viernes, 18 de septiembre de 2009

Mudando hábitos

Uno abre los ojos por la mañana; el gato, por regla general, puede estar acurrucado a una distancia conveniente de la cara para estirar la pata y rozar la nariz pidiendo comida, o sencillamente echado sobre el pecho, ronroneando y mullendo, también pidiendo comida. Lo usual es levantarse mascullando, decirles a los niños "cómo joden" de tanto maullido hambriento (a pesar de que quedan suficientes croquetas en los platos como para el día de hoy), servir una taza de harina de pescado y otros residuos orgánicos comprimidos en figuritas de colores.
Lo usual, a últimas fechas, es esperar a que se encienda la bomba y fluya agua suficiente para tomar un baño y hacer otros menesteres de la casa, gruñir por el estado de los servicios, contar los días que faltan para que termine mi contrato, despreciar a mis vecinos, y a casi todo el género humano. A últimas fechas, cada dos días, yazgo en horizontal: cinco series de lagartijas (falta masa para cobrar fuerza); bebo en ayunas jugo de limón, uno más cada día, seguido de dos rebanadas de pan; leo una antología de Kipling y me digo que dos páginas suyas valen más que la espantosa novela de Ricardo Piglia que no quemé el mes pasado sólo por disciplina (y porque no es mío el ejemplar), que quisiera dolorosamente dominar ese estilo tan pulcro y preciso que no puedo asociar con El libro de la selva de Disney.
Es cotidiano que llegue a la oficina entre una y dos horas tarde, y que me vaya al menos tres después de mi "hora de salida." Es de lo más normal que consuma mi tiempo en actividades que nada tienen que ver con científicos locos ni gastronomía ni bodas y los textos de todos ellos, ya porque no tengo ni tantitas ganas de hacer algo "productivo", ya porque me han hartado y les iría peor si los leo de muy malas.
Es perfectamente normal que piense las palabras de estos posts, a veces con días de antelación; es terriblemente normal que no pueda escribir lo que pensé, lo que quise decir.
"Un cambio de hábitos a veces es bueno. [...] Mando una sonrisa grande que dure todo el día."
Es inusual que una sonrisa persista, que yo esté de humor razonable, que no tenga el ceño fruncido, que tenga disposición después de un largo momento que secuestró todas mis funciones.

4 comentarios:

Palomilla Apocatastásica dijo...

Pues así es el día nublado, lo peor es cuando comienzas a trabajar (yo no he querido hacer eso, sólo voy a divertirme haciendo "diabluras" en la oficina), y así comienza toda la historia, el tipo que trabaja hasta el hastío, el cielo nublado de maullidos.
Abres la ventana y el lodo de la maceta del vecino del piso de arriba chorrea tu cara, y esucpes...comienzas a presentar sínomas de coprolalia. Se lo que es eso...

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Entonces le queda a uno mudar los hábitos, o hacer que muda los hábitos, o hacer hábitos de esas minucias que resultan más divertidas.

Diana Gutiérrez dijo...

Ah pero qué bonito es cuando le desean, le hacen o le mandan a una "una sonrisa grande que dure todo el día", es casi perfecto, bueno, qué más, perfecto.
Abrazo.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Se vuelve perfecto (o casi: todo será eternamente perfectible) cuando uno se tira a dormir con la sonrisa puesta.