jueves, 16 de abril de 2009

Un largo presente

- La gente de cada país se va pareciendo cada vez más a la de los otros. No tiene carácter, ni belleza, ni ideales, ni cultura..., nada, nada.
Su marido se echó hacia adelante y le acarició una mano.
- Tienes razón, tienes razón -dijo sonriendo-. Todo se vuelve gris y se volverá más gris todavía. Pero algunos lugares resistirán la enfermedad más tiempo de lo que supones.
Paul Bowles, El cielo protector. 1949.
I.
Un presidente de una nueva generación, del S. XXI, un caballero, una nueva visión de la política y la realidad, como se le ha tildado, visita la Ciudad de México en el marco de su gira internacional. Desconozco cuáles han sido las reacciones de los grupos que se presentan regularmente a protestar: por una parte, sigue siendo el presidente de la nación que ha enarbolado al capitalismo como lo conocemos (y que sabemos que no funciona), que ha sostenido guerras en todos los continentes por motivos flagrantemente económicos sin que haya conocido conflicto en suelo propio desde la Guerra Civil, cuyos valores fundacionales se deslavaron de manera vertiginosa en el siglo pasado, cuya capacidad de respeto al otro (quien la fundó) ha hospedado una callada, pero no menos agresiva segregación.
Sin embargo, por otra parte, es el presidente que parece tener una propuesta inclusiva, respetuosa, valiente, decidida, que atiende a las necesidades reales de un mundo en condiciones económicas, políticas, sociales, ambientales y culturales críticas, con más retos que momentos de calma; y por encima de eso, supone una esperanza tras seis años que la Historia habrá de recordar por su intolerancia, falta de criterio, cinismo y estupidez.
El discurso en ocasiones virulento e incendiario (hagámosle una amplia reverencia al presidente Chávez) de quienes se oponen al gobierno americano suele ser intolerante hasta sus últimas consecuencias, al punto de rechazar toda forma cultural que se le relacione. Ésa es mi primera objeción: mucha de la mejor poesía y el arte en general del S. XX sucedió en Estados Unidos, en el Black Mountain College, la Escuela de Nueva York, la Generación Beat, el San Francisco Renaissance, el Expresionismo Abstracto... Casi toda esa generación de poetas vagó por América Latina, residieron en México por años, o se exiliaron en países sepultados bajo los estragos de la Segunda Guerra Mundial, como Paul Bowles; su influencia ideológica y artística -les guste a los feroces detractores políticos o no- es patente en los poetas latinoamericanos más importantes de la segunda mitad del S. XX, como demuestran no sólo las traducciones, sino la nutrida correspondencia y los ecos de muchas escrituras.
Ese discurso, que recio se opone al orden actual de las cosas, lamentablemente cae en la misma intolerancia que critica, se rehusa a reconocer al otro y cuanto puede ofrecer en su calidad de objeto por conocer. Más allá de las nociones de confrontación que permean las relaciones entre México y Estados Unidos, debiera imperar la necesidad de tender puentes y establecer lazos.

II.
No suelo leer periódicos ni ver noticieros televisados, no estoy al tanto de la política (hace ¿dos meses? supe cuál era la finalidad de las elecciones de julio próximo) ni la economía, nacionales o internacionales. Mea culpa: me he enfrascado en mis labores cotidianas de manera egoísta. Sin embargo (aunque no es disculpa), cuando tengo noticia de algún suceso importante, lo sigo y procuro hacerme de tantos puntos de vista como me es posible, no dejo de ponderar las causas de determinada situación, me apeno y ofendo cuando la rapacería de unos se alimenta de otros, cuando el respeto más esencial se va por la borda; esas dos últimas, sin duda, transitan indistintamente entre cualquier grupo y condición social.
Los viajes de Gulliver suponían no sólo una sátira que evidenció y despedazó a la sociedad inglesa, sino una suerte de manual de buen gobierno que asumiera su función reformadora por anagnórisis y catársis: después de recorrer tres naciones en que desfilan todos los vicios humanos, Lemuel conoce una aproximación a la felicidad en un país donde no rigen los hombres, sino los caballos. La base de ese gobierno soberbio es el sentido común y la razón, dos cualidades de que carecen los yahoos.
Los estudiantes de Ciencias Políticas debieran leer -además del Capital (ojalá lo entendieran) y El Príncipe- Los viajes desde una perspectiva pedagógica. Quizá las noticias lamentables serían menos.

III.
Debido a las condiciones críticas que enfrentamos actualmente, se vuelve imperativo que más y más personas se reúnan y configuren proyectos enfocados en problemas específicos. La creatividad no es un chispazo ni un accidente. El cambio de paradigma es indispensable. Y hay quien lo entiende magníficamente.
Quienes participen de esas necesidades serán los que resistan la enfermedad, esperemos que durante 10,000 años.

2 comentarios:

Yoatecutli dijo...

Humm...

Cito textual:

"...Ésa es mi primera objeción: mucha de la mejor poesía y el arte en general del S. XX sucedió en Estados Unidos, en el Black Mountain College, la Escuela de Nueva York, la Generación Beat, el San Francisco Renaissance, el Expresionismo Abstracto... Casi toda esa generación de poetas vagó por América Latina, residieron en México por años, o se exiliaron en países sepultados bajo los estragos de la Segunda Guerra Mundial, como Paul Bowles; su influencia ideológica y artística -les guste a los feroces detractores políticos o no- es patente en los poetas latinoamericanos más importantes de la segunda mitad del S. XX..."

No es extraño que muy loables manifestaciones artísticas se den bajo el cobijo de gobiernos o sistemas autoritarios (Y que incluso sus creadores simpatizen con ellos), pero eso no valida ni justifica a dichos sistemas. Es como si por el simple hecho de que nos deleiten los versos de Erza Pound o la música de Wagner también comulgáramos con la doctrina nacionalsocialista. Lo político y lo estético (Para fortuna de la humanidad entera), se cuecen en distintas ollas.


Saludos.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Exacto: yo no digo que una cosa vaya de la mano con la otra. Corren en paralelo, sin duda, y en muchas ocasiones un gobierno acoge determinadas manifestaciones a fin de construir una imagen acorde a su proyecto político (e.g. la propaganda Nazi).
Por otra parte, precisamente porque lo político y lo artístico son dos dimensiones simultáneas y distintas de una realidad, que se cruzan y chocan en ocasiones, me parece craso error deleznar a una sociedad entera sólo porque una versión diluida de la historia nos dice que los malos son ellos y hay que darles duro.
Si te estoy leyendo bien, y me estoy leyendo bien, estamos diciendo lo mismo.