lunes, 12 de enero de 2009

Tercera ley de Newton

Esta mañana acuñé una nueva cicatriz. No están ustedes para saberlo (y, en el fondo, sé que no debiera contarles esto, y quizá algún día me diga: "estúpido, debiste callarte ese ímpetu narrativo tuyo"), pero no todas las cicatrices de mi cuerpo se deben a un accidente: en algunas hay voluntad, y en todas hay memoria, salvo una en la rodilla que no sé cómo corchos pasó.
Mientras disfrutaba el sueño de los justos (o algo parecido, porque me revolqué por la cama la mitad de la noche), tengo la impresión de haber girado sobre mí mismo, tengo la sensación de la almohada en la cara. Pero seguía en la duermevela; lo que me despertó fue el salto feroz que dio la gata: dormida entre mis rodillas (debí tirarlos de la cama desde el primer día...), se asustó cuando me sintió girar y me pateó las corvas. Y un segundo después hizo a bien caerme en el hombro derecho, garras abiertas.
Alcancé a mentarle la madre antes de que se bajara de la cama -y en la oscuridad adivinaba unos ojos que respondían con una mentada de la misma intensidad, pero en sentido contrario- y se fuera a dormir a la silla de la "sala" (no tengo sala, así que la referencia es estrictamente espacial).
En la regadera sentí un ligero ardor en el hombro. Ha habido peores.
Cuando me fui, le rasqué la cabeza, le jalé una oreja y le di un beso en el cuello. Mira si te he de querer.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

eso mismo pienso yo cada que beso a Rito (mi perro)... mira si te he de querer cuando (aquí van muchas razones por las que podría no hacerlo, pero que no importan)

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Gatos hijos de bruja: miren si los he de querer... La casa llena de pelo, los asaltos a la caja de galletas y el pan, los platos y los vasos que rompieron, las varias cicatrices en las manos, las muchas madrugadas que me brincaron encima para que les sirviera las croquetas...
Mis hijos son la pura onda: me dan un chorro de motivos para sacarlos de la casa y sin embargo siguen durmiendo encima de mí.

Palomilla Apocatastásica dijo...

Eso si que es amor animal...o sadismo :)

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

O masoquismo.
¿Cómo no querer a un par de mapaches pachones en disfraz de gato?

Alisma dijo...

Masoquismo en su forma más pura, estoy de acuerdo... aunque no es muy difícil de comprender su actitud, digo, ella apaciblemente dormida y tú casi la aplastas.

Saludos.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Técnicamente, fue al revés: los que duermen encima de mí son ellos. Y ya no están muy niños, y ya no pesan medio kilo...
Por lo demás, ñango como soy, mis piernas apenas pesan lo suficiente como para aplastarla. Yo creo que la espantó más la colcha.

Alisma dijo...

jajaja... ok, te creeré.

Saludos.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Ok, qué bueno que me crees.