jueves, 26 de febrero de 2009

Cómo salvar un día

I.
El martes por la tarde me habla una de mis editoras de revistas de señoras tontas. "¿Puedes pasar a recoger la carpeta con el dummy de la revista?" Sí, seguro: llego en una hora.
Y tres horas después de eso, me revolcaba en la silla de mi escritorio, pues resultó que no había yo leído, en una primera corrección, más de la mitad de esa revista; así que en papel y con marcaje de corrección, prácticamente tuve que editar cuatro textos. Me fui a dormir con la barriga caliente, y no fue por el kilo de jícama con Tajín que me atraganté.

II.
Timoteo me orilló al filo de la cama y Fuchi no me dejaba moverme, echada en mis pies como estaba; así que pasa mediana noche. Por supuesto, desperté de malas. Enciendo el calentador, y el desgraciado no funciona; respira: ya habrá de arrancar. Pero sin gas no puede. Y sin gas me tengo que bañar con agua fría, y no puedo cocinar, así que las quesadillas se quedan en el refigerador.

III.
Después de dos sustanciosas rebanadas de melón, me estoy rajando de hambre. Pero no importa, porque en cuanto llegue a la oficina me voy a escapar a la Facultad de Veterinaria por unos tacos de canasta y asunto arreglado.
"¿Qué crees? No hay internet, así que no podemos trabajar" Bueno, entonces vamos por los tacos. "No, es que hay junta de no sé qué y tenemos que estar, por si piden algo." [!!! Grrr...] Y no pidieron nada.

IV.
Justo después recibo un mensajito de la coordinadora de editoras de revistas de señoras tontas, que tiene mucha más idea que sus editoras (bueno, de dos no me consta todavía porque apenas entraron). Decido que explicarle las estupideces que hace su editora por mensajito es medianamente imposible, así que me acerco al teléfono. Y maravilloso: tengo que esperar una hora y media a que lo desocupen.

V.
¿Saben qué? A la mierda: no quiero trabajar, no puedo trabajar, no estoy de humor para ninguno de ustedes, así que no me jodan. Voy a perder mi tiempo ominosamente en a ver cuántas páginas de internet, mientras finjo que trabajo.

VI.
El Festival me pone quieto; y además me doy cuenta (después de cinco años de religiosa asistencia) de que es casi tan viejo como yo. Ya me puedo ir a mi casa, rematar esa bendita carpeta, atragantarme el resto de la jícama y dormir el sueño de los justos, en la inteligencia de que los gatos van a escoger otro rincón de la cama.
Si tan sólo pudiera hacer quesadillas y una taza de té... (y no me digan el microondas, porque me chocan las quesadillas de micro)

6 comentarios:

Palomilla Apocatastásica dijo...

O peor, estas cuasi atornillado a la silla y apenas vas a buscar algo que comer (en mi caso me voy al Instituto de Bellas Artes)entonces el jefe te dice que le urge que le ayudes con unos detalles, éstos detalles se convierten en el resto del día... gooosh.

Vaya entonces parece ser que no solamente yo he tenido una semana "memorable"

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

En la imprenta industrial donde terminé de factotum técnicamente no teníamos derecho a hora de comida. Sí: conozco eso de "no se van hasta que terminen" o "necesito que revises TOOODO esto, para dentro de quince minutos".
Ésta es de esas semanas memorables que uno no quisiera recordar con todos sus detalles.

LiLiTh (NeFeSh) dijo...

¿Y fue acaso el jueves cuando tuviste que resolvernos el enésimo bomberazo de traducción? Si fue así... mejor ni lo recuerdo. Gracias otra vez.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Eso no cuenta: a los que mandé a la mierda fueron los científicos locos. Ese bomberazo, en términos reales, fue más llamativo e interesante y relajante que esta bendita oficina.

Anónimo dijo...

Así lo espero... digo, esto es divertido, salvo cuando no lo es. Un abrazo. Si quieres puedes pasar el jueves en la noche o domingo en la mañana por tu café.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Podría hacerlo, cómo no. Nomás avíseme adónde enfilo mis piecitos.