sábado, 14 de noviembre de 2009

Cómo saber...

si el lugar donde vives es el correcto.
Haces una mudanza, la quinta en tres años. Tu casa vive en cajas: libros, comida, artículos personales, utensilios de cocina, todo está empacado y esperando a que tengas tiempo y recursos para darles orden.
Te pasas el día recorriendo la casa, pensando cómo acomodar, dónde construir, dónde colgar los cuadros. Te pasas el día, esencialmente, haciendo nada; cuando más, lavas la ropa y el par de platos que estás usando.
Has hecho una mudanza; la quinta, decíamos. Reparas que de todos los locales que ocupan la planta baja, la tienda de parafernalia de los Beatles es más interesante que la papelería y la taquería. Dispuesto a atender los menesteres de casa, te quitas de encima al gato y subes a recoger la ropa que tendiste al sol. Comienza el frío de la tarde; piensas en voz alta (casi en cuello), rumias tus pensamientos, sin caer en la trampa de recordar los amargos.
Destiendes las camisas, y empiezas a doblar las sábanas cuando escuchas el graznido. Levantas la mirada y distingues un ave mayor posada en la antena de radiotelefonía que corona tu edificio. Miras de nuevo y cuentas cuatro; miras con atención y reconoces por fin a cuatro halcones pequeños, saltando entre las estructuras de la antena.
Te reconocen a ti también; saben que estás ahí, y no importa. Sientes la tentación de escalar los doce metros de hierro y mirarlos de cerca: una idea estúpida. Sigues mirándolos, con el pecho alzado y súbitamente recordando la lección más grande de tu padre: nunca pierdas tu capacidad de sorpresa. Y ya desde antes se te escurrían las lágrimas por el rostro. Y tiemblas.
Levantan el vuelo, uno a uno. Trazan rumbo hacia el oriente, y los ves perderse sobre los árboles. La ropa podría quedarse prendida de los cordeles toda la noche.

6 comentarios:

Alisma dijo...

La verdad es que nunca estarás seguro, pero ese instante en la azotea me parece un buen indicio.

Saludos ;)

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Si me preguntan, muy peregrinamente, quiero estar seguro.

Armando Altamira Gallardo dijo...

Lo placentero de estar en un lugar es creado (o destruído) por la gente que lo habita o con la que tenemos que interactuar, en muy menor grado contribuye a alterar dicha armonía todo lo demás.

Suerte!

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Después de cuatro años de vivir solo, tengo que decir que es cierto. Pero si le creemos a la física contemporánea (y la experiencia dicta que es cierto), todo el entorno -contando a los que forman parte de él- incide en la vehemencia con que uno llama 'casa' a esas paredes.

Palomilla Apocatastásica dijo...

Bueno pues. Te invito a mi casa.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Vayamos, pues. Pero sería lindo tener indicaciones puntuales (la sola idea de recorrer mi colonia sin tener la certeza de adónde voy me provoca escalofríos).