lunes, 3 de agosto de 2009

Una sumatoria

En menos de quince minutos me tiraron a los hombros trabajo suficiente para cuatro días; si he de reprochar amargamente y derramando veneno, esto no sucediera si a mi jefe no se le olvidara que su principal responsabilidad es atender las necesidades de la sección editorial, en lugar de inmiscuirse en cuanto asunto de política cruza por su puerta: él no es hombre que se busca los problemas, sino que materialmente lo persiguen hasta su escritorio.
Encima de eso, amenazan con suceder dos clientes (todo es cosa de que se decidan que no salgo barato, pero valgo mi trabajo blanca sobre blanca), con exigencias de otro cliente grande hasta gritar "trasnacional" desde el fondo de los pulmones para que me escuche, con una fecha límite para el último de mes y dieciocho artículos que escribir, con la perversa intención de someter cuentos a yanimeacuerdoqué revista, con la ansiedad de saber un resultado que -sin temor a exagerar- puede cambiar radicalmente mi vida (al menos la laboral), con compromisos personales que me van a consumir tiempo, pero que considero indispensable atender a fin de mantener dos gramos de cordura (ni que requiriera mucha).
Y otras ansiedades que me nublan la frente y me abisman la barriga, y la falta de cálculo a la hora de pagar cerveza, y la inminencia de la lluvia esta tarde, y el dolor que sabe esperarme, y todo lo que por sentido común mejor fuera no enumerar.

4 comentarios:

Alisma dijo...

Tranquilo, tranquilo... una vez la palomilla me dio el siguiente consejo: respira.

Saludos y trata de contar hasta donde la memoria te alcance (en estos momentos, con toda seguridad, del 1 al 10, sería insuficiente).

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Qué curioso: yo le doy ese mismo consejo a todos los que veo en desespero.
Cuando uno se jacta de ser un workaholic, lo más correcto es aceptar todo lo que cae, y aguantar vara...

Palomilla Apocatastásica dijo...

Yep Alisma, yo dije que respire, ahora es asunto de respirar, tranquilizarse y agarrar el toro por los cuernos.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

O al gato por la cola.