No lo sé, de verdad que no: quizá fue la generosacasiabsurda cantidad de cerveza que consumí el fin de semana entero que participó activamente en la depresión de mi sistema nervioso, o quizá sea que es peligrosísimo para gente como yo leer en tanto uno se apropia en demasía la experiencia literaria (gracias a Darien, este autor empírico se hizo en su momento de alguna prenda sin el pago correspondiente) y la visión y actitud de Raskólnikov son materia grave, pero el asunto es que estos días el mundo es raro.
Ayer por la mañana hice brevísima consulta antes de decidirme a ir a las taquillas del Palacio de los Deportes para comprar dos boletotes para el concierto de Soda Stereo de este viernes: regresé a casa con los bienhabidos boletos y tres mil pesos menos en la cartera (fuera yo tan pudiente como para gastármelos así nomás de buenas a primeras: me los hubiera robado). De camino, entre que de mal humor porque no había comido y la chica que estaba en la fila de la taquilla antes que yo se tardó como quince minutos en comprar cuatro boletos, llegué a una de esas conclusiones (que después desvarió hasta convertirse en este post) que parece que requieren de un esfuerzo mental y emocional enorme y no son otra cosa que sentido común aplicado.
Una experiencia no dura exclusivamente el periodo de tiempo que le toma para suceder, sino que inevitablemente se extiende hacia el tiempo que la antecede y la precede (benditas perogrulladas: si un teórico de la Historia leyera este blog, segurito quedaría prendado de la idea y la publicaría en su siguiente libro...). Expectativa y memoria, así de simple.
El asunto se vuelve grave cuando uno se hace consciente de ello: puedo estar emocionado [sic] por un concierto que por sí solo es harto emocionante, pero también me siento susceptible cuando en ese mismo espacio cabe una mujer (o varias) de hace tiempo, cuando me acuerdo de la infame cantidad de idioteces que he cometido, de las cosas que he perdido, de las que nunca tuve, de los días que fui más feliz y ya no son. Ésos últimos son los peores: las fotografías retratan un instante, sí, pero eso no quiere decir que el instante continúe con todas sus particularidades, y eso es otra perogrullada.
En fin, voy por un desenfriolito porque la gripa se está poniendo de a peso y no quiero sumarle más necedad a la experiencia del viernes. ¿Alguien se sabe un chiste? Me contaron uno rebueno el sábado, pero es de ésos que funcionan mejor en lo presencial.
Ayer por la mañana hice brevísima consulta antes de decidirme a ir a las taquillas del Palacio de los Deportes para comprar dos boletotes para el concierto de Soda Stereo de este viernes: regresé a casa con los bienhabidos boletos y tres mil pesos menos en la cartera (fuera yo tan pudiente como para gastármelos así nomás de buenas a primeras: me los hubiera robado). De camino, entre que de mal humor porque no había comido y la chica que estaba en la fila de la taquilla antes que yo se tardó como quince minutos en comprar cuatro boletos, llegué a una de esas conclusiones (que después desvarió hasta convertirse en este post) que parece que requieren de un esfuerzo mental y emocional enorme y no son otra cosa que sentido común aplicado.
Una experiencia no dura exclusivamente el periodo de tiempo que le toma para suceder, sino que inevitablemente se extiende hacia el tiempo que la antecede y la precede (benditas perogrulladas: si un teórico de la Historia leyera este blog, segurito quedaría prendado de la idea y la publicaría en su siguiente libro...). Expectativa y memoria, así de simple.
El asunto se vuelve grave cuando uno se hace consciente de ello: puedo estar emocionado [sic] por un concierto que por sí solo es harto emocionante, pero también me siento susceptible cuando en ese mismo espacio cabe una mujer (o varias) de hace tiempo, cuando me acuerdo de la infame cantidad de idioteces que he cometido, de las cosas que he perdido, de las que nunca tuve, de los días que fui más feliz y ya no son. Ésos últimos son los peores: las fotografías retratan un instante, sí, pero eso no quiere decir que el instante continúe con todas sus particularidades, y eso es otra perogrullada.
En fin, voy por un desenfriolito porque la gripa se está poniendo de a peso y no quiero sumarle más necedad a la experiencia del viernes. ¿Alguien se sabe un chiste? Me contaron uno rebueno el sábado, pero es de ésos que funcionan mejor en lo presencial.
3 comentarios:
Cuánta intensidad!
En fiiiin, la buena vibra pa' ti que soda nos espera.... yaay!
Me recordaste a Julio Cortázar y su subjetividad del tiempo:
http://www.youtube.com/watch?v=SfZRZz4HAtU
Salute!
Xotla.
Canija: se puede más, siempre se puede más. Y yeah!!
Xotla: sí, hay bastante de eso. Gracias, montones y kilos, por la liga. Gente (sí, ustedes ocho), vean el video: mucho más lúcido que yo.
Publicar un comentario