jueves, 19 de noviembre de 2009

Segunda persona del singular

A pesar de que antes consideraba la labor del corrector de estilo como una grave ofensa a mi honor, hoy es sin duda una de mis grandes diversiones: un justificado ejercicio de mi soberbia, pagado (a veces) y que otros agradecen (las más de las veces no).
Hace tiempo ya que caí en cuenta de que el diacrítico es el reto más grande de cualquier ortografía, pero hasta hace poco –tras revisar las fotografías que esperaban su momento para demostrar el pobre dominio que tienen los publicistas de la lengua española– noté que la segunda persona les aberra.
El lenguaje es revelación y constatación. Así como dice en la columna de la derecha, eres como escribes y hablas: eres tus palabras (y lo que comes y con quien te juntas y lo que lees y los sitios de internet que visitas y el teléfono celular que usas y los pantalones que vistes…). Si "tú" –el otro– es imposible y si ni siquiera se respeta su grafía, cabe preguntarse qué sucede en la relación entre el yo y el otro, entre el que está en estos zapatos e interpela al que no es sí mismo. "Yo es otro", dijo Rimbaud; y qué maldita razón tenía el niño precoz.





"??? No entiendo. ¿Dónde está el error?"
Aquí merito:

2 comentarios:

Kenneth Moreno May dijo...

Dios me libre.....

Me imagino la cantidad de errores que ves en mis escritos.....

Tengo miedo Oliver...

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Haciendo justicia, es casi imposible encontrar textos impecables y sin errores: yo leo varias veces lo que escribo, y sigo encontrando "deslices" (un corrector, por supuesto, no comete jamás un error) tiempo después…