viernes, 3 de diciembre de 2010

Los demonios

I.
Pasada la medianoche de ayer caí en cuenta de qué día es hoy. "No desmayes" me dijiste un día en que ambos estábamos en condición precaria; desde hace dos meses es frase que trato de grabarme en los brazos para tenerla presente, cerca del corazón: no desmayes, no te rindas, no ceses, pues el trabajo es apenas la sombra de todo lo que debes hacer, apenas una fracción del esfuerzo.
Y sin embargo he caído, en términos reales y no retóricos, rendido ante el cansancio, el momento, el panorama, el día de hoy, y especialmente el de ayer; hay quien dice que también ante ti. Quizá sea cierto y me esté empecinando en hundirlo todo.
Tu cumpleaños fue amargo, el día fue el más espeso, y la turbulencia ingente. Hoy no. Es factible considerar que mi atención está empantanada con las reflexiones de filósofos soberbios y artistas en el vértigo de sus procesos creativos. No recuerdo un momento en que el cansancio se tradujera en dolor crudo.

II.
La extravagancia del título me llevó a leer un artículo de física en Nature. Demonología por una parte; la física al otro lado. La curiosidad.
¿Saber qué? ¿De dónde obtener energía o los medios para transformarla? La segunda ley de la termodinámica cobra sentido ontológico cuando la definición de 'sistema' se considera en términos orgánicos. Tuve que escribirla inmediatamente, para tenerla como recordatorio y mirar el sistema en su conjunto, a la distancia, y modificarlo.

III.
Efectivamente el día ha sido más ligero que en otras ocasiones. Si me aficioné al jazz hace tiempo es debido a ti, y ahora es más llevadero el día.

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