajero instantáneo:
– Oiga, entonces paso a dejarle las llaves mañana temprano.
Mierda: tenía que recoger las llaves de casa de los amigos para cuidar a la gata el fin de semana.
– Hoy definitivamente no estoy recordando nada. Tenía junta de trabajo y ahora esto.
Cuando uno se precia de extraordinaria memoria, esto es traición. Parece que no, pero estoy exasperado: ira acumulada y fluyendo erráticamente, cansancio, aturdimiento, maquinaciones a mediano plazo. Y por más que intento, no puedo poner orden. Aún los gatos vuelven a hacer travesuras, pero no me doy cuenta a tiempo para disciplinarlos.
Hoy tengo dos juntas: una estrictamente personal y cuyas implicaciones son espantosas (por darle un adjetivo sobrio) y otra de trabajo. Escribo un correo pidiendo disculpas por el retraso, mañana será otro día, ya pronto termino (ajá...).
Voy a la primera junta. Menos de una hora, en algo a medio camino entre la plática de amigos y la asesoría especializada. Salgo con las ideas un poco más ordenadas (tenía en claro cómo es el procedimiento, pero el tema y su intrumental no son de mi dominio). Hago camino a casa, paso a comprar los ingredientes de la comida.
Estoy tentado a caer abatido, entre hambre, cansancio y hastío (nadie en la faz de la tierra tiene peor redacción que los artistos o menor capacidad de expresión). Claudica la idea de cocinar, preparo una torta. Y entonces me dejo rendir y me tiro a dormir.
Despierto, pero no tengo ganas de seguir trabajando ni prestar atención ni hacer esfuerzos. Después de un tazón de helado, cuatro llamadas telefónicas y una taza de té, me amarro a la silla y prosigo con los pendientes. Pero tengo la imperiosa necesidad de depurar la lista de contactos con tal de borrar por fin un nombre que duele: mierda, tenía junta de trabajo a las seis. Ni qué hacer: ya pasan de las diez.
Sigo revisando pendientes. El mensajero instantáneo:
– Oiga, entonces paso a dejarle las llaves mañana temprano.
Mierda: tenía que recoger las llaves de casa de los amigos para cuidar a la gata el fin de semana.
– Hoy definitivamente no estoy recordando nada. Tenía junta de trabajo y ahora esto.
Cuando uno se precia de extraordinaria memoria, esto es traición. Parece que no, pero estoy exasperado: ira acumulada y fluyendo erráticamente, cansancio, aturdimiento, maquinaciones a mediano plazo. Y por más que intento, no puedo poner orden. Aún los gatos vuelven a hacer travesuras, pero no me doy cuenta a tiempo para disciplinarlos.
miércoles, 20 de octubre de 2010
Una hiena
There are certain queer times and occasions in this strange mixed affair we call life when a man takes this whole universe for a vast practical joke, though the wit thereof he but dimly discerns, and more than suspects that the joke is at nobody's expense but his own. However, nothing dispirits, and nothing seems worth while disputing. He bolts down all events, all creeds, and beliefs, and persuasions, all hard things visible and invisible, never mind how knobby; as an ostrich of potent digestion gobbles down bullets and gun flints. And as for small difficulties and worryings, prospects of sudden disaster, peril of life and limb; all these, and death itself, seem to him only sly, good-natured hits, and jolly punches in the side bestowed by the unseen and unaccountable old joker. That odd sort of wayward mood I am speaking of, comes over a man only in some time of extreme tribulation; it comes in the very midst of his earnestness, so that what just before might have seemed to him a thing most momentous, now seems but a part of the general joke.—Herman Melville
Me verán llegar con las manos desnudas, de frente; y buscarán refugio. Estando en el medio de mi calma, han tentado a mi paciencia. Es tiempo de retribución, y no imaginan los alcances de mi rabia y mi tenacidad. Se terminó el periodo de gracia: es mi turno. Y volveré a mi calma, y seguirán pidiendo refugio.
lunes, 11 de octubre de 2010
En perspectiva
Poquísimas veces en tu vida te encuentras en la apremiante, aplastante obligación de leer 350 cuartillas, construir el mapa conceptual de un libro entero, analizar contenidos y categorizarlos, ordenar cabeza (antes, por supuesto, que el libro), preparar edición, buscar cincuenta referencias bibliográficas en línea, cotejar contra las citas en el cuerpo del texto y alimentarte y dormir en algo menos de una semana.
Es lunes; he dormido, en el acumulado de estos dos días, un total de cuatro horas. Mañana tengo una de las juntas más importantes de este año al menos (y vayan ustedes a saber si de más tiempo, a pasado y futuro), hoy por la noche debo entregar dos capítulos completos, el jueves los siguientes dos, el viernes una corrección para uno de mis antiguos clientes, uno de los fieles. Me falta ver detalles de mi más reciente capricho/empresa, un ejercicio de creatividad que exige producción, análisis de presupuestos, selección de materiales, gestión (en algún caso) de derechos de autor. Quizá me encierren en un think-tank y finja atender una cuenta (o dos) de publicidad BTL. Tengo pendientes, por decoro y disciplina, dos entregas; quizá el miércoles deba ir a la universidad a negociar los términos de un convenio.
Es lunes; creo que ayer no comí, salvo una montaña de dulces de ajonjolí, un par de quesadillas y una pera. Hoy salió mi roomie a un viaje que se presume tortuoso; pero sólo el inicio: lo demás suena a aventura. Y mientras se echaba al hombro las maletas, yo balbucía con la taza de café en la mano el 'buen viaje'.
Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo sentado, desgranándome la cabeza y los ojos, en la frontera de un colapso; y sin embargo, con una ligereza y calma, alguna alegría de mi propia vida.
No escribo, no estoy produciendo, pero el algoritmo lógico para volver implica perderme en este ejercicio disciplinario durante un par de meses.
Es lunes; he dormido, en el acumulado de estos dos días, un total de cuatro horas. Mañana tengo una de las juntas más importantes de este año al menos (y vayan ustedes a saber si de más tiempo, a pasado y futuro), hoy por la noche debo entregar dos capítulos completos, el jueves los siguientes dos, el viernes una corrección para uno de mis antiguos clientes, uno de los fieles. Me falta ver detalles de mi más reciente capricho/empresa, un ejercicio de creatividad que exige producción, análisis de presupuestos, selección de materiales, gestión (en algún caso) de derechos de autor. Quizá me encierren en un think-tank y finja atender una cuenta (o dos) de publicidad BTL. Tengo pendientes, por decoro y disciplina, dos entregas; quizá el miércoles deba ir a la universidad a negociar los términos de un convenio.
Es lunes; creo que ayer no comí, salvo una montaña de dulces de ajonjolí, un par de quesadillas y una pera. Hoy salió mi roomie a un viaje que se presume tortuoso; pero sólo el inicio: lo demás suena a aventura. Y mientras se echaba al hombro las maletas, yo balbucía con la taza de café en la mano el 'buen viaje'.
Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo sentado, desgranándome la cabeza y los ojos, en la frontera de un colapso; y sin embargo, con una ligereza y calma, alguna alegría de mi propia vida.
No escribo, no estoy produciendo, pero el algoritmo lógico para volver implica perderme en este ejercicio disciplinario durante un par de meses.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)