lunes, 22 de diciembre de 2008

El camino de la insurgencia

I.
Entre todas las cosas en que he meticheado, los actos pánicos de Alejandro Jodorowsky me provocaron cierto interés en algún momento. Un ejemplo que no es propiamente un artificio suyo, pero resulta muy ilustrativo y brutalmente tierno (y por esa sola razón, me causa algo muy parecido al desagrado), es el caso de un equipo médico francés que en 2006 operó a más de quinientos osos de peluche (como Ruperto); el resultado: más de quinientos chamacos que resentían menos los procesos de recuperación clínica.
Ternurita...
Hasta donde me acuerdo (cualquier devoto de Jodorowsky puede darnos una explicación más detallada en los comentarios), el asunto de los actos pánicos es una representación metafórica de un hecho personal a fin de solucionarlo, modificarlo, concluirlo o afines. En consecuencia, la metáfora es aprehendida a nivel cognitivo y traducida en lo experiencial; por supuesto, si es una metáfora viva (vid. Paul Ricœur).

II.
Caminar es una necesidad, particularmente cuando estoy rabioso, cuando tengo que rumiar algo penoso o doloroso, cuando necesito ordenar mis ideas, cuando quiero desconectarme o cuando lisamente me parece un desperdicio tomar un camión.
Reforma de madrugada es rebonito; cualquier parque después de llover, a pesar de que los lodazales no se vean con claridad en la noche; el Centro es una gloria, aunque de pronto uno tiene la impresión de que sería mejor no mirar al señor de ahí adelante y al borracho de más allá a los ojos; los Centros de Tlalpan y de Coyoacán tienen su encanto, aunque los frecuento poco.
Y caminar no es sólo turismo o un ejercicio intelectivo (?), sino una de mis poquísimas actividades físicas, así que hay que caminar mucho, distancias absurdas para casi toda la gente que conozco. Un récord: de la estación de autobuses de Taxqueña a la Condesa, vía Tlalpan y Viaducto, con una escala para desayunar; he de acotar que, antes de eso, había caminado unas tres horas por Cuernavaca, esperando a que saliera el camión a la Ciudad de México; consideré regresar a la ciudad caminando.
Total: c. seis horas a pie, no consecutivas.

III.
Creo que la Avenida de los Insurgentes es la calle más larga del mundo (por piedad, alguien dígame si es cierto); por lo pronto, es la más larga de la ciudad, con 28.8 km.
Y los he de recorrer.

IV.
La primera vez que amenacé con hacerlo fue hace siete años, y desde entonces he tenido la idea en la cabeza. Va siendo momento de cumplir, y de paso hacer un pequeño acto pánico.
No he decidido todavía en qué dirección he de hacer el recorrido (hoy mismo le pregunto al I Ching), pero la cosa es más o menos así: el primero de enero me subo al Metrobús y me voy a una de sus estaciones terminales. De ahí, con una Guía Roji en la mano (hay que documentar), dos botellas de agua y el libro en la mochila, empiezo mi recorrido, uno distinto y que jamás he hecho, en dirección conocida pero sin destino en esa dirección: dudo que en mi periplo aparezcan lotófagos, pero sé que mi Ítaca no está a unos pocos pasos de los extremos y hay dos gatos ahí (una, que no es Penélope, pero así de guapa es, y otro al que poco le falta para ser Telémaco, aunque algo más lelo).
Empiezo el año sin propósitos, pero con rutas que no pueden sino llevarme a un buen puerto; muy probablemente haya mejores, y sin embargo lo que me importa es el camino: ya después sabré adónde ir. En ese camino, a cada paso (a ver si puedo: mi cabeza es errática) quiero hacerme de palabras importantes, que me obliguen a pensar en otras, para escribir las cosas que me son importantes y que, en cierto sentido, tendrían que marcar mi manera de hacer del año entrante.

V.
¿Alguien me acompaña?


Blow Away - George Harrison

2 comentarios:

LiLiTh (NeFeSh) dijo...

Es una locura lo que voy a decirte. Y no me arrepentiré, pero tampoco sabría ponerle fecha ahora (estoy en medio de una mudanza. Soy dromómana. O como dice Brenot en un libro buenísimo sobre la vida sexual de Kant, dime cómo paseas y te diré cómo filosofas. O sea, me apunto a la caminata. Propongo ir de norte a sur... porque terminar en Indios Verdes de noche puede ser, digamos, lumpen y triste.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Bueeeno, ya es un poco tarde para esa caminata: la sobreviví el primero. Sin embargo, necio como soy, la voy a volver a hacer en cuanto recobre energías, y todo será cosa de ponernos de acuerdo y hacer otra vez camino.
De hecho, la ruta fue de norte a sur: entre que el susto de Indios Verdes de noche y los puntos cardinales chinos, mejor no arriesgar.
Ya pronto caminamos juntos: prometido.