lunes, 17 de agosto de 2009

Una presa (o varias)

Fin de semana en Querétaro. Un calor feroz, pero nada que no se olvide con una cerveza en la mano; en teoría debimos quitarnos el calor en la alberca, pero ya era tarde y el agua estaba refría.
Domingo familiar: turismo a Tequisquiapan, con miras a comprar chucherías (: dos ratones de tela para los niños y unos guantes sin puntas para mis dedos adoloridos). De camino cruzamos varias plantaciones de sorgo y maíz, pero despuntó otra cosa.
- Miren la presa: está seca.
- Sí, qué feo.
Insisto en recordar el pronóstico de que febrero se anuncia aciago: a menos de que sucedan dos o tres milagros (o cuatro), la Ciudad de México corre el riesgo de no contar con agua para la próxima temporada seca. La reacción inmediata es que por favor me calle y no les amargue el día con ese asunto; e insisto de nuevo: donde esta ciudad se paralice, lo va a resentir el país entero. Y aun cuando pudieran decirme que deje mi lógica centralista, no soy yo quien debiera cambiar de paradigma: la Central de Abastos es el Dow Jones nacional, y eso sólo por mencionar la comida (minucia, a todas luces).
Justo después me viene otra idea a la cabeza: la influenza estacional -la que se conoce a profundidad y para la que existen vacunas adecuadas, que se tiene tipificada y que sucede en todos lados, todos los inviernos- mata más gente en una sola temporada que el total de los contabilizados en todo el mundo a causa de A-H1N1. Ante el brote se canceló la suspensión del suministro de agua, programada para el fin de semana del 1° de mayo, en atención a las necesidades de higiene. ¿Por qué, si el agua tiene un papel mucho más vital y corremos un riesgo tremendamente mayor, no hay comerciales cada cinco minutos ni programas especiales en radio y tele al respecto? ¿Por qué una enfermedad que de peligrosa no tiene nada en particular, recibe más atención mediática que la inminente crisis hídrica nacional?
Por fin llegó el momento en que no es opcional tener una participación activa, en que es obligatorio pensar a más largo plazo, en que los caprichos personales pasan a segundo plano, en que el trabajo conjunto e interactivo de TODOS los miembros de la sociedad debe fijarse metas y compromisos de muchos órdenes: políticas públicas de control y distribución de población, descentralización y racionalización de los recursos, tecnificación del campo en modelos de policultivo, erradicación del intermediario, aprovechamiento y democratización de nuevas tecnologías, modificaciones profundas en el modelo político (¿de verdad se necesitan más de dos partidos, con los abrumadores presupuestos que requieren?), y una lista extensísima de asuntos cruciales a resolver.
"¿Y de dónde pretendes que salga todo ese presupuesto?" Insisto: son muchos órdenes los que deberán sufrir cambios profundos; el económico no es excepción.
Adelante: gocen lo que les queda de verano, y de agua. Ya verán qué linda es la mudanza del desierto.

2 comentarios:

Adriana del Moral dijo...

Tengo una cuasi obsesión --que cada día crece-- con el agua y su finitud. Cubrí el foro alternativo al Mundial del Agua hace unos años, mientras tenía que bañarme a jicarazos en casa de mi madre. Luego, en Chiapas viví la didáctica experiencia de estar junto a un río, pero sin agua entubada. El agua en la que te bañas, con la que lavas, es la misma que te tomas y con la que cocinas. Moraleja: regresé mucho más ecológica de lo que me fui, aunque ese no era el propósito.

Sin embargo, comprendo la posición contraria: mi chico es de Veracruz, y no entiende muchas de mis obsesiones con cerrar la regadera a medio baño o reciclar el agua al lavar trastes. Cuando fui con él a su tierra por primera vez lo entendí. Allá se te acaba la obsesión ecologista porque parece que siempre hay agua: corriendo a tu lado, en forma de mar, en los muchos lagos.

Creo que como especie somos una plaga de la que el mundo un día se desembarazará. Eso, o entendemos que hay que cuidar nuestra casa, este planeta azulito que aguanta, pero no todo.

Abrazo, lindo el jueves.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Yo también tengo esa compulsión, y una cubeta de 19 litros en la regadera. Me enerva el desperdicio (de lo que sea), y cada vez confirmo con más claridad que Lemuel tenía razón y malditos sean los yahoos.
Lindo, sin duda. Se vale repetir.