miércoles, 14 de noviembre de 2007

El más grave amor

Admito mis lágrimas y lo mucho que me cuesta ordenar mis ideas en este momento. Recibí hace unos instantes una noticia que creo peor que la muerte de alguien a quien amo: su decisión de rendirse. Parece que vuelvo sobre mis pasos y se replantea por sí mismo el tema del último post: no es la muerte en sí misma o su evento, sino su expectativa, el cúmulo que la antecede, el tiempo que tengo que mirar. Sé que va a morir, como todos, como yo; pero la conciencia es crueldad.
En el general de los casos, la muerte ya no importa y saber que alguien quiere morirse me es irrelevante, como me es irrelevante mi propia muerte; pero sucede que es la persona a la que más amo y por sobre la que no hay nada: mucha gente me es gravemente importante y puedo profesarles el más sincero amor, pero ninguno de ellos jamás logrará un lugar similar siquiera. Perdón por eso, pero el amor no se parangona; en este caso, tampoco el respeto ni la admiración.
Creo que por hoy dejo de traducir: quisiera tirarme a dormir.

1 comentario:

Xotlatzin dijo...

Julián,

Es difícil escribir algo sobre la muerte, sobre todo la muerte de otro, la que nos es tan ajena; escribo sólo para darte una perspectiva, ¡qué digo darte si ya la tienes! Sólo quiero que la recuerdes.

La persona que decidió su muerte no es que renuncie a la vida, renuncia a la vida bajo las circunstancias en las que se encuentra. Es su derecho.

Nosotros sufrimos por nosotros, porque nos duele su partida, somos egoístas, no queremos dejar de gozar su divina presencia, por eso queremos que se quede, ¿y su libertad para escoger el ya no sufrir más, es cobardía o es heroísmo? No lo sé, pero es su decisión.

Yo (y es mi opinión, sólo eso) creo que termina su ciclo terrenal, que si lo pensamos es más una anomalía universal, una maravilla absurda si quieres, pero anómala al fin de cuentas; y si le toco existir, los filósofos deducen que no nació ni morirá, simplemente es; en qué se transformará materialmente es irrelevante, es parte de las estrellas desde antes de que naciera como ser humano, y nunca dejará de ser un trozo del Todo.

Un abrazo fuerte y una saludo silencioso para ese hermano que se adelanta a donde todos vamos, y vamos alegremente como mexicas que somos, al Mictlán.

Xotlatzin.