lunes, 10 de noviembre de 2008

Re-mover

Frecuentar la memoria conlleva siempre el riesgo de perderse entre el pozo de la nostalgia o la irremediable catástrofe del autorreproche. Es adentrarse en una geografía en la que se ha perdido el centro.

Tenorio, Antonio. "La memoria está pariendo un corazón" [reseña para Informe contra mí mismo de Eliseo Alberto] en Ananké. 3-4 (1997-98): 52.
Toño Tenorio fue el director del Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana durante los últimos tres semestres que estuve en la carrera. No era muy bien recibido ni apreciado por alumnos ni colegas debido a sus constantes chistes malos (peores que los míos, ya podrán elucidar), y supe que en alguna ocasión un ¿investigador, escritor? invitado a una conferencia reprobó su comportamiento, aludiendo de paso la atroz retahíla de chistes posmo. Sé que lo reclutaron como agregado cultural en Sudamérica y que es novelista, pero ni he encontrado sus libros, ni los he buscado, ni he terminado de leer todas las cosas importantes que tengo que leer; quizá algún día, pero de momento Kipling me exige atención, y después lo harán de nuevo Hawthorne y Gide y Poe y Cortázar y el S. XIX y los medievales y los clásicos y un pedazo de la vanguardia y la Nueva Novela Francesa y quizá, sólo quizá, las dos novelas que debí haber escrito hace más de un año y los cuentos que siguen en borrador después de ¿tres? años.
Al margen del breviario biográfico (absolutamente inútil a los fines de esta entrada), estoy convencido de que una mudanza es el umbral de esa geografía. Aparecen lo mismo kilos de basura que ya es pertinente desechar, unos lentes que de sólo verlos lloro, las cartas de los amigos que están en el extranjero y han sido capaces de seguirme en el curso de mi travesía nómada, las notas para los ensayos que escribí en la carrera...
Al menos en este caso -en mi caso-, uno se asoma a ese pozo de nostalgia sin reprocharse ni reprochar nada, pues todo lo que he guardado ha sido a razón de su valor en un momento determinado. Cuando ese valor se gaste o desaparezca o se diluya esa cualidad que lo particulariza, simple y llanamente habrá de irse a la basura: alquimia o mero intercambio iónico, el oro también se convierte en plomo.
Entonces será cierto, y la ira y el amor y la tristeza y la belleza que se guardan en el corazón desaparecerán; en teoría, tendrían que dar paso a otra ira y a otro amor...
Sí, gané dos días para terminar mi milagrito, pero sigue siendo intempestiva, improvisada, obligatoria, injustificada, estúpida, abusiva y absurda.

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