jueves, 21 de enero de 2010

Sistemas

La presunción de ermitaño y sociópata es tan verdadera como Plutón: la gallardía de su estatuto terminó y se desmintió a la luz de una nueva definición. V.g. el Facebook es una de mis actividades de cotidiano, este blog se actualiza (casi) regularmente, me he hecho de relaciones y amistades vía blogs y otros medios digitales, es usual que me cruce con amigos y conocidos en muchos de los lugares donde pongo pie, Navidad y Año Nuevo fueron razón para recibir mensajes de conocidos que habían permanecido en el descuido mucho tiempo ha.
Etiquetas en las fotos de segundo de primaria: susto y desconcierto de ver esos recuerdos, asociar rostros con momentos y voces, algún gusto de saber de nueva cuenta de algunos con quienes se compartió el almuerzo en el descanso. Y el bocón en un esperpento: "pues alguien tendrá que decirlo: yo pongo la casa." Y empieza a anunciarse la gran fiesta de reunión de primaria, de todos ésos que para mí son desconocidos, de quienes quizá no me recuerden, como yo no los recuerdo, de los que nos veremos a los ojos, sonreiremos como idiotas, nos diremos que es un gusto vernos después de tantos años, tomaremos cerveza, nos tendremos simpatía o aversión callada, intercambiaremos números de teléfono para no llamarnos, y diremos que pronto haremos otra reunión.
Nada de eso lo encuentro incómodo. Sin embargo, es irritante (por darle un adjetivo que no es suficiente, ni abarca el total de la repulsión que siento) encontrar en la lista de invitados los nombres de quienes se ha procurado enterrar en un doloroso ejercicio de sensatez y amor propio. Desafortunadamente, nuestros caminos podrían cruzarse de nuevo, así que con cortesía de caballero –ésa que me enseñó mi padre– tendré que pedir que abandone mi casa apenas vaciada la primera cerveza.

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