viernes, 11 de diciembre de 2009

Una desesperanza

Decía en el post anterior que había delineado el contenido del que sería el presente. En términos generales, esto que se lee debió haber sido mi punto de vista respecto a Copenhague; más todavía, el apoyo y expectativa que este blog puede ofrecer en su debida proporción: como se evidencia en el primer banner de la columna derecha, yo también tenía esperanza de que podría establecerse un acuerdo de beneficio común.
Sin embargo, tras la noticia de un borrador que, en muy pocas palabras, da al traste con el Protocolo de Kyoto y licencia al rico para amasar fortuna y continuar un modo de vida insostenible a costa de los jodidos, admito con pena que empiezo a perder la esperanza.
No es que ya se haya aceptado esa resolutiva (pues se ha planteado un nuevo borrador) y en consecuencia debamos resignarnos a vivir en un país que no goza de los beneficios de una economía rapaz y esperar a que los recursos se terminen. Ciega de furia la irrefutable evidencia de que siempre hay un interés ulterior, un abuso de las estructuras de poder, una flagrante negación a la vida, la imposibilidad de considerar al otro en la toma de decisiones.
Ante un panorama como el que plantean quienes toman las decisiones que marcan todos los días de mañana, quizá la vida, efectivamente, encontrará su camino sin nosotros. Y nos lo habremos ganado a pulso.

2 comentarios:

Kenneth Moreno May dijo...

Muchas veces la desesperanza es esperanza, Oliver....
Muchas veces la ironía es amor.
Obviamente con lo de Copenhague uno termina dudando de esas cosas, yo de entrada no tenía nnguna esperanza con esa reunioncilla, ya no hay manera de evitar el desastre.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Supongo que todavía tengo resabios de fe, de ahí el problema de no poder ver las cosas con distancia sobria y deslindarme. Y sí: Copenhague no es más que un ejercicio político; cualquier decisión que se tome (si se toma) difícilmente tendrá repercusiones reales.