Hoy, más que los días anteriores -a pesar de la presión y los pendientes de la revista, de la presión de mi familia (todos preguntando "¿Cuándo vienes a visitarme?", como si fuera yo dueño de un jet privado que satisfaga mis necesidades de transportación o todos estos trabajos y todas estas horas frente a una computadora reportaran cantidades suficientes para pagar todos esos boletos), de los regaños, comentarios y sugerencias atroces que oigo de una de mis mejores amigas, de la infranqueable escasez de tiempo para olvidarme de todo un instante y dibujar o escribir lo que quiero, de la torre de trabajos de importantísimos doctores en ciencias a los que hay que encontrarles árbitros y corregir (¿por qué los doctoran?)-, me es indispensable una olita.
Pero sabrán los marinos o los meteorólogos de este importantísimo Centro de Ciencias de la Atmósfera o las gaviotas si una ola, a imitación de ciertas mariposas, viaja todos esos kilómetros desde tierras frías del norte.
Pero sabrán los marinos o los meteorólogos de este importantísimo Centro de Ciencias de la Atmósfera o las gaviotas si una ola, a imitación de ciertas mariposas, viaja todos esos kilómetros desde tierras frías del norte.
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