martes, 7 de abril de 2009

Un vaticinio

La vida en el desierto (al menos este desierto) es incuestionablemente más lenta que en la ciudad. Hasta despertar o comer son actividades lentas. Un hecho cualquiera, sin embargo, puede desencadenar en la frase que todos -inconscientemente o no- esperamos escuchar de las personas que queremos: "Te vas a morir".

I.
Hacía mucho que no comía pollo frito. Y el estilo sonora tiene un ahumado particular bien sabroso. El oso que vive en mi barriga se comportó y, contrario a toda expectativa, me conformé con tres piezas.

II.
Cuatro horas después le digo a mi hermana que tenía una revolución en la barriga; nadie le presta demasiada atención al asunto. Acompaño a mi cuñado a recoger a mi sobrina del cine y comprar chucherías para la cena; estiro el brazo y tomo un agua mineral.
Cinco minutos después de poner pie en la casa, me encierro en el baño y el oso que vive en mi barriga demuestra la potencia de su ira y ruge furioso.

III.
Pasada la medianoche, ya he vomitado tres veces. Me espera una última en dos horas.

IV.
A alguna hora de la mañana, mi sobrino se acerca a la cama donde estoy tirado y me pregunta si quiero desayunar; mi hermana me lleva el plato de fruta y me dice que, si no me recupero pronto, es muy posible que esto no sea una intoxicación, sino que tengo dengue, "y si es hemorrágico te vas a morir". Quisiera reírme desde el fondo de las tripas, pero apenas puedo moverme, lo cual no significa que me abstenga de hacer chistes negros. Escribo estas líneas casi a las seis de la tarde (hora local), por lo que calculo que estuve dormido unas siete horas. Y la última canción que soñé es ésta.


And All That Could Have Been - Nine Inch Nails

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