jueves, 8 de enero de 2009

Muñecas, incendios y un piano

Durante la gira de 2005, los Dresden Dolls abrieron el concierto de Nine Inch Nails en el Palacio de los Deportes; conseguí un boleto ese mismo día, casi por un milagro, de un tío bastante raro (¿quién corchos se pone medias onda Pippi Longstocking a rayas rojas y negras en los brazos?), y muy de último momento. Entré temblando y temblando tomé mi asiento.
No conocía a los Dresden Dolls, pero fue la primera vez que vi un piano rockear más duro que una banda completa: si hubiera faltado la batería, igual hubiera vibrado el Palacio. Vamos, que Amanda Palmer ES los Dresden Dolls y Brian Viglione sirve más como músico de gira y sesión que de integrante.
En ese momento no sabía nada de música digital, pero cuando entendí los principios más básicos (algo como un año después...), me vi casi obligado a buscarlos. Ahora, con chorros de horas dedicadas exclusivamente a la colección y ordenamiento de 650 horas de música (qué cinismo el mío), me cruzo con el disco solista de Amanda Palmer: lo descargué hace ¿tres semanas? y sólo el día de hoy lo escucho.
Veredicto: no ha terminado la primera vuelta (porque va a dar varias) y ya está en las Rolotas de allá arriba. Sépanlo bien: eso es un despliegue de creatividad, rangos vocales, emotividad de difícil catalogación y dinamismo, así que píquenle a la flechita que apunta a la derecha.



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