jueves, 6 de noviembre de 2008

A sense of despair

Ayer comenzó. Y los dioses saben que detesto empacar y que no hay nada más cansado ni preocupante que guardar una casa y hacer que llegue a su destino (que aún no tengo en claro) sin mella ni pérdida.
No es la primera vez: ya cuento cinco en apenas tres años. Para estos momentos sé bien cómo hacer las cosas, pero la falta de tiempo y las dimensiones de mi preocupación me rebasan con una facilidad asquerosa. Y sin embargo, al fondo del vértigo, hay minúsculos y borrosos incentivos.

I.
Mi edición rústica de Ilíada, en la traducción de Luis Segalá y Estalella, ha estado en los libreros de mi familia por no sé cuántos años: he visto los lomos rojos de la colección (incompleta) Los Clásicos de W. M. Jackson Inc. desde que tengo memoria. Y salvo un par de ocasiones, jamás he abierto las páginas de esos libros.
Ayer, empacando, encontré eso que ven a la derecha: un separador de piel, de factura italiana, olvidado durante ¿veinte? años en la página 250:
La joven que los aqueos me adjudicaron como recompensa y que había conquistado con mi lanza, al tomar una bien murada ciudad, el rey Agamenón Átrida me la quitó como si yo fuera un miserable advenedizo. Mas dejemos lo pasado; no es posible guardar siempre la ira en el corazón, aunque había resuelto no deponer la cólera hasta que la gritería y el combate llegaran a mis bajeles.
Canto XVI
Quizá Aquiles se olvide algún día de su cólera, quizá entre al campo -lanza en mano, el escudo embrazado, las crines de caballo enhiestas en el casco, la espada cabe del muslo, las grebas relucientes- al frente de los mirmidones, sin otro motivo que librar esa batalla a expensas de la propia honra, consagrando la fama de su valentía y fortaleza. Quizá la ira que guarda su corazón -ese soslayado amor a Briseida y a Patroclo, eros y filias- no será la excusa (jamás motivo) para erigirse el soberbio individuo que en verdad es, sobrehumano, portentoso, sólido, y hacer lo correcto.
Quizá Aquiles.

II.
Tenso como estoy, me es sumamente difícil relacionarme con cualquier otra persona, y más si el pecho me bulle de rabia y desasosiego. Los únicos que resienten eso son mis alumnos, y para su buena fortuna no tendrán que tolerarme más: hoy dejo la docencia, al menos del idioma inglés.
Absorto, hacía camino a mi oficina cuando me crucé con un autor iraquí de la Casa Refugio, a quien llevé a comer y conocer el Centro de esta ciudad a petición de mi mejor amiga. Hacía meses que no lo veía, y francamente no pensaba que habría de verlo de nuevo.
- It's been a long time since we met, remember? Margarita told me your father died.
- Last December.
Silencio incómodo.
- But anyway. There's nothing I can do. I'm working on it.
- I respect you, Oliver. You're a gentleman, AND you're clever. And that's good. Please, come visit me sometime to Casa Refugio if you are not too busy.
Lord knows I'm busy.

III.
Confirmado: el año entrante comienzo a corregir de nuevo mis revistas de señoras tontas. Al menos algo de diversión, otro trabajo (uno remunerado), y el gusto de ver a mis editoras.

IV.
With a Little Help from My Friends - The Beatles

2 comentarios:

Adriana del Moral dijo...

Pasé por tu blog con la esperanza de que algún ácido comentario tuyo o una divertida apreciación sobre cualquier cosa me endulzaría la mañana que la secretaria de mi jefa casi logra echarme a perder. Y aunque no he reído, he sonreído, que es casi mejor, más reconfortante. El iraquí me da curiosidad de la buena. Mucho Persépolis y algo del ser cosmopolita empedernida que me atribuye un amigo.
Pero este comentario era por tu padre. Porque entiendo lo que es tener que trabajar en esa pérdida y con ella. Porque a mí también hay días que, aún después de los años, me duele como si hubiera sido ayer y me encierro a llorar en el baño de la oficina o a ver el cielo con cara de alucinada.
Un abrazo. Espero que su virtualidad sirva como apoyo durante la mudanza.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Oh, si sirve, y si es necesario.
Disculpe usted si no le alegré la mañana, pero es cierto que los movimientos mayores (v.g. mudanzas y cambios de trabajo) afectan en gran medida los estados de quienes se someten a ellos; en consecuencia -y maldita sea, no puede ser de otra manera-, mi imaginario tiene una dash de bucolismo y otro tanto de romanticismo alemán de la vieja escuela. Y con lo que me choca andar con cara de borrego...